Tras publicarse su imagen en los medios de comunicación, pero sobre todo al difundirse por las redes sociales y teléfonos móviles, pocos desconocen ya quién es este hombre de raza negra, pantalones vaqueros y sudadera verde con el logotipo de la Universidad. Meses atrás deambulaba por las calles en torno a la estación de autobuses, ahora lo hace por el paseo de Canalejas, a la altura del colegio Padre Manjón. Y lo hace solo, pues la mayoría de los transeúntes intentan evitarlo o cruzan a la otra acera de la calle.
Balbucea algunas palabras en castellano en ocasiones. “Yo no quiero problemas”, repite ahora al saberse centro de la atención. Otras veces habla solo en su idioma. Pero la mayoría de las horas del día las pasa en silencio, deambulando por las calles de Salamanca o buscando comida entre los contenedores cuando no sufre alguno de los ataques mentales que le conducen a agredir a gente sin motivo. Hay quienes consideran que debería estar ya encerrado en la cárcel, otros que lo internarían en un centro para tratar sus problemas mentales, y hay quienes afirman que desde que lo ven cada día por el paseo Canalejas no se ha metido con nadie, exagerándose esta situación. “Yo no quiero problemas”, repite a los policías. Pero el problema sigue ahí sin que las autoridades adopten una solución.
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