‘La Bóveda del fin del mundo’ o la ‘Bóveda del Apocalipsis’, como la denominan en las películas que han dado a conocer esta instalación ubicada en Svalbard, Noruega, no protege tesoros, protege algo tan humilde como semillas que garanticen el futuro de los cultivos y la flora en caso de catástrofe. De hecho, en Svalbard se guardan semillas procedentes de la provincia de Salamanca que han sido enviadas con el fin de garantizar su supervivencia porque ¿qué sería del ser humano sin plantas, sin cultivos?
Salamanca cuenta con su propia ‘bóveda del fin de mundo’, aunque más que como una caja de seguridad en caso de apocalipsis, funciona con el objetivo de preservar las variedades de plantas de la provincia y evitar que se extingan. Se trata del Banco de Germoplasma ubicado en el Instituto Hispano Luso de Investigaciones Agracias, CIALE, en el Campus de Villamayor. Un espacio dedicado a la conservación de semillas de especies que pueden estar en peligro de extinción.
Dependiente de la Universidad de Salamanca, este espacio se creó en 2007 de la mano de José Sánchez. Desde su inicio alberga una colección de semillas de especies silvestres con más de 200 variedades, algunas de ellas en peligro de extinción. “La idea era preservar la flora silvestre sobre todo la que estaba amenazada. Tiene otra segunda línea que es preservar y conservar especies de interés agrícola, básicamente cereales y leguminosas”, asegura Javier Sánchez, actual responsable del día a día del banco. De hecho, actualmente también alberga unas 800 variedades de trigos de interés a las que suman más de 1.000 extranjeras.
“Yo trabajo con variedades autóctonas de trigo”, asegura Javier, que guarda casi 2.000 variedades diferentes de este grano entre las locales y las extranjeras. Muchas de esas variedades están en desuso prácticamente, como ocurre con el trigo candeal, que tan importante fue para Castilla y León. “Nuestros bisabuelos sembraban trigos candeales, pero se dejó de utilizar por una cuestión de productividad”, asegura. El abandono de las variedades locales en muchos casos ha supuesto una pérdida de calidad y de aporte nutricional. Variedades que estaban adaptadas al clima de cada zona, que no necesitan tantos fertilizantes y que se dejan de lado por semillas con mayor productividad que son idénticas se siembren en Salamanca o a miles de kilómetros. “Tratamos de volver a esas variedades tradicionales, esa es la clave. Ahora mismo tenemos un cambio climático que está ocasionando estragos”, asegura. Por eso es vital contar con variedades resistentes y adaptadas que además tengan calidad.
El banco de semillas tiene como misión guardar todas estas variedades autóctonas, evitar que se pierdan y protegerlas para el futuro, tanto de plantas silvestres como de cultivo. “Algunas son muy difíciles de encontrar, si se pierden no hay manera de volver hacia atrás”, concluye Javier.
La riqueza que supone la conservación de distintas variedades de un cultivo, en este caso el trigo, se observa con un simple vistazo a un expositor que guarda varias espigas distintas. Tamaño, forma, color, … todas distintas entre sí y todas con propiedades compartidas y diferenciadas. “Yo creo que ahora hay una nueva manera de ver las cosas, se empieza a cuidar un poco más lo local”, asegura Javier. Eso sí, supone un importante trabajo de clasificación.
El Banco de Germoplasma cuenta con dos salas y un laboratorio en el CIALE donde se preparan las muestras y se conservan en cámaras a diferentes temperaturas, algunas congeladas. También realizan ensayos de viabilidad de las semillas. Cada variedad de semilla se conserva en viales, protegidas de la humedad con sílica y algodón. Algunas se mantienen en frío y otras congeladas.
Entre las especies conservadas que están en peligro se encuentran el Geranium dolomiticum, el Carex lainzii o el Senecio coincyi . Forma parte de este banco de Germoplasma el Banco de Semillas de la Dehesa que ha recolectado ya algunas variedades de plantas características de este hábitat como el tomillo salsero, la retama negra o el Astragalus devesae, cuyas semillas se asemejan a pequeñas piedras.