Veintisiete de abril del 2001. Han pasado casi 18 años de entonces y quizás muchos salmantinos lo hayan olvidado. Sin embargo, es posible que a los usuarios habituales del centro de salud del barrio de Tejares les suene su nombre. Se llamaba Elena Ginel Díez, como ese edificio que hoy la recuerda.
La doctora Elena Ginel tenía 41 años. Era inspectora médico, jefa de la unidad médica del Instituto Nacional de la Seguridad Social en Salamanca. Sobre las dos y media de la tarde de aquel viernes, fue asesinada por un hombre en la plaza de San Román. Tras insultar a gritos a la médica, el asaltante asestó a su víctima hasta tres puñaladas. Una de ellas le alcanzó el corazón, fue "mortal de necesidad", según las crónicas periodísticas de aquella negra jornada.
Gracias a la colaboración ciudadana, el agresor fue reconocido y detenido una hora después en el Camino de las Aguas. Al parecer, fue la propia esposa del asesino la que indicó a la Policía dónde se encontraba su marido. Los agentes supieron entonces que víctíma y verdugo se conocían de antes. Eduardo de Dios, de 40 años, ya había atentado dos veces más contra la doctora. Primero había suplantado su identidad en una carta dirigida a su jefe; en segundo lugar, la había llegado a agredir en el paseo de Canalejas.
Las correspondientes denuncias acabaron con una orden de alejamiento, pero hubo también innumerables llamadas amenazantes al domicilio particular del matrimonio y cerraduras de la vivienda llenas de silicona. El asesino era un guarda jurado que después de estar un periodo de baja había solicitado la renovación. La doctora Ginel recabó todos los informes y, tras estudiarlos, tomó la decisión de darle el alta y declararle apto para trabajar. A su asesino no le gustó aquel dictamen. Según había comunicado a sus superiores, Elena Ginel temía que su paciente pudiese cometer contra ella un acto violento, como así ocurrió.
Pero el suplicio de la doctora no era reciente, ni mucho menos. El primer incidente que el asesino tuvo con su víctima había ocurrido en 1994. En el momento de su muerte, la doctora Ginel estaba casada y tenía dos hijos, uno de 4 y otro de 8 años. "Nuestra condolencia y solidaridad con su familia y compañeros de trabajo; la más absoluta repulsa por este lamentable e inútil asesinato de una compañera que encontró la muerte en el ejercicio de su trabajo y cumpliendo con el deber que la sociedad española a través de los poderes públicos que la representan nos ha encomendado", publicaron sus compañeros del Instituto Nacional de la Seguridad Social en una carta abierta en El País. Todos ellos realizaron una concentración silenciosa de 5 minutos el 4 de mayo de 2001, a la puerta de las respectivas direcciones provinciales del INSS a lo largo y ancho del país.
El juicio
El juicio oral contra Eduardo de Dios tuvo lugar en abril del año 2002 en la Audiencia Provincial de Salamanca. El acusado aseguró que estaba destrozado, tenía muchos problemas y no veía solución a ninguno. "Entonces me dirigí hacia ella para decirle que me había arruinado la vida, momento en el que se me representaron mis parientes muertos y escuché un fuerte pitido", indicó al Alto Tribunal. La defensa de Eduardo de Dios argumentó que su cliente padecía un trastorno depresivo y paranoico de la personalidad en el momento de cometer los hechos.
Finalmente, el acusado fue condenado a la pena de 14 años de prisión y a la indemnización de 300.506 euros por los delitos de atentado y homicidio de la inspectora médica, con las agravantes de abuso de superioridad y reincidencia. El fallo sentenciaba que, una vez cumplida la pena, el guardia jurado tendría que permanecer alejado de la familia de la víctima durante cinco años, para lo que el fallo le prohibía residir en la misma localidad.
El recuerdo
"Me gustaría que Elena fuera recordada como una persona absolutamente normal. No querría en modo alguno que se mitificara su vida por morir de una forma absolutamente extraordinaria. Ella lo único que hizo fue cumplir con su trabajo como todos los inspectores médicos y siempre hizo gala de un gran sentido de la responsabilidad pública. Tenía una gran sensibilidad humana con toda la gente con la que trabajaba, pero nada extraordinario. La mataron por el destino, no por nada heroico. Era una persona a la que le encantaba su trabajo y tenía un trato muy afable con las personas que pasaban por su despacho, pero siempre con muchísima responsabilidad. Era muy cariñosa", afirmó hace un par de años a El Día de Salamanca el marido de la doctora Ginel, el también médico Juan José González.
El asesino de Elena Ginel salió de prisión el 21 de julio de 2016, después de haber cumplido íntegra su condena.
OTROS CRÍMENES: Crimen y Castigo en Salamanca, El crimen de Arapiles, El crimen de Castellanos de Villiquera, El crimen de Tardáguila, El crimen de La Hoya.
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