Un martes de marzo era un buen día para despertar, pegar un palo y drogarse. O eso es lo que pensaron aquella jornada de 1987 dos yonquis llamados Aurelio Fernández Molina, de 32 años y natural de Badajoz, apodado El Rata; y Jesús San José Ruiz, de 29 años y nacido en Ciempozuelos (Madrid), a quien conocían como El Ángel.
No se pinchaban desde las cinco de la mañana y el mono ya apretaba. Con muchas horas de infierno por delante y sin un duro para comprar un poco de heroína, ese día escalaron un peldaño más en su amplio historial delictivo. En su carrera, habían empezado con robos en el interior de coches y luego habían seguido con los tirones, pasando por los asaltos a farmacias. A las 11:30 horas entraron armados con revólveres en una sucursal bancaria de Banesto situada en la avenida de Hilario Goyenechea, en el barrio salmantino de San José. En aquella época los atracos en bancos estaban a la orden del día, también en Salamanca, pero aquel no sería un asalto más. Se prolongó durante siete horas, mantuvieron secuestrados a tres rehenes y obligó a que se dieran cita en la ciudad varias unidades de los GEO.
En el banco se encontraban en ese momento sólo tres hombres: el interventor Gregorio López, el director de la sucursal, José Marcos López; y el oficial de primera Francisco Cardallaguet Quirent. El Rata y El Ángel llegaron acompañados de un tercer compinche y, con la cara tapadas con medias, encañonaron a los trabajadores exigiéndoles el dinero de la entidad.
Alguna de las tres víctimas pudo apretar una de esas alarmas que no suenan en el local pero sí que alertan en otro lugar. La alarma sonó directamente en la central de Banesto en Madrid y a los pocos minutos los primeros coches de la Policía comenzaron a llegar a San José. Mientras El Rata y El Ángel permanecían dentro, el tercer hombre, José Antonio Morente Muñoz, de 30 años, identificado como El Cojo porque ya había resultado malparado en otro incidente anterior con los maderos, acababa de salir para tener el motor del Renault 12 en marcha y poder escapar deprisa, deprisa. Fue arrestado de inmediato, no estaba para correr mucho.
Mientras los agentes acordonaban la zona, se fueron formando numerosos grupos de curiosos, expectantes ante el despliegue policial. Al ver la llegada de las fuerzas de seguridad, los dos atracadores acercaron a los rehenes a las ventanas, amenazando con matarles si algún policía entraba en el banco. Sin embargo, en esos momentos el dinero había pasado a un segundo plano. Ya sólo querían heroína.
"En las peticiones que formulan a la Policía de Salamanca, a través del teléfono, durante las últimas horas de la mañana y las primeras horas de la tarde, expresan diversas cantidades de caballo: diez gramos, cinco gramos... la Policía se mantiene firme. No hay heroína. Eso es lo único que se puede decir. La Policía nunca da droga", contaba al día siguiente El Adelanto en su crónica, en un número especial que se agotó en los quioscos.
Y así transcurrieron las horas. Lentamente. Entre el mono de los dos jambos, la tensión reflejada en los agentes, la curiosidad de los cientos de personas que, en ocasiones, llegaban a saltarse el cordón policial... El Rata y El Ángel no aceptaron un trato con metadona para liberar a algún rehén. Tampoco con metasedin ni rohypnol. Pero la situación se complicó. A primera hora de la tarde llegaron desde Madrid los GEO, que montaron su base de operaciones en el vecino colegio León Felipe para estudian un asalto al banco que debía ser espectacular, porque sólo había una puerta.
A las 16:25 horas los atracadores, que habían incluso mantenido conversaciones telefónicas con algunas emisoras que llamaban al banco, recibieron unos bocadillos y unos trujas tras la negociación con el comisario Pedro Crespo. A las 16:35 pidieron un médico, que no llegó a intervenir. Veinticinco minutos después se presentó el comisario jefe, David Peña, que pasó a ser el interlocutor principal. Poco después liberaron al interventor, Gregorio López, indemne pero muy nervioso.
Sabiendo lo que iba a ocurrir y cuando las fuerzas flaqueaban, El Rata y El Ángel llamaron por teléfono a sus familias y les pidieron que les enviaran mantas y ropas al chabolo que les tenían preparado en la cárcel de Salamanca. Acto seguido, a las 18:12 horas de la tarde, abandonaron ya esposados la sucursal bancaria, entre insultos de centenares de salmantinos. Los GEO también volvieron a casa por la vieja nacional.
Para hacerse una idea de lo que se vivía por entonces, aquel mismo día también fue asaltada una sucursal bancaria del Banco Central, situada en Canalejas. Mientras El Ángel y El Rata mantenían entretenidos a periodistas y policías, los delincuentes se hicieron con 200.000 pesetas a eso de las 13:30 horas.
(Las fotografías que ilustran este reportaje fueron publicadas en la edición del 1 de abril de 1987 y realizadas por Foto Los Ángeles y Foto Metro)
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