Los jedi, para los menos frikis, son unos caballerosdefensores de la paz, con un gran poder y que siempre están del lado de la luz.Hoy la Glorieta bien ha podido ser un planeta cualquiera en el que tres salmantinoshan luchado por hacer, de una tarde cualquiera, una batalla para el recuerdo. Sinsuerte y claro, sin que la fuerza haya acompañado.
La sabiduría es sinónimo de Domingo, otra de las cualidadesde estos jedi. El esperado salmantino, como cantó un valiente desde eltendido, demostró por qué está donde está, y una tarde más dejó impreso en todosel respeto que se le renueva cada año. Y es que para ser un jedi hay quetener claras las cosas como las tiene Chaves, y saber cómo tratar a los toros. Lostoques justos, la suavidad adecuada y un halo de firmeza fueron las armas de Domingo.Mató cambiando el láser por el acero y cortó una oreja de ley, por sabio, portorero y por demostrar la vocación y entrega perennes que debe tener estáprofesión. Un jedi como Chaves es capaz de sorprender y echar la rodillaen tierra para rematar con una larga cambiada al cuarto, que no quiso ver enningún momento la luz que si desprende el ledesmino que salió fuertementeovacionado de su Glorieta.
A la orden jedi de Salamanca pertenece tambiénDamián, un joven que pasó su etapa de padawan, como llaman a losaprendices en el universo de George Lucas, soñando con este paseíllo. Y senotó. La dimensión como torero y esa tranquilidad por no atropellar la razónascienden a estos caballeros. Tragó mucho a pesar de la seriedad del segundo, ynosotros, saliva. Puso todo Damián por conseguir lo que nunca llegó, por esoseguro que habrá retorno. Como un ser de película más bien madrileña o bilbaínafue el quinto, con dos estacas por pitones que rozaron varias veces el vestidodel torero. Aún así lo recibió de rodillas con el capote y le supo sacar lapoca luz con la fuerza siempre del entusiasmo y las ganas de ser.
En el sexto defendió su paz Alejandro desmayado, cruzándosey dando el pecho como sólo estos jedi de verdad saben. Destellos de unafuerza de torería con trincherazos de gusto y desplantes de los que enciendenal tendido. Hizo gala también Marcos de la firmeza y seriedad de los jedi, quelejos de la vulgaridad, buscan que todo tenga sentido. La espada no entró y la calmallegó dejando atrás el último toro de la tarde. Incómodo fue su primero,protestón y desagradecido ante las cosas bien hechas. Respetando los tiemposque marcó el de Adelaida y con un esfuerzo de los de sudar, una vez más sinrecompensa tras dejar una estocada arriba. La luz fue la torería, que pormomentos se impuso a la oscuridad del lote.
Estos tres jedi merecen un retorno a su plaza, unreencuentro con su gente. Pero eso sí,está vez, pido por los toros para que la fuerza los acompañe.
Una crónica de Juan José Diez