Paulino Sánchez González, apodado El Furtivo, tenía 39 años en 1987 y era campesino. Vivía en la pequeña localidad de La Hoya, situada en las estribaciones de la Sierra de Béjar. Estaba casado y era padre de dos hijas. Pese a que unos años antes había sido juez de paz en el pueblo, según las crónicas de la época no gozaba ni mucho menos de buena reputación entre sus vecinos, que le consideraban "pleiteista" y "pendenciero".
Paulino Sánchez tenía ganado, al igual que su vecino Avelino García Izquierdo, de 57 años. Avelino, además, tenía dos hijos, Javier García García, de 25 años, y Pedro Luis, de 22. Paulino y Avelino mantenían rencillas desde tiempo atrás. Ambos eran propietarios de tierras en las que pastaba el ganado, una al lado de la otra, por lo que los conflictos de lindes entre las dos familias eran muy habituales. Sin embargo, nunca habían sido violentas, por lo que nadie se podía esperar lo que ocurriría aquel 1 de mayo de 1987.
Hacia las 21:45 horas, Avelino y sus dos hijos le recriminaron a Paulino que permitiera que su ganado se pasara a sus pastos, llegando a expulsar a 20 vacas de El Furtivo que había en su propidad, por lo que se entabló entre ellos una discusión en la que se produjo algún forcejeo y tirones de ropa. "Ahora vais a ver de lo que soy capaz, ¡cacho cabrones!". Esas fueron las amenazadoras palabras que, según afirman las crónicas de la época, realizó El Furtivo para zanjar la disputa. Paulino se marchó a su casa para, acto seguido, regresar con una escopeta de caza de repetición. Llegó hasta donde se encontraban el padre y sus dos hijos y, sin pensarlo dos veces, apretó el gatillo.
Javier fue el primero en caer al suelo, tras un disparo que le atravesó el pecho. Su hermano pequeño, Pedro Luis, trató de escapar, pero fue alcanzado en la espalda por dos disparos que le hirieron de muerte. Para el final, Paulino dejó a Avelino, a quien le pegó tres tiros. Uno en la pierna, un segundo en el hombro y el último en el cuello. El Furtivo se marchó a su casa, con aparente tranquilidad y sangre fría, mientras los tres cadáveres yacían en el suelo.
Según la información demográfica de 1987, La Hoya contaba con 38 habitantes, por lo que al escuchar los disparos, los vecinos del pueblo, con su alcalde al frente, acudieron al lugar de los hechos, presenciando la sangrienta escena. Inmediatamente alertaron a la Guardia Civil de Béjar, cuyos agentes tardaron sólo media hora en detener a Paulino, que se había cambiado de ropa pero permanecía impasible en su casa. Salió a la puerta de su vivienda con las manos en alto y sin oponer resistencia, desde allí fue trasladado al cuartel de Béjar, donde prestó declaración, confesando el crimen. Se dice que, en presencia de su abogado, El Furtivo llegó a afirmar que cuando saliera de la cárcel se vengaría de todo aquel que pudiera tomar represalias contra su familia. Su mujer y dos hijas de corta edad fueron trasladadas por un hermano del homicida a la localidad abulense de la Horcajada.
"Esta para ti, cabrón"
El juicio contra el autor de los asesinatos, Paulino Sánchez González, se celebró en diciembre de 1987 en la Audiencia Provincial de Salamanca. El Alto Tribunal condenó al acusado a la pena de 84 años de prisión y además al pago de 21 millones de pesetas para la madre y esposa de los asesinados, Plácida García Martín. La sentencia recogió que, cuando Paulino disparaba a Avelino, el asesino afirmó: "Esta para ti, cabrón".
OTROS CRÍMENES: Crimen y Castigo en Salamanca, El crimen de Arapiles, El crimen de Castellanos de Villiquera, El Crimen de Tardáguila.
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