Mejor entrada que en los días anteriores, pero menos de lo esperado, unas 5000 personas, en tarde de calor y cielo nublado. Paseíllo puntual con Morante de nazareno y oro, Manzanares de azul noche y oro y Juan del Álamo de blanco y plata. En chiqueros esperan seis de Vellosino.
Barbudo, de 542 kilos. Veleto y cabezón, recibido con algunos pititos injustificados porque, sin ser hermoso, si se presentó con seriedad. Huidizo, con querencia a chiqueros de primeras dadas, el de Vellosino. Costó pararlo y, tras un buen rato, Morante esbozó el toreo por verónicas, sin lograr coger los tiempos. Una vara dejó listo al astado, templado, para q el de La Puebla dibujara dos lances y una gran media verónica. Con escaso resuello llegó el toro a la muleta, pleno de temple, eso sí. Y Morante aprovechó esa dulzura para ensayar el toreo clásico a derechas, un punto lineal, sin acompasarse ni entregarse del toro, bonito y sutil, eso sí. Fundido el toro, Morante siguió su ensayo con algún detalle hermoso en un conjunto carente de emoción. Pinchazo con absoluta desconfianza y media en buen sitio antes de escuchar un aviso. Refrendó con descabello y recibió tibias palmas.
Pesado, de 545 kilos. Sin vaina del pitón derecho, con el cuerno maltrecho, se presentó el segundo Vellosino, menos toro, al que Manzanares recibió con ardorosas verónicas. Una vara, toro por el suelo y José Mari que pide el cambio de tercio. El toro sin poder, a la defensiva, calamocheante cuando no midiendo la arena. Y Manzanares haciendo con que intentaba el lucimiento. Misión imposible. Ni cogió la izquierda. Estocada fácil, desprendida. Silencio para el torero y pitos al toro.
Tinajero, de 555 kilos. Cornidelantero y de sucias puntas, embistió muy bien al valeroso capote de Juan del Álamo, que remató de rodillas y en los medios. Más alegre el de Vellosino, recibió una vara y brillantes banderillas de Jarocho y Javi Guarrate, que saludaron. Del Álamo comenzó de rodillas, a toda mecha, con hambre de novillero. Ya en pie, lanzó muleta, giró a compás muy abierto y trazó derechazos con tanta largura como ausencia de ajuste. Sobre la izquierda, más compuesto y reunido, menos mandón, bajó el calor en los tendidos. Ante un toro noblón, obediente y pasador. Pinchó en un primer intento y cobró una estocada entera. Se amorcilló el toro, sonó un aviso y los paisanos de Juan del Álamo pidieron la oreja con el mismo afán que derrochó el torero. Primer trofeo de la tarde.
Paticorto, de 605 kilos. Alto, largo, silleto y con abudantes carnes, el colorado que le cupo a Morante en segundo lugar sacó un trote descoordinado, dulzura y boyantía. Con él lanceó suave Morante, sabroso en un quite a pies juntos. Personales estatuarios de inicio, abriendo al de Vellosino hasta más allá de las rayas de picar. Derechazos de Morante de buena compostura ante un boyancón sin poder alguno. Con el toro hecho un marmolillo, le tocó de pitón a pitón y a matar lo que quedaba de toro, pues antes de perfilarse ya se tumbó sobre la arena. Pinchazo huyendo y casi entera caída. Pitos.
Nochemala, de 570 kilos. De cuerpo grande, puntas romas y escaso trapío. Tan Grande como el caballo de picar, precisamente en su encuentro se quiso quitar el palo de un pechugazo. Todo un trámite para llegar al acto de muleta y llegado el mismo, más trámite. Por fuera, con el pico, sin más derechazos de medio trazo y escasa fe. Igual con la izquierda, despegado. Entera caída, derrame y sin puntilla. Pitos al Vellosino y silencio a Manzanares.
Madrileño, de 620 kilos. Huyendo y amagando el salto, corriendo el torero tras el toro, así comenzó la lidia de Juan del Álamo al bonito y colorado sexto. Picado dos veces, la humillación extraordinaria la aprovechó para torear de veras a la verónica. Puso banderillas, inaudito en él, y tras clavar el primer par le perdió la cara para ser cogido contra las tablas. Maltrecho tras el tarantantán, puso otros dos sinceros pares y puso a la plaza en pie. Clase, humillación y gran nobleza la del guapo Vellosino y toreo largo y entregado del salmantino, que junto al almíbar del astado no terminó de fundir en armonía. Fue cuando se desmelenó, cuando dio un cabezazo al lomo, cuando se tiró de rodillas cuando más caló su labor. Media tendida. Y tres descabellos, que no fueron obstáculo para que los paisanos le concedieran la oreja y lo sacasen por la Puerta del Toro.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios