Bertolt Brecht bien dijo a principios del siglo XX que “tal vez sea un error mezclar vinos distintos, pero el viejo saber y el nuevo bien se mezclan”, y es que hablaremos de eso mismo con una de las mujeres más extraordinarias que tenemos en la capital del Tormes, Visitación Macías Manzano, que a sus 100 años no ha querido poner ningún límite al conocimiento.
Natural de Villaseco de los Gamitos, es de las pocas personas que aún recuerda los años de la Guerra Civil, las cartas de racionamiento o, con todo lujo de detalles, los últimos hechos históricos del pasado siglo. Y es que se puede llegar a una avanzada edad aprendiendo nuevos horizontes y, lo más importante, razonar sobre ello para sacar conclusiones propias.
Y es que en el mes de junio de 2024, se ha expuesto en la Universidad Pontificia de Salamanca una serie de fotografías, de la artista y estudiante Natalia García Cons, de las personas que integran el programa de la Experiencia, y como no podía ser de otra forma, ‘Visi’, como la llaman coloquialmente en la propia institución académica, dejó una frase muy clara sobre lo que es su día a día, y lo que quiere transmitir a los más jóvenes: “La gente tiene que ser activa, y la comunicación con gente es muy importante. De todo el mundo se aprende, de más y menos inteligente”.
Si te aíslas, te quedas en casa o tienes pereza de ir y volver a los lugares… eso no favorece nada
Visi, 100 años, mi primera pregunta es obligatoria hacerla, ¿cómo se llega a esa edad con el espíritu de seguir aprendiendo?
Pues esto ha sido toda mi vida, el conocer cosas nuevas. Aprender a hablar con la gente, yo siempre le he dado mucha importancia a eso. Si te aíslas, te quedas en casa o tienes pereza de ir y volver a los lugares… eso no favorece nada. Para eso tienes que tener voluntad y decir “lo hago”. Yo siempre he tenido mucha fuerza de voluntad para ir a una cosa u otra.
Es decir, siempre se aprende algo nuevo.
Por ejemplo, este año hemos hablado sobre la mujer. No te puedes imaginar lo que lo que he descubierto. Desde la época de Cristobal hasta ahora, las mujeres que han estado en la sombra y todo, desde hace 100 años hasta ahora, ha sido increíble lo que he aprendido sobre cosas que ignoraba. Ni por un momento, si no es por esto, podía yo pensar que pasaría en la vida.
Ya que hablamos de este tema, ¿en qué te ha abierto los ojos este tema?
Me ha abierto los ojos en cosas que yo misma veía naturales, de verdad, y piensas: “¿Por qué esto era así?”. Yo misma, con mi matrimonio, el negocio me lo dejó mi padre y una vez que estuvimos juntos, todo fue a su nombre. En esa época lo vi como lo más natural del mundo, porque lo acepté cómo la cosa que era así, pero ahora he visto que no debería haber sido así.
Y es que este tipo de programas han servido para acercar los nuevos conocimientos a nuestros mayores, pero también los conocimientos adquiridos por ellos en la vida, a los más jóvenes. Una perfecta simbiosis donde el aprendizaje se pone al servicio del intelecto y de marcar nuevas metas vitales, independientemente de la edad que se tenga.
¿De qué era el negocio?
Pues yo vendía de todo (risas). Mi padre tenía un almacén de coloniales, y había una tienda donde se vendía todo eso., y también venían de otras tiendas a comprar. Al final, eramos unos cuantos hermanos y algunos nos fuimos. Yo hice un bachillerato de siete años, y luego hice magisterio. Justo cuando terminé de estudiar, cada hermano se fue a un lugar y a mi padre le dio mucha pena. Nos dijo: “Qué pena el negocio que nos ha dado de comer a todos”.
¿Y tú ejerciste como profesora?
No, en aquella época un maestro no cobraba casi nada. Y claro, a mi me cogió acabar de estudiar pocos años después de terminar la guerra. Fíjate, la guerra estalló cuando yo tenía 12 años, en 1938 me fui a estudiar a Salamanca y después me fui a Madrid para no tener que pagar un internado. De Magisterio me examiné en Madrid, y cuando termino de estudiar, la tienda queda sin nadie, mis padres se jubilan y cierra. Yo me quedé en Madrid, allí me casé y tuve a mis cuatro hijos.
¿Cómo fue vivir esa época?
Pues yo me quedé viuda muy pronto. Con 48 años y yo no quería que mis hijos tuvieran que trabajar en una tienda. Todos están licenciados.
"Yo tenía esa imagen de los padres por encima de todas las cosas"
Te quedaste viuda muy joven, Visi, ¿cómo sacaste a todos tu sola?
No tenía ni carnet de conducir. Las mujeres no se sacaban casi el carnet. Mi marido tuvo una enfermedad que le llevó a una embolia. Y para yo trasladarme, pues me saqué el carnet de conducir, y me dedicaba a eso, a comprar en otras ciudad y vender. Primero con una furgoneta y después con un coche. Es más, mi hijo quería ayudarme porque le gustaba mucho el pueblo y yo le dije que no, que yo quería darle las mismas oportunidades a todos. No iba a dejar a dos trabajando conmigo, y a los otros dos en otro lugar. Además, siempre he tenido la espina de querer ser profesora.
¿Te hubiera gustado ser profesora?
Sí, pero ahí se obedecía a los padres y lo que dijeran. Yo tenía un padre que era increíble, que era inteligente, sin estudios, pero hizo por el pueblo todo. Yo tenía esa imagen de los padres por encima de todas las cosas.
¿Se respetaba más a los padres antes que ahora?
Hay mucha diferencia. Lo que decía tu padre se hacía. Era más el decir esto se hace así, y se hace así. Yo recuerdo que mi madre, por ejemplo, no podía sacar dinero sin el permiso de mi padre, entonces mi padre era la figura principal y después las madres.
Pero a las madres, ¿se les hacía caso también?
Por supuesto. Pero aquello ocurría en esa época.
Hablando de esa etapa Visi, has estado en los momentos más importantes de España del siglo XX.
Sí, lo que menos recuerdo es la República, pero el año anterior a la guerra yo lo recuerdo.
¿Te acuerdas del 35 entonces?
Yo tengo recuerdos de un político, de otro… de muchas cosas y de lo que veíamos ahí. Pero de eso me acuerdo perfectamente.
"A los padres y a los vecinos se les respetaba"
En ese aspecto, Visi, sí que podemos decir que toda época moderna de España la has vivido.
Sí, desde el 24 hasta ahora. Yo he vivido muchas cosas. Yo por ejemplo, recuerdo las cartillas de los vecinos para comer. Yo todo el franquismo lo pasé claro.
Hablando entonces de los mayores, ¿se les escucha poco?
Muy poco. Ya lo creo.
¿Echas de menos el respeto a los mayores?
Sí, sin ninguna duda. Por ejemplo, yo tengo que decir que mi padre era un hombre con autoridad, pero era algo general, a los padres y a los vecinos se les respetaba. Encima había mucha unión. Ahí no había televisiones en Villaseco, salíamos a la calle y nos reuníamos ahí. Buscabas la forma de divertirte.
Y sin dinero.
Sin dinero. Mi pueblo era relativamente humilde. No había grandes ricos. Todas aquellas profesiones del campo las había allí. Yo recuerdo hacer muñecas con mis amigas, y mis hijas igual.
La adolescencia y la infancia de Visitación se podría decir que fue dura, ya que ella misma nos ha dicho que pasó hambre, pero sí sabía lo que había que esforzarse para llegar a cualquier meta. Esto ha sido su vida, pero algo muy importante es que después de criar a sus hijos, quiso seguir formándose.
¿Cómo fue el hecho de decir ‘quiero seguir estudiando’?
Pues mis hijos me dijeron que parara de trabajar, y me vine a Salamanca.
A disfrutar y a vivir.
Eso es, querían que viviera. Y cuando llegó aquí les digo a mis hijos: “¿Puedo poner una tienda?”
Y ni por asomo claro.
Nada de nada, “ni se te ocurra” me decían. Ellos me decían que me necesitaban aquí para una cosa u otra. Pero… ¿Tú sabes lo que es llegar aquí y no saber qué hacer?
Y es ahí cuando decides estudiar.
Claro. Me fui a la Escuela de Artes y Oficios Aplicados. Allí hice corte y confección, empecé a pintar, empecé a dar clases de historia del arte… Había muchas cosas y muchos talleres. Allí estuve 18 años. Por la mañana una clase y por la noche otra. Yo no me cansaba.
¿De dónde sacabas tanta energía?
El querer aprender. A mi se me daba muy bien pintar, y dije: “Pues voy a empezar a pintar”. Y empecé con Vicente Román que era el profesor por aquella época del instituto Fray Luis. Estuve ahí cuatro o cinco años, el profesor se fue y una amiga abrió un taller al que he ido hasta que empezó la pandemia. Después, todas han ido desapareciendo poco a poco.
¿Cómo se lleva la pérdida, por ejemplo, de gente querida?
Pues al final hay que llevarlo bien. Las cuatro que quedamos, somos como hermanas, salimos a comer, a disfrutar…
A quedarse con lo bueno entonces.
Eso es, siempre hay que quedarse con lo bueno.
Para finalizar Visi, ¿qué consejos le das a los más pequeños, o a la gente en general?
Lo que digo en la exposición, hay que comunicarse con la gente, y aprender del que más sabe y del que menos sabe. Porque todo el mundo tiene una manera de juzgar las cosas. De verdad, aprendes de todo el mundo.