Juan Leal es uno de esos toreros con estilo, con muchas condiciones, no solo para querer, sino para ser torero. Su concepto ha ido evolucionando desde sus inicios, y aunque no ha llegado a abandonar del todo el clasicismo que le caracterizaba hace unas cuantas temporadas, ahora apuesta más por el toreo de quietud, de proximidad. Del que hace sobresaltar al público y tenerlo en vilo mientras dure la faena. Algo a lo que el diestro francés denomina “entrega”.
Tras una temporada en blanco, toca engrasar los motores y ponerse de nuevo a rodar. Los entrenamientos en el campo son fundamentales en la preparación de un torero, que no se nutren únicamente de lidiar vacas. A menudo necesitan el contacto con el toro.
El cambio de la vaca al toro es muy grande. El comportamiento de la mente, los movimientos, las dimensiones del animal son factores que están en juego y que hay que tener muy presente. Aunque no lo parezca, los pensamientos delante de un toro a veces se nublan, y lo que parece realmente fácil deja de serlo, por eso la preparación mental es mucho más importante en un torero que la parte física.
Días antes de su cita en el anfiteatro romano de Nimes, Juan Leal se encerraba con tres animales en casa de Moisés Fraile donde pudo disfrutar y sentirse, sobre todo delante del morlaco, que le sirvió mucho de cara a su intensa preparación, y de cara a ese día donde abrió por tercera vez consecutiva la Puerta de los Cónsules.
A Leal le queda mucho recorrido, pero actualmente ya está enfocado en conseguir su ansiado anhelo: hacerse con el pódium del toreo francés. Entretanto, habrá que seguir de cerca sus pasos para ver si lo logra.
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