En vilo, así llegaban los aficionados salmantinos a La Glorieta en la tarde de las figuras. El único cartel de la feria que los más entendidos consideran como “rematado”.
La inquietud se palpaba ya en el alfoz de la plaza y no solo por la expectación porque ya saben lo que dice el dicho, ‘tarde de expectación, tarde de decepción’, que en este caso no lo fue, sino por la lluvia. El mediodía había sido cañero en todo su sentido, tenía Dios agua en los cielos, que diría mi abuela, y el paseíllo fue a golpe de chirimiri.
Pasado el chapuzón y todavía con la incertidumbre de si el tiempo daría una tregua a la tauromaquia, y la mira puesta en si el ruedo estaría al gusto de los toreros, salían ellos, los hombre de oro, con sus hombres de confianza, la cuadrilla, tres figuras actuales, taquilleros, con el beneplácito de la afición y el reclamo de la juventud. Tres tierras diferentes unidas en Salamanca, Extremadura, Perú y Andalucía, y con ellas la alianza del toreo artístico y de valor entremezclado.
El más antiguo de los tres, Alejandro Talavante, fue el primero en medirse a los Garcigrande, hacía dos años que Justo Hernández no lidiaba en la plaza de su tierra, y la última vez con una corrida completa lo hizo sin mucho éxito, y eso que entonces contaba con la ayuda del maestro Julián López ‘El Juli’, quien puso a esta ganadería en la cúspide de las figuras. Con la encomienda de darle la vuelta a la tortilla, Amoroso fue el primer pupilo de J.H, un toro castaño, que parece que no fue del gusto de todo el público que hicieron sonar los primeros pitos de la tarde.
La todopoderosa mano izquierda del extremeño fue la que primó durante toda la obra ante un primer toro de Garcigrande que embistió al ritmo de un carretón, permitiendo a Alejandro lucirse. Lástima que el burel se desentendía del final del muletazo y aunque colocaba bien la cara le faltaba humillación. Pinchó y su buen toreo al natural recibió una ovación. En el caballo empujó cabeceando y con un solo pitón, al que Manuel Cid aguantó bien el envite. Y en banderillas destacó un primer par, fácil, de Álvaro Montes junto a una lidia mimada de Javier Ambel.
Lo mejor de la tarde llegó en el cuarto con Querido, un astado de capa negra de Justo Hernández que fue querido por Salamanca y mucho. Se le concedió la vuelta al ruedo porque tuvo grandes virtudes, clase y nobleza, pero sobre todo bravura y humillación, con codicia y repitiendo, más tecloso por el pitón izquierdo, dificultades de un toro bravo, y al que le faltó empuje en el caballo y finales en la muleta para ser un toro de vacas.
Tuvo suerte y mucha también este Querido por caer en las manos de Talavante, un diestro que no solo está en el podium de los matadores por su poderío, también por su clase y su magistral concepto del toreo con duende. Le hizo un faenón al astado Talavante, pero toreando siempre para él, ayudándolo a embestir mejor y escondiendo bien sus dificultades. Una obra digna de un maestro, que puso en pie a La Glorieta que se resistía a que la faena concluyera. Mató al segundo intento con una gran estocada al encuentro que le valió dos merecidas orejas. El indulto esta vez no pudo ser para Querido, que sí pasará a la historia de La Glorieta y que fue premiado con la vuelta al ruedo, posiblemente entre los nombres candidatos a Toro de Oro.
En el segundo de la tarde, primero de Roca Rey, el palco se llevó una buena bronca, había pedido el público de La Glorieta una oreja al peruano que no fue concedida, bajo el punto de vista de una servidora, con buen criterio, pues la faena tuvo mérito por los arrimones de Roca, entrando en terrenos comprometidos, aunque lo cierto es que hubo más recursos que toreo en la obra, de ahí el resultado de la presidencia. Recogió una ovación. Anteriormente en banderillas había destacado Francisco Durán ‘Viruta’.
En el quinto, ante Comandante, hizo poco Roca porque poco se podía hacer. El toro se rajó pronto, aquerenciado en chiqueros desde los inicios, manso total. Con eso lidió el peruano, que se puso delante aun sabiendo que el bacalao estaba vendido y justificó su presencia en Salamanca. De nuevo, La Glorieta le pidió las orejas y cuando el palco concedió las dos, excesivas, por cierto, fue abucheado de nuevo. Esta vez por su benevolencia.
El toreo de la tarde lo puso Pablo Aguado, entre el primer y el tercer toro, y es que el sevillano tiene un concepto del toreo bendecido por Dios. La carta de presentación ya fue de toreo suave a la Verónica, al ralentí, con delantales parados en el tiempo que fueron reconocidos y que, de momento, ha sido el mejor capote que se ha visto en la feria.
La faena de muleta fue más de detalles, le faltó continuidad e intensidad debido a la escasa transmisión de Pugil, un astado de Garcigrande que pese a su nobleza se vino a menos, haciéndolo mejor en el embroque de la muleta que en los finales, que impidió que la obra de Aguado fuera rotunda. Sin embargo, el poso del sevillano fue premiado con la primera oreja de la tarde.
Hacía cinco años que Aguado no pisaba vestido de torero La Glorieta y tenía ganas de torear, se notó, pero es que no tuvo toro en el sexto con Diablito, que hizo alarde a su nombre y fue diablo en banderillas, y si no que se lo pregunten a Diego Ramón Jiménez, a quien puso en apuros en el tercio de banderillas, a punto de ser prendido. Primó en esta obra la técnica, donde los mejores pasajes fueron con la diestra. Sumó otra oreja el sevillano y acompañó también en hombros a Talavante y Roca Rey.
Con Querido a la cabeza, Garcigrande ha conseguido remontar su última aparición en La Glorieta.
En el siguiente enlace les adjuntamos también cómo ha sido el toro a toro contado en directo desde La Glorieta, la tarde de este viernes, 20 de septiembre.
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