Son las 15 horas de cualquier día del estado de alarma enSalamanca. La ciudad está vacía porque los residentes en la ciudad permanecenen sus casas. Solamente se encuentran en la calle aquellos que abandonan susdomicilios para trabajar y que, convenientemente, tratan de respetar las normasde seguridad dictadas por el Gobierno. El resto come, descansa, se informa delos últimos datos de impacto del Covid-19 en España a través de los medios decomunicación o realiza otras actividades dentro de sus hogares.
En ese mismo momento son las 8 horas en el mexicano ranchode El Rosario, ubicado en Guanajato, aunque más próximo a Querétaro. Lapoblación se levanta y desayuna en las casas del lugar antes de salir a faenaren el campo o llevar a cabo otras tareas vinculadas a él, como prepararse paratorear, hecho que ocurre con el salmantino Eduardo Gallo, afincado allí desdeoctubre de 2018.
“El coronavirus no ha llegado tan fuerte a México como aEspaña y todavía hay algunas tiendas y restaurantes abiertos, pues las medidasse van tomando por estados. Es cierto que los centros comerciales y la mayoríade negocios están cerrados y con el personal teletrabajando, pero se ha realizadomás como prevención que por un aluvión de contagios como el español”, relata eltorero a SALAMANCA24HORAS.
Cuando la ‘Crisis del coronavirus’ llegaba a su tierra,Gallo se planteaba volver a ella, opción que terminaba declinando: “Lo pensépor estar cerca de la familia, pero si iba, tenía que encerrarme en una casasin poder verla. Aquí no hay estado de alarma, por lo que puedo hacer deportey practicar toreo en la finca. Con las circunstancias que hay en España, tenerun trozo de tierra por el que poder caminar es un lujo.Lógicamente, es duro estar lejos de los tuyos en un momento así, pero tambiénestoy rodeado de personas a las que considero familiares. Por eso, mi vida esprácticamente similar a la que llevaba antes de la cuarentena, con la salvedadde que voy muy de vez en cuando a Querétaro para comprar”.
En ese viaje, el charro observa a gente por la calle, aunqueen menor medida que antes de la aparición del Covid-19. “Pasa porque nuestrasituación es menos dramática. De hecho, en Ciudad de México siguencongregándose multitudes en el Metro. Pero nadie puede confiarse; esto puedecambiar de una semana a otra”, explica.
En lo que ha variado el día a día de Eduardo Gallo es en queahora no puede vestirse con un traje de luces porque se han suspendido lascorridas de toros. La última la lidiaban Juan Pablo Sánchez y él en la HaciendaEl Salitre el 14 de marzo: “Ya se habían cancelado ferias taurinas y encuentros deportivos porprecaución, pero en esa plaza se pudo torear porque es decarácter íntimo y no excede los 600 aficionados de aforo. Ahora toreo toros ovacas durante los fines de semana en la ganadería, donde también llevo a caboalguna labor los demás días”.
El tiempo libre prefiere dedicarlo a tareas ajenas ainformarse sobre la expansión del coronavirus: “He decidido dejar de estar muyinformado sobre lo que pasa en España porque son malas noticias y, al estarlejos de casa, condiciona mi día a día. Al principio, estaba muy al tanto, peroescuchaba cosas tan malas y feas sobre mi país que me causaba dolor. Lógicamente,en México existe preocupación por lo que sucede en España. Esta situación nosha pillado a todos sin saber cómo actuar. Nadie estaba preparado para unimpacto así”.
Mientras la pandemia del Covid-19 continúe, la vida en México,donde la palabra ‘desescalada’ suena extraña al no haber necesitado tomardecisiones tan drásticas como España, irá modificándose. En lo que coinciden loshabitantes del país natal de Eduardo Gallo y el que lo acoge actualmente es en que,con unas medidas u otras, quieren dejar de lidiar con un morlaco microscópico: elcoronavirus.