El campo charro no tiene ni mar ni puerto, pero Cayetano seencontró hoy de lleno con ?Barquito? y juntos navegaron en la Glorieta. Al torero,roto, le sobraron hasta las manoletinas para sentir con todo. Un cambio de manode locos hacía presagiar que aquel viaje iba a ser inolvidable. Un capitán asentadoal frente del bote y que echó el ancla en Salamanca para torear con gusto ydespaciosidad, y el toro cada vez a más. Dulce, con calidad, todo para olvidarsi la brújula marca norte o sur, porque la faena ya no entendía de puntos cardinales.La humillación deshizo cualquier nudo y las muñecas de Cayetano iban del ladodel gusto. Desmayado con la diestra, sintiendo la brisa más pura en lasembestidas de ese toro que no se me van de la cabeza. Los molinetes de rodillasy un desplante soltando la muleta, como si el timón ya fuera automático. QuisoCayetano recibir al toro para atracar en el puerto, pero tras fallar volvió aentrar con acierto, izando las velas que cada salmantino tenía en su bolsillopara que Ramón enseñara las suyas. Y así fue. ?Barquito? surcó el ruedo una vezmás en una más que merecida vuelta. Si siempre se navegara así, ¿quién noquerría ser marinero?
Y si Cayetano fue el capitán, el Juli esculpió dos faenas defirmeza, de poder y mirar al tendido diciendo aquí estoy yo. Yes que se nota cuando está, porque consigue que todos creamos en que un futuromejor es posible. No deja Julián tocar nunca la muleta ni que la desconfianzatape las virtudes. Sacó el cincel ante el quinto de la tarde y fue desgranandolas embestidas que convirtió en suyas. De rosa fueron las manos bajas a laverónica y una chicuelina que despertó a los tendidos, que por cierto, estánpreciosos así de llenos. Con la muleta se mezcló el mando con el relajo para irhaciendo que Posadero fuera la escultura que El Juli soñaba. Tesón y paciencia son las bases de la ciencia,y de cualquier escultor, por eso hizo gala de ello el torero, que mató comodebía y se metió dos orejas más en el esportón. Cogió la llave de la puertagrande en su primer toro, gustando con el capote y demostrando una vez más lafirmeza que atesora en su toreo de muleta.
Morante ni navegó ni esculpió, pero si escuchó una cuantas broncas,de esas que llaman toreras y se fue a pie de La Glorieta.
Una crónica de Juan José Diez