Salamanca vivió en 2002 el año más importante de su historia reciente. Fue capital cultura europea, acogió más de 1.000 actividades y recibió a tres millones de visitantes. El evento fue aprovechado para modernizar la ciudad. Se dotó de nuevas infraestructuras, como la reapertura del Liceo, en marzo, o las inauguraciones en abril del DA2 y en julio del CAEM. Salamanca fue aquel año epicentro de un gran festival cultural que abordó todos los campos de la creación artística y la producción cultural.
Y mientras la periodista Letizia Ortiz presentaba el telediario de TVE en la Plaza Mayor y las esculturas de Auguste Rodin embellecían la ciudad, un crimen sobrecogía a los salmantinos. En la medianoche del domingo, 19 de mayo de 2002, una mujer fue brutalmente violada y asesinada en el rellano de la casa en la que residía, en la calle Mayor de Chamberí. Pronto se supo la identidad de la víctima. Se trataba de Encarnación Martín Baz, de 44 años, que había fallecido a causa del estrangulamiento que sufrió con la correa de su propio bolso. Soltera y sin hijos, la mujer fue hallada muerta por su propia madre.
Encarnación era una mujer muy valiente, dirigente de Industrias Afines de UGT en Salamanca, trabajaba en una fábrica de marroquinería de la ciudad. La por entonces secretaria provincial de UGT, María García, afirmó poco después de conocer la muerte de su amiga que estaba segura de que se había defendido "con uñas y dientes de su agresor". Vecinos de la asesinada señalaron que no escucharon voces ni gritos que les hicieran sospechar. "Era una buena mujer, iba y venía trabajando por los demás, y le ha ocurrido esto", le dijo a El País un vecino. El subdelegado del Gobierno, José Antonio Sacristán, además de comunicar que la policía carecía de pistas sobre el autor del asesinato, precisó que quizá se pudiera derivar algún dato del estudio profesional y social de la víctima.
Diecisiete años después, María García vuelve a evocar con SALAMANCA24HORAS aquellos días. "Fue muy duro porque era una gran compañera a la que yo admiraba profundamente. De hecho, fue la presidenta de mesa el día de mi reelección", cuenta. "Por entonces había varios conflictos sindicales que nos tenían muy nerviosos y claro, teníamos miedo que alguien la hubiera tomado de forma miserable y salvaje con ella por su militancia. La investigación pudo determinar que el crimen nada tuvo que ver con la actividad sindical de Encarna".
La investigación
Fuentes de la Comisaría de la Policía Nacional consultadas sobre este crimen aseguran que se trató de "una investigación muy costosa, que acabó resolviéndose porque el asesino cometió un gran error". Volviendo al día del suceso, el subdelegado del Gobierno afirmó que los agentes tenían muy poco de lo que tirar. Sin embargo, pronto tuvieron cuatro pistas diferentes, se reconstruyeron los pasos de la víctima y se identificó a las personas más sospechosas que vivían en los alrededores.
Los agentes acabaron teniendo un sospechoso, pero necesitaban algún dato más. Entonces, tomaron una drástica decisión: filtrar una información errónea a la prensa. Así, el 6 de junio de 2002 los medios de comunicación de aquel momento publicaron a cinco columnas que un jienense de 25 años había sido detenido como el principal sospechoso del asesinato de Encarnación Martín. El hombre, según las crónicas, había sido arrestado tan sólo dos días después del macabro asesinato, como presunto autor de un delito de robo con violencia cuando había intentado atracar a un joven que se encontraba hablando por teléfono en una cabina de la ciudad.
La estratagema policial se conoció dos meses después, porque en aquel momento la investigación del crimen se encontraba bajo secreto de sumario. El sospechoso no era tal, pero sirvió para alejar a la prensa del caso y provocar una reacción en el verdadero autor del homicidio. Y les salió bien.
El vecino de Lagunilla
El verdadero asesino supo a través de los medios de comunicación que la Policía ya tenía al sospechoso de Jaén y se relajó. Pronto volvió a las andadas.
Quince mujeres recibieron extrañas llamadas telefónicas y sufrieron amenazas. Todas ellas compartían dos aspectos comunes: eran amigas de la víctima y aparecían en la agenda de números de teléfono de la fallecida. "Las llamadas fueron el motivo y la pieza clave de la investigación que nos condujeron hasta la zona", aseguró en su momento el jefe superior de la Policía, Segundo Martínez.
La Policía Nacional peinó palmo a palmo la comarca y consiguió triangular las llamadas. Sabían que estaba allí pero no conocían su cara. Llegaron a seguir muy de cerca a varias mujeres por si el asesino volvía a actuar.
El tres de agosto de 2002, los agentes ya tenían en el punto de mira a Bernardino García, de 32 años, vecino de Lagunilla, una conclusión a la que llegaron por "la mirada asesina que dirigió a una mujer que pasaba por los alrededores", según el mismo dirigente policial. "Los hechos pueden parecer una novela, pero fueron así de crudos", añadió Segundo Martínez, afirmando que pocos minutos después de ser detenido e introducido en el coche policial, Bernardino "se durmió como si tal cosa". En el registro de la vivienda familiar del asesino se encontró parte del teléfono móvil de Encarnación, hojas de su agenda personal, su ropa interior y el llavero de su casa.
El hombre reconoció haber tratado de robar a Encarnación y que en un forcejeo ella había caído al suelo, pero no confesó el crimen. El detenido, natural de Gijón pero residente en Lagunilla con sus padres, había salido el 2 de enero en libertad condicional de la cárcel de Topas donde cumplía una condena de 12 años por una violación cometida en 1996. Había visto a Encarnación mientras realizaba unos trabajos de albañilería en la calle Mayor de Chamberí.
El juicio
El juicio contra Bernardino García tuvo lugar en junio de 2003 en la Audiencia Provincial. El Fiscal, durante sus conclusiones finales, alegó que al acusado se le tenían que imputar no sólo los delitos de violación agravada y asesinato con ensañamiento y alevosía; también las 15 llamadas amenazadoras que realizó a las amigas de la víctima y el robo con agresión, ambos reconocidos por el propio autor de los hechos.
El acusador público explicó que la violación "agravada" se había demostrado al haber encontrado en el cuerpo de Encarnación Martín múltiples señales de torturas y vejaciones tales como pinchazos en los pezones con una aguja, mordiscos en la cara, desgarro vaginal y anal y hematomas en el torso, siendo el golpe más agravante un golpe en el ojo izquierdo que el presunto violador y asesino le asestó a la víctima nada más atacarla dejándola, por lo tanto, inconsciente pero viva hasta que, una vez violada, decidió estrangularla.
Finalmente, el Alto Tribunal condenó a 51 años de prisión y a pagar una indemnización de 161.000 euros a Bernardino García. Se trató de la mayor pena impuesta por la Audiencia salmantina por un delito de esas características.
A día de hoy, la investigación del triste crimen de la sindicalista es uno de los más complicados y exitosos realizados por la Policía Nacional, según consideran los propios responsables de la Comisaría de la calle Jardines.
Otros crímenes publicados: El crimen de la Catedral Nueva, El crimen de Cespedosa, El crimen de la doctora Ginel, Crimen y Castigo en Salamanca, El crimen de Arapiles, El crimen de Castellanos de Villiquera, El crimen de Tardáguila, El crimen de La Hoya.