Un equipo de investigadores, liderados desde la Universidad Pablo de Olavide por Ana Paula Zaderenko, ha iniciado la fase preclínica para probar terapias inteligentes que ataquen el cáncer de manera selectiva. El estudio recurre al ácido tánico, una sustancia natural presente en la uva o el café, que actúa evitando que las células tumorales se reproduzcan e induciendo su muerte. Los resultados in vitro muestran capacidad para reducir tumores como el de piel, sin afectar a tejidos sanos.
Estas nanopartículas funcionan desde una doble vía. Por un lado, han sido dotadas de un sistema que dirige el fármaco exclusivamente a las células tumorales. Algo posible gracias a un anticuerpo, capaz de ‘leer’ las señales que activan su división descontrolada, y a una molécula que dificulta la entrada en células sanas. Una vez en el interior, el contenido de la partícula se libera, impidiendo la división celular y provocando su muerte programada.
Para cumplir con este fin, los científicos han recurrido al ácido tánico: una sustancia con propiedades antioxidantes, antimicrobianas o antihistamínicas, entre otras. “Este compuesto, cabeza de familia de los taninos, es interesante porque, si bien es beneficioso para una célula sana, en una cancerosa no solo produce interferencias en su multiplicación, además la hace entrar en apoptosis, debido al estrés oxidativo, provocando su muerte programada o suicidio”, afirma la responsable del proyecto.
El trabajo se ha desarrollado sobre el cáncer de piel y de mama. Ambos tienen en común la producción en grandes cantidades de una familia de proteínas clave para la división celular (los receptores del factor de crecimiento epidérmico, EGFR). Sobre ella, el ácido tánico actúa de manera preferente interfiriendo la cascada de señales que estas provocan en el tumor e, incluso, la invasión de otros tejidos. Anular esta señal biológica se ha convertido, por este motivo, en una diana terapéutica clave en los últimos años.
Partículas con GPS
Si bien el ácido tánico es beneficioso en un organismo sano, el uso en cantidades elevadas puede derivar en efectos secundarios no deseados. Por ello, una de las líneas de trabajo activas por la Pablo de Olavide es mejorar el sistema de direccionamiento de las partículas para detectar las células cancerosas, incluso cuando mutan. “Utilizamos anticuerpos que funcionan como un GPS, dirigiendo la partícula hacia el tumor, pero cuando las células mutan dejan de reconocerlas, se siguen dividiendo y lo que uno utiliza ya no sirve”, apunta Ana Paula Zaderenko.
Para prevenir esta situación, el equipo de científicos trabaja en un doble sistema de direccionamiento. “Las nanopartículas identifican unos receptores que proceden de una familia de cuatro miembros, por lo que usamos un doble GPS: por un lado, un anticuerpo que actúa sobre dos de esos cuatro miembros, y por otro un ligando, que actúa sobre los otros dos. De modo que, si la célula muta para uno de los receptores, los otros seguirían actuando como GPS”, subraya la responsable del trabajo, en el que también participan los profesores José Antonio Sánchez Alcázar, Guillermo Repetto y Sara Maisanaba, en los ensayos in vitro, y Sofía Calero y Patrick Merkling, en ensayos por simulación en ordenador.
Por otro lado, el uso de estas nanopartículas se ha comenzado a testar sobre animales modelo dentro de la fase preclínica. En colaboración con el doctor Manuel de Miguel, del Hospital Universitario Virgen Macarena, se han iniciado los trabajos para evaluar in vivo el uso de esta terapia sobre el cáncer de mama. “En una primera aproximación, hemos visto que inyectando de forma intratumoral la nanopartícula, ésta induce la muerte de las células cancerosas disminuyendo el tamaño del tumor, pero se trata aún de resultados muy preliminares y hay que seguir desarrollándolos mucho más”, señala Ana Paula Zaderenko.