Tras las llamas late una mente atrapada en una obsesión, en un impulso irrefrenable, en un deseo de poder; se trata de la fascinación por incendiar y observar cómo se propaga.
El fuego ha sido interpretado por el hombre, desde los albores de la humanidad, como un símbolo de poder; no en vano, existen numerosos mitos vinculados a él, siendo uno los más famosos el de Prometeo.
Son numerosos los estudios que recogen el perfil del pirómano como el de personas que suelen acudir de forma habitual a observar los incendios, aquellos que tienden a provocar falsas alarmas y que, incluso, demuestran un cierto grado de interés en los instrumentos empleados para extinguir las llamas.
Ahora bien, ¿qué es la piromanía?
El pirómano y el incendiario
La base de la que hay que partir para comprender la piromanía es que el pirómano y el incendiario no son lo mismo.
“La piromanía se considera un trastorno del control de impulsos, pero claramente tiene otros ingredientes psicopatológicos. Al tratarse de un trastorno de control de impulsos, lo predominante es la compulsión; el individuo pirómano siente un impulso ingobernable de prender fuego y no hay nada capaz de detenerlo, la racionalidad o el temor a la ley no tiene la suficiente fuerza para inhibir ese impulso.
Es un afán maníaco, no se puede sujetar con ningún argumento o contrapeso lógico o sensato”, apunta Teresa Sánchez, profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, en una entrevista concedida a Salamanca24horas.com.
Tal y como se recoge en la DSM-V, la raíz de los TCI no es más que “un fracaso en resistir el impulso, deseo o tentativa de llevar a cabo algún acto que es dañino para el propio individuo o para los demás, pudiendo existir o no una resistencia consciente a este impulso y pudiendo ser este acto premeditado o no”.
Por otro lado, el incendiario “es alguien que actúa movido por algún motivo concreto, ya sea un móvil económico, un afán de venganza, rencor, castigar a alguien…” explica Sánchez, “hay un motivo”, concluye la docente.
Por tanto, para diagnosticar, clínicamente hablando, la piromanía, hace falta determinar que existe ese afán irracional por crear y provocar fuego.
El pirómano
Cabe destacar que el pirómano no sucumbe a cualquier tipo de impulso; es decir, “es un trastorno preferente, está configurado alrededor de esa manía específica”, lo que implica que “a lo mejor en otras áreas es capaz de controlar esos impulsos. Lo que nos sugiere es que tiene una raíz en la biografía, en la historia clínica… siempre habrá que indagar cuándo ha sido la primera vez que tuvo ese contacto con el fuego y al hacerlo sintió que eso le aliviaba”, apuntala Sánchez, “no todos los que prenden fuego tienen un diagnóstico”, alega.
El poder que brinda el fuego, el control que otorga, tiene un cariz incluso biológico, puesto que desde nuestros orígenes, está ligado a la supervivencia o la fuerza, “quizá en alguna parte de nuestro cerebro más primitivo esté alojada esa adoración por el fuego. De ser así, podría decirse que el pirómano lo tiene más activo”; eso sí, no hay que perder de vista que “además de este origen de carácter biológico hay otros componentes psicológicos como la seducción por el fuego, la creatividad de las llamas…”
Además, la piromanía puede estar combinada con otros trastornos psicológicos “puede haber comorbilidad con el TOC, con el trastorno paranoide, la megalomanía…”, refiere Sánchez,”el beneficio primario es el de yo puedo destruir”.
Cabe destacar, asimismo, que la piromanía no siempre va a ser algo individual ya que “a veces existen grupos o asociaciones pequeñas que se han desarrollado hacia la piromanía, de forma urbana o rural".
En conclusión, la piromanía se trata de una conducta incendiaria sin motivación alguna detrás y, una vez ha comenzado el fuego, el indivudo siente una alivio, e incluso placer, al observar lo logrado.
¿Existe tratamiento para la piromanía?
Esta puede ser una de las grandes preguntas clave y la respuesta es que sí, sí existe tratamiento para la piromanía.
Si se determina, y diagnostica, que el sujeto no es un incendiario y que realmente es un pirómano " lo que hay que hacer es controlar la compulsión; existen medicamentos que la frenan pero no la anulan. Muchas veces también hay que atender a componentes depresivos que puede haber detrás y en los que la piromanía sirve como escudo, como defensa", explica Sánchez, “en ese momento no sienten la depresión, sienten el poder… les produce una descarga de dopamina inmediata, de adrenalina...se sienten inundados de fuerza y en el centro de atención pública"
Durante unos minutos el sujeto se siente el rey "pero de un reinado muy efímero".
Cabe destacar que en el Código Penal español, los incendios provocados están regulados, mayoritariamente, de los artículos 351 a 358, comprendiendo desde los 10 hasta los 20 años de prisión en el caso de que el fuego haya puesto en peligro la vida o integridad de una persona o bien se hayan incendiado instalaciones militares o infrastructuras críticas como, por ejemplo, estaciones de tren.
Por otro lado, en el artículo 354, se indica que aquel que provoque un incendio que afecte a zonas naturales se enfrentará a una pena de prisión que oscilará entre el año de prisión y los cinco.
Eso sí, la piromanía diagnosticada, de cara a un tribunal, puede ser un atenuante; para ello, se elaborará un informe pericial psiquiátrico que así lo acredite.
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