Cantalapiedra acoge desde el pasado martes a 13 mujeres y 13 niños refugiados ucranianos, todos ellos pertenecientes a cinco núcleos familiares diferentes. A pesar de que tienen en común la desgarradora situación que vive su país, las familias no se conocían antes de emprender este viaje. Ahora, todos conviven en una casa facilitada por la Comunidad de las Madres Clarisas y se encuentran arropados por los vecinos de la villa.
26 refugiados, un país en guerra, un hogar temporal, otro idioma. Los datos son públicamente conocidos pero ¿qué sentimientos esconde este manto de solidaridad? Y sobre todo, ¿cómo afrontan las mujeres esta situación? Traductor online en mano, Lyudmyla, una de las mujeres, comparte las primeras impresiones tras su llegada al pueblo y las esperanzas a las que se aferran.
A sus 35 años y con un trabajo estable como contable en la universidad, la joven se ha visto obligada a huir de Járkov, su ciudad, después de que haya sido bombardeada en varias ocasiones por el ejército ruso. Junto a ella han viajado su hija Diana, de 16 años, y su hijo Kirril, de 2. Los tres forman parte de un puzle de cuatro piezas que completa su marido y padre de los niños, actualmente luchando como parte del ejército ucraniano en uno de los focos bélicos.
Más de 5.000 kilómetros separa tanto a su familia como al resto de los seres queridos que han dejado en Ucrania. Para llegar hasta la villa viajaron en tren y autobús durante seis días, atravesando Eslovaquia, Hungría, Italia, Francia y España. “En todo el viaje, solo dormimos en cama dos noches. Los niños soportaron un viaje muy duro”, indicaba la mujer acompañada por su cuñada, Svetlana. No obstante, ambas destacan la calurosa y agradable llegada al que sería su destino: Cantalapiedra. “Estamos muy agradecidos con el recibimiento que tuvimos en el pueblo. Lloramos mucho, la acogida fue inesperada”, declaraban respecto al trato recibido por vecinos y Corporación Municipal del Ayuntamiento.
A pesar del periodo previsiblemente largo que estarían alejados de sus hogares, mujeres y niños llegaron al pueblo cargados tan solo con pequeños macutos. “Tomamos un mínimo de cosas que cupieran en una mochila por persona. En el tren de evacuación que cogimos en Járkov era imposible cargar más”, indicaban las cuñadas. “Resulta que toda la vida cabe en una mochila”, añadía con una leve sonrisa y a modo de reflexión Lyudmyla.
A esta situación los vecinos de Cantalapiedra ya se habían adelantado y, desde que las familias ucranianas pisaron las calles del pueblo, se pusieron manos a la obra para organizar alimentos y productos recogidos previamente para facilitar su estancia. Además, el Consistorio abrió una cuenta bancaria donde recaudar fondos con los que ir sufragando los gastos. Por su parte, los niños han centrado la movilización de todas las familias en la villa y se han conseguido recaudar decenas de juguetes.
Precisamente con intención de alegrar a los más pequeños, el Ayuntamiento organizó el pasado jueves una excursión al parque zoológico ‘La Era de las Aves’, en Fresno el Viejo. Tanto Lyudmyla como Svetlana también destacan la actividad. “Es muy importante para los niños distraerse de la situación de su país y ha sido una agradable sorpresa llevarlos al zoo”, señalaban.
Las mujeres, que ya han aprendido a dar las gracias en español, agradecen continuamente al pueblo su acogida. Sin embargo, con la mano en el corazón, “creen mucho en la vuelta a su país y a su vida y rezan mucho para que eso ocurra”.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios