El toque manual de campanas, un lenguaje ancestral con solo dos notas que lucha por sobrevivir en Salamanca

Desde anunciar fiestas hasta avisar de la hora, fuegos o muertes, a lo largo de los siglos se ha utilizado este oficio recién declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco como manera de comunicarse, ahora, las nuevas tecnologías dan paso a nuevas formas que sustituyen la tradición

Tomás Castañeda repicando las campanas en el campanario da la iglesia de Calzada de Valdunciel
Tomás Castañeda repicando las campanas en el campanario da la iglesia de Calzada de Valdunciel

Acostumbrados a las nuevas tecnologías, sistemas informatizados o a máquinas para ahorrar tiempo y trabajo, atrás se ha dejado con el paso de los años otras formas de comunicación que hace décadas servían a la población para alertar de catástrofes, incendios, fallecimientos e incluso para saber la hora. Una forma de transmitir información en la que las campanas de las iglesias han sido durante años las grandes aliadas en esta tarea. Precisamente este oficio, el toque manual de campanas, fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco al último día de noviembre.

En Salamanca, localidades como Calzada de Valdunciel luchan por salvaguardar esta tradición ancestral que se ha mantenido a lo largo de los siglos. Con apenas 10 años Tomás Castañeda siendo monaguillo decidió subir al campanario del pueblo con el entonces párroco para aprender un ‘lenguaje’ que continúa haciendo más de cuatro décadas después, “otros cuando dejaban de ser monaguillos no volvían, pero a mí me gustó y seguí”. Desde entonces mucho ha cambiado pasando de tocarse tres o cuatro veces todos los días a tres o cuatro veces en todo el año manualmente.

De una treintena de modos que tenían en su origen este arte que lucha por resistir en la provincia apenas quedan dos: el de difunto y el de fiesta. Este característico sonido ha regulado durante décadas aspectos de la vida festiva, ritual, laboral y cotidiana de las gentes del campo. “Cuando no había relojes se tocaba a las 12 para que la gente que estaba trabajando supiera que era el mediodía, junto con otras tres o cuatro veces por la tarde para dar las horas”, señala Castañeda en una entrevista con Salamanca24horas.

Desde avisos para asistir a los Concejos, hasta alertar de las llamas. Repicar en días de fiesta o anunciar que ha fallecido un vecino. Decenas de “musiquillas”, muchas de ellas ya perdidas en el tiempo, que Castañeda se afana en hacer con sus manos con solo dos notas. “A fuego solo he tocado una vez en mi vida, al igual que tocar a muerto cuando se fallece un Papa, lo hice con Juan Pablo II”, añade Tomás Castañeda.

Tomás Castañeda en la espadaña del Ayuntamiento de Salamanca, donde repica cada 8 de septiembre
Tomás Castañeda en la espadaña del Ayuntamiento de Salamanca, donde repica cada 8 de septiembre

El toque manual de campanas es un oficio lento de aprender con solo un minuto para practicar por semana, los domingos, y sin casi relevo generacional en la provincia salmantina: Hay pocos jóvenes para un relevo, en las fiestas suben 10 o 12 y todos hacen ruido con las campanas pero lo que es tocar no hay ninguno. Como no se den prisa esto se acaba”, señala el campanero de Calzada que junto con Ángel Pedraza, otro vecino del municipio, se afanan por salvaguardar.

Aunque sin recorrido en Salamanca, Tomás Castañeda forma parte de un nutrido grupo de campaneros integrado por un millar de personas en toda España que asegura la conservación de esta ya Patrimonio Inmaterial en diversas zonas, “aquí se perderá cuando faltemos nosotros”, se muestra apenado Castañeda.

Toques a muerto en función de la persona, ‘esquilas’ para niños o avisar para misa

La consolidación de las nuevas tecnologías y la implantación de sistemas informáticos en las iglesias y campanarios no solo han variado el sonido, sino que también lo ha hecho con la forma de tocar. Campanas grandes o pequeñas, desde los badajos o a través de largas cuerdas hasta el suelo, todo tiene un uso determinado dependiendo de la situación.

El toque a muerto, señala Castañeda, no solo se diferencia por su lentitud, si no que puede distinguir en función de la persona que fallece a través de este lenguaje ancestral. “Se distingue cuando es una mujer quien fallece porque se tocan dos veces), una más si fallece un hombre. Junto a ello, excepciones muy raras como cuando se muere un cura, que se tocan cuatro veces, cuando se muere el obispo cinco o seis si el que fallece es el Papa”. Las ‘esquilas’, campañas más pequeñas, solo se utilizan si fallece un niño, “muy pocas veces”, o cuando hay bautizos. Todo ello junto a otros toques más ‘habituales’ como a misa los domingos, en esta ocasión desde ras del suelo.

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