Hace más de un mes que en Cantaracillo sonaron todas las alarmas, el agua potable dio una concentración alta en arsénico que obligaba a los vecinos a tirar de cisternas y garrafas para beber. Un mes después, la situación sigue igual, el agua del grifo sigue con altos niveles de arsénico y son los bomberos quienes llenan las cisternas que abastecen a la población de esta localidad de la comarca de Peñaranda.
Un mes de restricciones, con las celebraciones navideñas de por medio, lo que ha supuesto un problema para los vecinos. La mayoría compran garrafas para beber, ya que aseguran que la suministrada “no tiene buen sabor”. Su uso se restringe a la cocina, ya que el agua del grifo si se puede utilizar para las duchas o el aseo.
El nivel de arsénico se situaba hace un mes en 12 UG/L, dos puntos por encima del máximo permitido. En un primer momento el Ayuntamiento repartió agua embotellada y después optó por cisternas.
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