Decenas de ciudades aparecen en “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, todas ellas en la densa demografía de la comunidad de las ocho provincias. Podríamos recorrer Belmonte, Campo de Criptana, Daimiel, Orgaz, Villarrobledo o, lógicamente el Toboso.
Pero hoy nos marchamos desde un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme hasta un municipio de Salamanca. Hoy viajaremos, y a la inversa de lo que un día dijo Gabriel y Galán, del cielo (de la literatura) al Castañar, y del Castañar a Béjar.
Hubo una época en la que Cervantes tuvo que acudir hasta el municipio textil para solicitar una pequeña ayuda económica. Muchos nobles no quisieron confiar en el libro más vendido de la historia de España, pero hubo una persona, que en un principio asintió con todas las letras, hasta que se enteró de que era un escrito de caballería.
Y es que los comienzos de El Quijote empiezan de una forma maravillosa para los bejaranos y bejaranas: “Dedicatoria al Duque de Béjar, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar y Bañares, vizconde de la Puebla de Alcocer, señor de las Villanas de Capilla, Curiel y Burguillos”. Y es que cómo no va a estar una persona orgullosa si el nombre de su pueblo aparece en una de las obras literarias más leídas a nivel universal y estudiadas por los grandes de las letras.
Muchos pensarán que Cervantes quiso acudir hasta Béjar por el nombre que tenía en aquella época, que era poco a nada, pero la verdad sí que habla sobre que el duque de Béjar, don Alonso Diego López de Zúñiga y Sotomayor, era bastante ‘solidario’ con los escritores, aunque como veíamos antes, no era del agradado del salmantino que fuera un libro de aventuras como lo fue El Quijote.
Y es que mucho se ha hablado sobre ello, Ignacio Díez, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, ha explicado que “La primera parte del Quijote está dedicada al duque de Béjar, pero en ningún momento se le identifica por sus nombres y apellidos. Se trata del VII duque, don Alonso Diego López de Zúñiga Sotomayor y de Guzmán, Grande de España y caballero del Toisón de Oro. Suele subrayarse la importancia del duque, pero se repara menos en que quien recibe la dedicatoria de Cervantes es un casi recién estrenado duque de Béjar que solo cuenta con veintiocho años”.
De ahí que se haya hablado en más de una ocasión sobre si Cervantes acudió al duque de Béjar como última opción, o si verdaderamente buscaba el mecenazgo de este para la primera parte de El Quijote.
Una de las dudas que se crea en este momento, es saber si Cervantes estuvo realmente en Béjar, algo que no se ha llegado a demostrar y que no viene ‘demostrado’ en los parajes y paisajes que se narran en la vida del protagonista de la novela.
Eso sí, en Béjar podemos encontrarnos muchos lugares dedicados al libro, ya sea el Museo Cervantes, la estatua de El Quijote y Sancho a sus puertas, o una estatua a tamaño real del autor realizada por Francisco González Macías.
Y es que don Alonso Diego López de Zúñiga y Sotomayor no era muy querido por aquella época, como recogen algunos expertos en sus epígrafes, donde Ponce Cárdenas lo expone de una forma muy clara en palabras de Francisco Rioja: “Era un varón sin ambición, magnánimo, apacible, benigno y liberal con todos”.
Y es que fuera o no, simplemente, una forma de aprovecharse de Cervantes frente al duque de Béjar, sí que queda claro que ha servido para que la ciudad charra saliera reforzada, no solo con eso, sino siendo el primer lugar que se menciona, tras La Mancha, en uno de los libros que más ha dado de qué hablar en la historia.
No se podría llegar a entender esta situación del duque de Béjar si no fuera por los cervantistas, pero como en toda historia, siempre hay algunos que reman a favor y otros en contra. Lo primero de todo es conocer si el bueno de Miguel vio con buenos ojos o no, que el noble bejarano quisiera soltar unos cuantos ducados por el libro. La historia, de momento, no parece que se pueda cambiar, por lo que la duda persistirá por los siglos de los siglos.
Hablar de la literatura española es mencionar a Cervantes, pero también a Góngora o Lope de Vega. Por ejemplo, y si algo tienen en común todos ellos, es que don Alonso también les obsequió por aparecer en los agradecimientos. La parte mala, como en toda historia, tiene que ver con que los dos últimos sí recibieron el pago, pero el autor de El Quijote, nunca vio una sola moneda por plasmar para la posteridad el nombre de Béjar en una de las cinco obras más vendidas desde que el planeta tierra existe.
Como añade también la mítica periodista Nieve Concostrina, si a uno de los mecenas no le gustaba lo escrito, podía rechazar aparecer en la novela. En este caso, no se ha llegado a saber jamás si el duque de Béjar aceptó con una sonrisa, o si lo rechazó y por eso Cervantes no vio un solo ducado.
La historia habla por sí sola, y cualquier habitante de Béjar estaría orgullosa de aparecer en “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Fuera porque el duque pagara o no, y aunque fuera inconscientemente, logró que cada una de las personas que se pare a leer la dedicatoria del libro, vea el nombre de la Villa textil, sea en España, en China, Sudáfrica, Australia.