Un puñado de familiares y amigos de Rosario, bejarana de 40 años asesinada en la madrugada de este miércoles a manos de su pareja, llora su muerte junto al número 7 de la calle Gredos, en la localidad salmantina de Béjar. Los abrazos se suceden, igual que las expresiones de rabia, entre lágrimas, por un hecho execrable que quienes conocían de cerca a la pareja, aunque no podían esperar, tampoco extrañan. “Ella había empezado a trabajar en un bar y él decía que se acostaba con los camareros y con los clientes”, explica a Ical la cuñada de la víctima, quien clama por justicia.
La madrastra, esposa de su padre, rota de dolor, confirma, en declaraciones a esta agencia, que el presunto asesino era “muy, muy celoso”. Su cuñada añade que “él le achacaba a ella que no tenía trabajo y que ella sí lo tenía”, pues era empleada en un establecimiento de hostelería del municipio. La relación, según aclaran, había comenzado hace cuatro años, los dos últimos los habían pasado juntos en el piso de la calle Gredos y, aunque habían empezado a convivir en Béjar, más tarde se habían ido a vivir a Elche antes de regresar, definitivamente, a la ciudad textil.
Anoche mismo, según el relato de las dos familiares, Rosario había tomado la determinación de romper su relación y había retirado las llaves del hogar que compartía con su pareja, la letra ‘C’ del primer piso, ahora precintado por la Policía Nacional, en un modesto bloque de cuatro alturas en las afueras de Béjar. Presuntamente, una fuerte discusión entre ambos derivó en un fuerte golpe en la cabeza de ella que terminó con su vida, según las primeras informaciones difundidas por fuentes oficiales.
Los hechos ocurrieron de madrugada, antes de las 6.00 horas, cuando el propio agresor llamó a la Comisaría de Policía Nacional, ubicada la calle Veintiocho de Septiembre en la ciudad textil, para confesar el crimen y advertir, ya en ese momento, su intención de quitarse la vida. Unos 18 minutos más tarde, la Guardia Civil le encontró sobre el viaducto que atraviesa el kilómetro 412 de la autovía A-66, dispuesto, supuestamente, a consumar su advertencia. Sin embargo, al cabo de poco más de una hora, hacia las 7.30 horas, los agentes le convencieron de bajar del puente, cosa que hizo por su propio pie, antes de ser detenido y conducido al calabozo.
Momentos de tensión
Poco después de las 10 de la mañana, varios furgones de la Policía Nacional abandonaban las inmediaciones del inmueble de Gredos, donde permanecían familiares y amigos. Junto a ellos, con ánimo de atender sus necesidades, varios representantes municipales acompañados por una patrulla de la Policía Local. Entre ellos, el concejal de Igualdad, Javier Hernández, y la concejala de Urbanismo, Obras, Interior y Gobernación, quienes confirman la convocatoria de un minuto de silencio frente al Ayuntamiento y que, además, habrá un homenaje institucional durante el pleno ordinario señalado para esta tarde en el Consistorio bejarano.
La tensión por sucedido era latente en la calle donde sucedieron los hechos y crecía por momento. En un momento dado, de hecho, una de las jóvenes que allí permanecía se dirigió a por una piedra de grandes dimensiones con intención de arrojarla a uno de los furgones de la Policía Nacional, que no pararon de desfilar hasta mediodía. Pensaba que, en su interior, viajaba el asesino, aunque no era así, pues a lo largo de esta mañana no le han dirigido al piso para la reconstrucción de los hechos. “Que le caigan un montón de años, que se pudra en la cárcel y que no vuelva a ver la luz porque ha dejado huérfanos a cuatro niños”, declaró la cuñada a los periodistas.
Rosario deja cuatro hijos. Los mayores, una niña de 13, un adolescente de 16 años y dos mellizos de siete. Ninguno estaba ya bajo la tutela de la pareja, que acumulaba problemas en el seno de un entorno deprimido y en el que las actitudes violentas de él hacia ella no eran una novedad.
No en vano, el presunto asesino, venezolano de 49 años, sí tenía denuncias previas por violencia, pero no hacia su pareja, ni si quiera hacia ninguna mujer, sino hacia su hermano y su propio padre. De hecho, Rosario no había interpuesto ninguna demanda contra él por violencia machista, pero sí lo había tenido que hacer previamente con otras parejas. Estaba tristemente familiarizada con la violencia de género, que fatalmente le costó la vida.