Un estudio de la Universidad de Colonia (Alemania) ha demostrado que los ratones hambrientos priorizan la interacción con miembros del sexo opuesto a comer y beber cuando se estimula su cerebro con leptina, una hormona que suprime el apetito.
Comer o aparearse: esa es la cuestión. Y la respuesta es que los ratones moderadamente hambrientos eligen aparearse, según muestran estos científicos en su investigación, que se ha publicado en la revista científica ‘Cell Metabolism’.
“Sólo podemos perseguir un comportamiento a la vez, así que nuestro cerebro tiene que calcular de alguna manera cuál será el comportamiento más gratificante o cuál es nuestra necesidad más urgente”, ha explicado la autora principal del trabajo, Tatiana Korotkova, neurocientífica de la Clínica Universitaria de Colonia.
Para dilucidar la jerarquía de comportamientos innatos como comer, beber, socializar y aparearse, el equipo de Korotkova observó y estimuló neuronas de ratón dentro del hipotálamo lateral, uno de los principales “centros de alimentación” del cerebro.
Se centraron en las neuronas que tienen receptores de leptina y en las que producen neurotensina, dos hormonas relacionadas con el hambre y la sed. Para su sorpresa, descubrieron que estas neuronas también guiaban el comportamiento social y ayudaban a los ratones a equilibrar sus necesidades nutricionales y sociales.
“Nos sorprendió descubrir que el hipotálamo lateral vincula la alimentación y la bebida con los comportamientos sociales. Activar las neuronas receptoras de la leptina hace que los ratones den prioridad a la interacción social a pesar del hambre o la sed agudas. Esto tiene sentido desde el punto de vista biológico, porque los compañeros de apareamiento no son algo que se tenga cerca todo el tiempo, por lo que uno debe ser capaz de ignorar el hambre o la sed para poder dedicarse al apareamiento”, ha destacado la primera autora del trabajo, Anne Petzold, también neurocientífica de la Universidad de Colonia.
Los investigadores utilizaron microscopios diminutos para visualizar la actividad de neuronas cerebrales individuales mientras los ratones exploraban y realizaban diversos comportamientos en un recinto. “Fue una gran ventaja poder registrar la actividad de las neuronas en un animal que se comporta libremente. Podíamos ver realmente cómo cambia la actividad neuronal durante comportamientos concretos, y podíamos seguir y cambiar la actividad de células individuales con una gran precisión temporal”, ha apuntado Korotkova.
Para ver cómo cambiaban las prioridades de los ratones en función de su nivel de hambre, el equipo comparó el comportamiento de ratones que tenían acceso ilimitado a la comida con el de ratones “hambrientos agudos” (a los que se les había restringido la comida durante la noche) y ratones “hambrientos crónicos” (a los que se les había restringido la comida durante 5 días). Los investigadores señalan que este “hambre crónica” también puede darse en la naturaleza, donde no hay comida disponible todo el tiempo.
Descubrieron que las neuronas receptoras de la leptina se inhibían cuando los ratones comían y se activaban cuando interactuaban con ratones del sexo opuesto (potenciales parejas), pero no cuando interactuaban con ratones del mismo sexo.
A continuación, los investigadores utilizaron señales luminosas y químicas para estimular selectivamente las neuronas, lo que les permitió observar si esta activación alteraba el comportamiento de los ratones y cómo lo hacía.
La estimulación de la leptina tuvo poco efecto sobre el comportamiento de los ratones saciados, que en general estaban más interesados en socializar que en comer, pero cuando los investigadores activaron las neuronas receptoras de leptina de los ratones con hambre aguda, sus prioridades cambiaron: se acercaron más lentamente a la comida, comieron menos y dedicaron más tiempo a socializar con posibles parejas.
Sin embargo, la estimulación de la leptina no pudo anular el hambre más intensa de los ratones con restricción crónica de alimentos, cuyo apetito no se redujo y cuyas prioridades no cambiaron con la activación de la leptina.
“Así pues, tenemos un sistema que sólo puede regular el hambre moderada, pero no la fuerte. Este circuito podría contribuir a explicar por qué las dietas no funcionan: no es un problema reducir la ingesta de alimentos durante un breve periodo de tiempo, pero no funciona si se intenta hacer durante más tiempo”, ha detallado Korotkova.
Por el contrario, cuando los investigadores activaron las neuronas de neurotensina, observaron un aumento de la conducta de beber a expensas de socializar, tanto con posibles parejas como con ratones del mismo sexo.
“Solemos pensar que las neuronas tienen una función concreta, pero hemos descubierto que una célula puede codificar múltiples estímulos diferentes. Esto tiene mucho sentido desde el punto de vista biológico, porque hay que coordinar los comportamientos, y es mucho más eficaz coordinar los comportamientos con la misma célula que mediante muchos tipos de células diferentes que se comunican entre sí de algún modo”, ha remachado la investigadora.
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