Salamanca, tierra taurina por excelencia, vive “taurineando” desde el pasado viernes, 9 de septiembre, momento en que daba comienzo la Feria de 2022, rara este año, por cierto, al encontrarse dividida en dos fines de semana, el de 9 de septiembre y el de 16.
Y aunque el ambiente taurino ya no es ni de lejos lo que era en tiempos añejos, donde los aficionados tenían por costumbre reunirse en los bares más afines al toreo, para charlar acerca de los diestros y ganaderías que iban a estar presentes durante la Feria, así como para comentar las faenas de las jornadas anteriores, La Glorieta ha decidido engalanarse un año más defendiendo un espectáculo que forma parte de la cultura de nuestro país, declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial según la Ley 18/2013, de 12 de noviembre y Ley 10/2015, de 26 de mayo. Así como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial en Castilla y León, según el Acuerdo 32/2014, de 3 de abril.
Pese a ello, los tiempos han cambiado para todo, tanto en la afición como en el propio sector taurino y por supuesto en todo lo que lo engloba, como son las cuadras de caballos encargadas de ejecutar la suerte de varas: uno de los colectivos más dañados tras el paso de la pandemia.
La labor de los caballos de picar y de los monosabios, esos hombres vestidos de rojo y azul marino que acompañan a caballo y picador cuando estos salen al ruedo para ejecutar la suerte de varas, es más que fundamental durante una corrida de toros, pese a que lastimosamente en los últimos tiempos, en muchas ocasiones pasa desapercibida.
Estos valientes caballeros con vara en mano son un auténtico “salvavidas”, desde luego que para sus caballos, pero también para los hombres de oro que cabalgan sobre la grupa de sus equinos. Un trabajo que engloba mucho más que criar, mantener y transportar los caballos del campo a las diferentes plazas, donde los varilargueros aguardan en el patio de cuadrillas el día de la actuación de su matador para escoger caballo y puya por orden de antigüedad.
Los monosabios se juegan literalmente la vida por salvar la de su equino en el ruedo cuando las circunstancias se vienen mal dadas, como ocurre tantas tardes donde el burel derriba al picador y lo deja tanto a él como al caballo a merced de las astas del toro, como ocurrió el pasado domingo, 11 de septiembre, en el primer toro de la corrida de Garcigrande en Salamanca.
Es en ese momento donde a cuerpo limpio y sin defensa, el monosabio salta al ruedo para impedir que tanto el jinete como el animal toquen suelo. De hacerlo deben intentar, en el menor tiempo posible, levantar al caballo, mientras los hombres de plata y oro alejan al astado.
Con el fin de dar a conocer la primordial labor de una cuadra de caballos de picar, hablamos con Francisco Román, propietario y monosabio de la cuadra de Jerez de la Frontera, ‘La Suerte de Picar’, encargados de actuar durante esta Feria Taurina Virgen de la Vega 2022 en el coso de La Glorieta.
Esta cuadra de caballos conformada actualmente por nueve equinos y ocho monosabios remonta su origen a la cuadra de Los Belmonte: “Ahí fue donde la cogieron mi padre y mi tío que llevan 40 años con ella”, confiesa Francisco Román, quien se hizo con el mando de la cuadra hace 22.
Desde su andadura, Román reconoce que de la suerte de varas de hace veinte años a la de ahora “son mundos distintos. Desde los veinte años que llevo con la empresa el caballo ha mejorado mucho, la doma también y por supuesto los materiales. Ahora el caballo va más cómodo y está mejor, y más ligero”.
De esta manera, aunque no es imposible, sí resulta más complicado que con la protección que llevan ahora los percherones “forrados”, literalmente, sufran una cornada durante la ejecución de la suerte. No obstante, desde la cuadra aseguran que “cada empresa tiene un veterinario de campo que nos trabaja y que está preparado para curar una herida, una cornada o para operar. Se contrata a la persona que uno cree que es de más confianza”.
En lo que respecta a la propia ejecución dentro del ruedo, la labor del monosabio es vital, aunque fuera de él también lo es.
“Jugamos un papel fundamental porque tenemos que preparar los animales, mirar que estén bien y después ayudar lo posible en el ruedo a las circunstancias que se den”, anticipa Francisco Román, mientras aclara que el trabajo que hay detrás “es vital”, además de “diario”: “En invierno continuamente estamos domando caballos nuevos, y montando los veteranos para que estén en forma”.
Al final de la doma está el campo, hay que probarlos con las vacas una vez que esté el trabajo anterior hecho, que esté bien domado, que el animal ande bien con el peto, y vaya tapado bien. Y ahí empezamos ya a ir al campo, a tentaderos, para ver reacciones y que el animal vaya aprendiendo”.
Respecto a las condiciones necesarias para que un caballo percherón se convierta en un equino válido para ejecutar la suerte de varas, Francisco Román exige “morfología, nobleza y entrega. Deben tener buen fondo y corazón, que es lo fundamental”.
Finalmente, otro de los temas a tratar durante la entrevista es la repercusión que ha tenido la pandemia en el sector: “Todavía nos encontramos en la remontada porque ahora quedan muchos huecos atrás que faltan tanto de animales como económicamente, donde la situación ha sido bastante dura sin ningún ingreso, mientras que todo han sido gastos.
Hay animales que han fallecido y no se han podido reponer porque no hemos podido comprar más, y otros caballos los hemos tenido que vender para que el resto puedan ir comiendo. En total hemos tenido que reducir cuatro caballos, tres que hemos vendido y uno que ha muerto”. Mientras que concluye, asegurando, que “no hemos recibido ninguna ayuda por parte de nadie”.