“Somos unos privilegiados por haber disfrutado de ese corazón tan grande que tenía José Pinto”, dijo el presentador Juanra Bonet hace un mes y medio, en el programa ¡Boom!, horas después de que se conociera el fatídico fallecimiento del ganadero de Casillas de Flores, que logró ganarse un hueco en el corazón de muchos españoles por su sabiduría, carisma y humildad.
En aquellos momentos tan tristes de los últimos días de febrero, los medios de comunicación llenaron sus páginas de homenajes y recuerdos a Pinto, indicando que el ganadero, pese a que no contaba con una formación académica y, decían, era un hombre de campo, había demostrado tener unos conocimientos inabarcables. Algunos, incluso, llegaron a afirmar que se trataba de una persona sin estudios, que a base de leer y de interesarse por el mundo que le rodeaba había logrado convertirse prácticamente en un maestro de casi todo.
Y en parte fue así, en lo de la lectura tenían razón; pero en otra no, porque José Pinto tuvo la oportunidad —que no desaprovechó— de acceder a la mejor formación que un niño de finales de los años sesenta y principios de los setenta podía tener: estudiar en una Universidad Laboral.
Acercamiento a las universidades laborales
Las universidades laborales fueron centros de formación que se crearon en los años 50 del siglo XX, en pleno franquismo, a partir de la iniciativa del por entonces ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco (1911-1995), que quiso, básicamente, brindar la posibilidad de estudiar a los hijos de los trabajadores, la mayoría próximos al umbral de la pobreza. Las universidades laborales dependían del Ministerio de Trabajo como entidades de previsión social. Por lo tanto, se asentaba en un conjunto de becas que se concedían a los hijos de los más necesitados a través de las mutualidades laborales, y funcionaba como un sistema paralelo al del Ministerio de Educación de entonces.
Inicialmente, tal y como recoge el profesor Galo Sánchez, de la Universidad de Salamanca, en su libro La Universidad Laboral de Zamora: una manifestación del proyecto social y educativo del Franquismo (1946-1980), se crearon las universidades laborales de Gijón, Zamora, Sevilla y Tarragona; pensadas todas ellas para dar Formación Profesional. Hasta que en el año 1968 se pensó que la mejor forma de poder surtir a estos primeros centros era creando una gran Universidad Laboral que se llamó COUL (Centro de Orientación de las Universidades Laborales) al que acudían los niños menores de edad a hacer la EGB. Y al terminar, accedían a la Formación Profesional o podían estudiar BUP.
Para la EGB, entonces, se puso en marcha la Universidad Laboral de Cheste, en Valencia, una inmensa ciudad escolar con 5.000 alumnos distribuidos en cuatro residencias, en la que en cada una existían seis colegios. En 1972, con diez años, José Pinto marchó de Casillas de Flores a Cheste, quedando encuadrado en la primera residencia de la Universidad Laboral, que para diferenciar las clases utilizaba nombres de animales. Pinto, que por entonces era Juan José Alfonso Pinto, se convirtió en un atún, el nombre con el que eran conocidos los estudiantes de su colegio dentro de la gran ciudad educativa que a su vez era la institución de aquella localidad valenciana.
José Pinto en Cheste
"José, desde muy pequeño, empezó a destacar mucho en la escuela, y no porque sacara sobresalientes, pero su cabeza iba por delante de todas las demás", cuentan a SALAMANCA24HORAS desde la familia de José Pinto. "Por entonces era la época de florecimiento de las Universidades Laborales y el maestro del pueblo habló con nuestros padres. Les dijo que José no podía quedarse, que tenía que irse fuera para tener la oportunidad de estudiar. Les habló de aquellas grandísimas instituciones que iban más allá de un instituto de secundaria, pero el acceso no era fácil, ya que sólo admitían a jóvenes con muy buenas capacidades. Los chicos tenían que sacar muy buenas notas para poder conseguir alguna de aquellas preciadas becas, y José lo logró, marchándose a Valencia en septiembre de 1971", recuerdan.
El trayecto hasta Cheste no era el mismo que ahora. Los que vivían en pueblos tenían que acercarse a Salamanca y, de allí, un autobús les llevaba a Valencia. Eran muchas más horas porque "las comunicaciones eran de otro siglo". Eso también conllevaba que los niños sólo regresasen en Navidad, Semana Santa y verano. Es decir, con las vacaciones escolares, algo que también hace rememorar a sus familiares a una divertida anécdota. Y es que "José era muy pequeño cuando se marchó, pero al regresar en la primera Navidad había pegado el estirón. Su madre tuvo que renovarle el armario entero porque los jerseys le quedaban por el antebrazo y los pantalones por los tobillos", cuentan con cariño.
"José disfrutaba muchísimo en Cheste y participaba en todo", siguen contando algunos de sus familiares con la emoción de su recuerdo. "Se aficionó al cine allí, que le apasionaba, gracias al cineforum, y aprendió muchísimas cosas que le sirvieron el resto de su vida". Las universidades laborales contaban con muchos más recursos que la amplia mayoría de los colegios públicos y de muchos privados de la época. Además, en los últimos años del franquismo, muchos profesores jóvenes que se habían incorporado aportaron una corriente nueva y aperturista a los estudiantes que estudiaban en los diferentes colegios de estas gigantescas instituciones. "José siempre recordó con mucho orgullo y cariño su estadía en Cheste y sus hermanos guardamos como oro en paño un recuerdo, una Biblia, que le regaló el director del colegió Atún cuando su época en Valencia llegó a su fin, con una dedicatoria que decía: "Para José, el pequeño, pero grande entre los grandes".
José Pinto en Zamora y el mono de las Juventudes Libertarias
Así, en 1975, José Alfonso Pinto dejó la Universidad Laboral de Cheste para estudiar en la Universidad Laboral de Zamora, mucho más cerca de casa. "En Zamora permaneció hasta 1979 y allí completó sus estudios de BUP y COU. Aquella época, muerto el dictador, fue la de la efervescencia política. "Por entonces a todos se nos despertaba aquella vena. Se vivían cosas muy gordas y España era tercermundista. Todo estaba prohibido y todo estaba por hacer", rememoran desde la familia de José Pinto. "Reproducíamos una y otra vez aquel disco de Paco Ibañez grabado en el Olympia de París. José cantaba muy bien las de Georges Moustaki, las de Jacques Brel y Víctor Jara... eran canciones preciosas y la manera que teníamos de manifestar cosas que hasta entonces nunca nos habían dejado hacer".
"Teníamos catorce o quince años y comenzó a interesarnos la política, así que empezamos a frecuentar la sede de la CNT, que estaba en la calle Balborraz", rememora para SALAMANCA24HORAS el periodista zamorano César Antruejo, compañero de estudios en la Universidad Laboral de Zamora de José Pinto. "Curiosamente, en aquella sede había un mono; un mono animal que alguien había llevado, y allí pusimos en marcha una sección de las Juventudes Libertarias, con Pinto como miembro fundador". "Recuerdo perfectamente al mono, de hecho le mordió a mi novia", recuerda también Luis Ramos, profesor y poeta zamorano, que formó parte de aquel incipiente movimiento asociativo en Zamora durante los años en los que José Pinto estudió allí.
El recuerdo de los atunes
Las becas continuaron incluso cuando comenzaron a desmontarse las instituciones de la dictadura, hasta bien entrados los años ochenta, cuando los sindicatos consideraron que las universidades laborales eran una herencia franquista a la que había que dar carpetazo y el gobierno democrático hizo poco por impedirlo.
Varias fueron las oportunidades en las que José Pinto regresó a Cheste y volvió a reunirse con numerosos de sus antiguos compañeros de estudios. José lució el símbolo de su colegio, estampado en su camiseta, durante su participación en algunos programas de la tele.
La Universidad Laboral ha marcado a miles de chavales que, a finales del franquismo, tuvieron la oportunidad de crecer como personas y de labrarse un futuro muy lejos de casa y de sus familiares. "José estuvo poco antes de morir en Cheste, dando una conferencia, en la que le hicieron un homenaje", cuentan sus familiares. A su entierro acudieron varios compañeros y algún que otro profesor. En su capilla ardiente, unas flores rezaban: "Tus compañeros del atún 72-75".
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