Estamos rodeados de plástico. En casa, en la cocina, en el trabajo, en el supermercado, en la calle, en el agua que bebemos, en los alimentos que comemos, en las sartenes, en nuestra ropa, o en los productos cosméticos que empleamos, por ejemplo. Así, estamos expuestos en el día a día al plástico y durante toda nuestra vida y, obviamente, esto puede tener un impacto sobre nuestra salud, que ahora mismo se está empezando a investigar.
Son cada vez más numerosos los trabajos científicos que están constatando que nuestra exposición diaria a los mismos puede perjudicar gravemente a nuestra salud en el largo plazo. Es por ello por lo que recomiendan intentar desprendernos de los plásticos en la medida de lo posible, pero también cuidar de nuestro medio ambiente y evitar tirarlos ahí.
Entrevistamos en este artículo de Europa Press Infosalus a varios expertos punteros en la materia y referentes en su estudio, puesto que ya los microplasticos se han convertido en un nuevo problema de salud a nivel mundial.
Ethel Eljarrat es experta en contaminación por plásticos y directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), en Barcelona, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), resalta que sí se trata de un problema ambiental, y por consiguiente de salud humana; un campo de investigación que se ha potenciado muchísimo en los últimos 15 años, fruto de esa mayor exposición, y por tanto, contaminación a plásticos a la que estamos sometidos.
Recuerda que a lo largo de nuestro día estamos expuestos a miles de contaminantes, entre los que se encontrarían los microplásticos. “Cuanto mayor es el uso, más nivel de contaminación por microplásticos sufrimos”, advierte.
Las vías de exposición humana fundamentalmente son dos, tal y como diferencia esta investigadora del CSIC: la ingestión, lo que comemos y bebemos; y la inhalación, el aire que respiramos. “Encontramos un pescado contaminado por microplásticos porque el mar donde fue pescado estaba contaminado, por ejemplo”, matiza.
Pero también Eljarrat sostiene que este tipo de contaminación puede darse desde los envases de plástico a los alimentos que los contienen, y sobre todo cuando estos sufren calor. “Hay estudios que muestran que calentar la leche en un biberón de plástico, hace que se generen montón de microplásticos que después se bebe el bebé”, avisa.
El agua que bebemos de botella de plástico lo hacemos con parte de microplásticos, prosigue la directora del IDAEA. “El plástico lo rodea todo. Se han publicado varios estudios donde se compara el nivel de microplásticos en agua de botella de plástico con el agua del grifo, y se ha visto que son similares porque el agua del grifo desde la potabilizadora hasta casa pasa por tubos de plástico”, remarca.
En cuanto a lo que respiramos, por ejemplo, explica que todos los materiales plásticos liberan pequeñas cantidades de microplásticos, dosis muy pequeñas pero continuadas a lo largo del tiempo. “De esta manera, cada día de nuestra vida, y ahí está el problema, estamos inhalando estos microplásticos. También hay en las ruedas de los coches, donde se utiliza más material plástico, y con el rozamiento al circular se desprenden y los respiramos. Las fuentes de contaminación son infinitas porque son infinitos los materiales plásticos que consumismos”, insiste esta investigadora.
Durante años se pensaba que el cuerpo era capaz de expulsar las micropartículas de plástico que entraban en nuestro organismo pero, tal y como están demostrando las diferentes investigaciones esto no es así.
“Se analizaron heces humanas de diferentes países y en todas ellas encontraron los microplásticos. Quiere decir que si lo excretas es porque en algún momento ha entrado en tu organismo. Al menos una parte de lo que entra se elimina. En estudios posteriores se han encontrado en sangre, pulmones, en leche materna, o incluso en la placenta. Esto quiere decir que no todo lo que entra somos capaces de depurarlo, y una parte queda en nuestro organismo”, afirma esta investigadora. Eso sí, reconoce que se trata de una investigación a día de hoy en pañales y, por ejemplo, se desconoce si hay una mayor tendencia por acumularlos en un órgano o tejido que otro.
Ethel Eljarrat, hace un inciso para explicar de qué están hechos los microplásticos, están hechos de un polímero, el trozo de plástico que todos pensamos, pero apunta que el polímero lleva asociados un montón de compuestos químicos, sustancias químicas para darle las propiedades que queremos utilizar como material plástico, como los plastificantes, los biocidas, los retardantes de llama, o los filtros solares, por citar algunos. “Se usan para conseguir mayor dureza, flexibilidad, para prevenir los efectos de la radiación del sol, por ejemplo”, indica.
De manera que tenemos no sólo el problema del microplástico que entra en nuestro organismo y se almacena, sino también del compuesto químico que lo acompaña: “Muchos de estos químicos se está investigando, como el bisfenol A, desde hace 50 años algunos, y sí hay evidencia de que son compuestos tóxicos y dañinos para nuestra salud”.
Se utilizan hasta 10.000 compuestos químicos distintos en el plástico, tal y como concreta esta investigadora del CSIC, y en torno a unos 2.500 por sus propiedades y estructuras moleculares podrían dar que pensar que pueden ser tóxicos: “Al menos de unos 60 se sabe ya con evidencia científica que producen daños a la salud; como el caso del bisfenol A”.
Todo depende del compuesto, argumenta esta especialista, si bien advierte de que muchos de ellos son disruptores endocrinos, que pueden modificar el metabolismo del organismo, provocar problemas obesidad, en las tiroides; otros son neurotóxicos y generar deficiencias en la atención de niños, o bien cognitivas; algunos también pueden ocasionar problemas de fertilidad; y algunos de ellos también son compuestos cancerígenos.
Precisamente sobre este aspecto alerta Elena Codina, pediatra y responsable de la Unidad de Salud Medioambiental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, y coordinadora adjunta del grupo de trabajo de salud medioambiental de la Sociedad catalana de Pediatría y secretaria del comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría.
Acaba de publicar junto a la doctora en Biología e investigadora del exposoma del hábitat, a la par que referente en biohabitabilidad, Elisabet Silvestre, ‘Los primeros mil días. Hábitos para un embarazo, una infancia, y una vida saludables’ (Integral), donde entre otros trata este asunto, y remarca la importancia de evitar la exposición a los plásticos a los bebés, especialmente en esos primeros mil días de vida, desde las primeras fases de la vida, vamos, ya que es cuando se determinará su salud futura y su cuerpo está en formación.
Nos recuerda a Infosalus en otra entrevista que recientemente, precisamente, ha salido publicado un artículo científico en 'New England Journal of Medicine', que demuestra que en los seres humanos los microplásticos se integran en nuestras arterias y en el sistema circulatorio, un factor que favorece un mayor riesgo de infartos y de ictus.
La doctora Codina dice que nuestro cuerpo es capaz de eliminar los microplásticos a través de un sistema de depuración propio, renal y hepático, donde se expulsan todas las sustancias tóxicas, entre las que se encuentran los plásticos.
El problema está, según resalta, en que cuando somos pequeños no es que nuestro organismo no está preparado, sino que nuestros sistemas son “inmaduros e ineficaces” a la hora de depurarnos en este sentido: “Al ser una época en formación o desarrollo funcionan menos, y los niños pequeños aún están más expuestos a estos efectos tóxicos del plástico”.
Recuerda esta pediatra ambiental que, de hecho, en 2021, la placenta ya llegó a describirse como la ‘plasticenta’, dado que hasta en ella los investigadores han hallado microplásticos. “La placenta es el órgano que protege y forma a los bebés, a los nuevos seres humanos, de manera que estos plásticos ya están presentes en su proceso de formación, y el problema se encuentra en que entre los microplásticos hay sustancias que actúan como disruptores endocrinos; aparte, por supuesto, de que hay una parte en la que no sabemos qué va a poder pasar ante esta exposición tóxica”.
Pero también advierte sobre la leche materna y la leche artificial, donde también se ha visto que están contaminadas por microplásticos. “Nunca antes habíamos estado expuestos a esta cantidad de plásticos y menos a edades tan tempranas”, defiende la doctora Codina; de ahí, la importancia del principio de precaución siempre que se pueda, especialmente para los más pequeños.
Así, al igual que la investigadora del CSIC Ethel Eljarrat, la doctora Codina incide en que se ha verificado que estos microplásticos pueden actuar como disruptores endocrinos, “sustancias que jaquean el sistema endocrino o hormonal”, con mayor efecto sobre las mujeres, tal y como asegura, e influyendo en diferentes patologías hormonales, como la pubertad precoz o avanzada, favoreciendo la aparición de problemas de tiroides, y en cánceres específicos hormondependientes de próstata, y de mama principalmente.
Pero como hemos contado, cada vez son más las iniciativas de investigación puestas en marcha a nivel internacional para evaluar el nivel de toxicidad por microplásticos al que estamos expuestos desde que nacemos, y sus posibles repercusiones en nuestra salud. España a día de hoy participa en un proyecto pionero en Europa en este sentido, financiado hasta 2025 por la UE, cuyo objetivo es estudiar cuál es el impacto de los microplásticos sobre la salud humana. Se llama ‘Plasticheal’ y está coordinado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), concretamente por Alba Hernández, que es directora del departamento de Genética y Microbiología de la UAB, y líder del grupo de investigación ‘Mutagénesis’, con quien también charlamos en Europa Press Salud.
Tal y como han alertado sus predecesoras en este artículo, hace relativamente poco tiempo que nos hemos dado cuenta del impacto en nuestra salud de los plásticos con los que convivimos en el día a día: “Desde que se fabrica una botella de plástico o una prenda de ropa, por ejemplo, hasta que se transporta, se utiliza, se recicla, y desafortunadamente acaba la gran mayoría de ese plástico como basura plástica contaminando el medio ambiente”.
Mantiene que, de todo este problema de plástico visible, desde que se generan hasta que acaba en el medio ambiente, se generan unos fragmentos pequeños, los micronanoplásticos (nanoplástico es lo más pequeño, de una micra), que tienen una particularidad que al ser tan pequeños tienen la capacidad de traspasar las barreras del cuerpo: “Es decir, si inhalo o ingiero plástico al ser tan pequeño pueden pasar por mi barrera pulmonar o gastrointestinal, pasar a la circulación, y ahí acumularse y persistir en el tiempo en los órganos durante tiempo”.
Explica que ‘Plasticheal’ busca entender cómo estos micronanoplásticos afectan a la salud humana, y en primer lugar remarca que necesitamos entender y cuantificar esta exposición. Esto, según defiende, marcará sus efectos en la salud de las personas, algo que “todavía es una incógnita” porque las herramientas analíticas que se precisan a la hora de medir cuánto plástico tenemos en la sangre o en la orina etc o en la comida, agua o aire de casa o trabajo, se están ahora generando.
“En ‘Plasticheal’ nos hemos dado cuenta de que ese plástico, y sobre todo el nanoplástico (los más pequeños), son los potencialmente más peligrosos y con mucha capacidad de entrar en la célula de manera fácil, e interaccionar con sus moléculas y producir esos efectos negativos. Entran con mucha facilidad en todos los tipos de células del pulmón, del sistema gastrointestinal, o de la sangre. Se ha visto que pueden producir ‘estrés oxidativo’. Con el plástico dentro la célula, ésta tiene estrés interno, a la vez que el nanoplástico puede interaccionar y producir daño en el DNA o crear ‘genotoxicidad’”, reseña esta investigadora líder.
Suponemos que las personas estamos expuestas durante toda nuestra vida, y a bajas dosis pero continuadas. Señala en este punto que cuando se lleva ese escenario a laboratorio se ve que también estos nanoplásticos tienen la capacidad de transformar las células, de manera que éstas tras interaccionar con los microplásticos se parecen más a las células tumorales: “Hay evidencias que demuestran que, en ciertas condiciones experimentales es así, y los nanoplásticos sí tienen capacidad carcinogénica”.
A su vez habla de efectos inflamatorios en las células por esa contaminación: “Esto puede tener repercusiones en el sistema inmune, que puede alterarlo, y verse comprometido y tener dificultades para luchar contra otras adversidades como infecciones”.
Igualmente, señala que el plástico tiene efectos sobre la reproducción. Cuenta que en su laboratorio emplean la mosca de la fruta o del vinagre (las pequeñas que van a la fruta o a lo podrido) para hacer experimentos en la mayor parte de los casos. “Si a la drosophila, como así se le llama, le das plástico, éste lo encuentras en todo su aparato reproductor femenino y masculino; y ahora tratamos de ver si esto puede tener un efecto en la reproducción. Es cáncer, es reproducción, es la función del pulmón, del aparato digestivo. La exposición a los micronanoplásticos puede comprometer nuestra salud a varios niveles”, añade.
“Incluso ahora que no sabemos bien, aunque hay evidencias de su peligrosidad, aunque todavía no comprendemos del todo cuáles son los efectos que son capaces de producir los micronanoplásticos, pero bajo el principio de precaución, hay que reducir la exposición para estar mejor protegidos”, defiende la también profesora agregada de la UAB.
Ella estudia el polímero de plástico, el trocito de plástico, y cuenta que los plásticos están cargados de aditivos químicos, lo que contaba antes Ethel Eljarrat del CSIC, de esas sustancias químicas que acompañan al polímero de plástico: “Están en las tarteras, por ejemplo. Se liberan con la fricción, con el calor, a la comida, o en las botellas de agua al líquido. Estos químicos ya sabemos que son negativos para la salud y ya está regulado. Los plásticos están cargados de aditivos químicos. Hay muchas aristas del tema por lo que debemos reducir al máximo la exposición”, remarca.
En ‘Plasticheal’ participan 10 universidades y centros de investigación de 7 países europeos, entre los que se encuentran la Fundación para la Formación e Investigación en Salud de la Región de Murcia, el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP), y el Instituto Tecnológico del Plástico (de España). Alicia Lacoma es una investigadora que participa en ‘Plasticheal’, y es miembro del IGTP, así como del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades y Respiratorias (CIBERES). “Es cierto que hay resultados obtenidos a nivel celular ‘in vitro’, y en modelos animales, en los que sí se ha visto que estos micronanoplásticos pueden generan un incremento de la respuesta inflamatoria, una mayor oxidación en diferentes procesos biológicos. Pero, actualmente, no podemos decir, con el conocimiento que hay, que sean causantes directos de una enfermedad en concreto”, sostiene.
A su juicio, sí se puede sugerir que, como los micronanoplásticos pueden alterar algunos procesos biológicos, sería plausible pensar que algunos puedan contribuir negativamente en el desarrollo y en la severidad de algunas enfermedades, como por ejemplo las enfermedades crónicas de origen respiratorio.