Fibrosis pulmonar, cáncer de pulmón, pleural o incluso gastrointestinal o de laringe. Estos son los principales efectos sobre la salud derivados de la exposición al amianto o asbesto, un mineral que esconden buena parte de los edificios del siglo XX, cuando más se utilizó en la construcción ya que era barato, resistente y aislante. ¿Consecuencia de su uso masivo? Los problemas de salud que ha provocado y los riesgos que supone su retirada ya que las fibras de amianto pueden liberarse en forma de fibras microscópicas, que se expanden por el aire y, por inhalación, se introducen en los pulmones.
Según la OMS, en el mundo hay unos 125 millones de personas expuestas al asbesto en el lugar de trabajo y se calcula que la mitad de las muertes por cáncer de origen laboral son causadas por el asbesto. Estimaciones globales de la Organización Mundial de la Salud muestran que todos los años mueren, como mínimo, 90.000 personas de cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis debidos a la exposición al asbesto por motivos profesionales. Además, cifran en varios miles las muertes atribuibles a la exposición doméstica del amianto.
En la provincia de Salamanca el año pasado se retiraron 4.146.087 kilos de amianto, según los registros del Servicio Territorial de Medio Ambiente, que lleva el control de la retirada de este material ya que las empresas deben comunicar su existencia y trazar protocolos para su retirada y la gestión de los residuos de amianto.
El amianto se encuentra en multitud de formas en los edificios a pesar de que fue prohibido su uso en 2001. Su aplicación más conocida es el fibrocemento, que se utilizaba para fabricar placas onduladas para tejados, conocida como uralita, persianas, tuberías, canalizaciones de agua, depósitos, tejas o maceteros. Por su parte, el amianto vinilo se utilizaba en pavimentos, masillas y adhesivos del pavimento como los que han aparecido por sorpresa en el Hospital Clínico durante su derribo lo que ha provocado un considerable atraso. También se utilizaba en pinturas y barnices para revestimientos, como materiales de fricción en frenos y embragues de vehículos y maquinarias, en procesos de filtración y electrolíticos donde se requiere resistencia al ataque químico, en revestimientos de hornos y calderas, en instrumentos de laboratorio, etc.
A pesar del peligro que supone, no existe un registro de qué edificios o construcciones contienen ese material, sin embargo, sí que ha de notificarse su retirada cuando aparece en las reformas o demoliciones.
¿Cómo se retira el amianto?
El desamiantado o descontaminación de amianto es el proceso mediante el cual se retiran de forma segura y controlada los materiales con contenido en amianto en industrias, buques, edificios, etc. y se descontamina la zona, asegurando que no queden en ella ni restos ni fibras de amianto, de forma que el área de la actuación sea un lugar seguro al finalizar. Según la Junta, la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, establece para las obras de demolición la obligación de retirar y manejar de manera segura las sustancias peligrosas, en particular el amianto, prohibiendo su mezcla con otros residuos, por eso los trabajos de retirada y descontaminación de amianto siempre deben ser ejecutados por empresas especializadas, que cuenten con trabajadores con formación específica para tal fin y con los medios de seguridad (individuales y colectivos) requeridos para realizar dichas tareas.
La retirada debe hacerse por una empresa que cumpla requisitos concretos en materia de seguridad y salud en el trabajo, al igual que los traslados de este material deben realizarse por una empresa especializada y registrada en la Junta.
La misma ley establece que los ayuntamientos deberán crear un censo de las instalaciones y emplazamientos que pudieran contener amianto. De hecho, el Ayuntamiento de Salamanca ya ha sacado a licitación por un precio de 30.000 euros la contratación del servicio de asistencia técnica para la elaboración de un censo de cubiertas de amianto en la capital.
¿Qué es el amianto?
Por amianto (o asbesto) se conoce a un grupo de minerales de la familia de los silicatos que tienen una estructura metamórfica fibrosa. Estos minerales tienen fibras largas, resistentes y lo suficientemente flexibles para que se puedan separar y entrelazar. Su presencia no implica directamente una situación de riesgo ya que las fibras del amianto no se desprenden de forma natural, sino que es necesario que se produzca una manipulación o alteración de dicho material para que tenga lugar la liberación y emisión de las fibras.
Consecuencias de la exposición al amianto
Según la OMS, la exposición al amianto se produce principalmente la inhalación de fibras contenidas en el aire contaminado. Los mayores niveles de exposición se producen durante el transvase del amianto transportado en contenedores, su mezcla con otras materias primas y el corte en seco, con herramientas abrasivas, de productos que contienen esas fibras minerales.
La exposición también puede producirse durante la instalación y utilización de productos que contienen amianto y el mantenimiento de vehículos automotores, algo que está prohibido en España desde hace dos décadas. Sin embargo, muchos edificios todavía incluyen materiales fabricados con crisotilo friable o asbestos amfíbolos, por lo que, su mantenimiento, reforma, eliminación y demolición siguen provocando una exposición a esas fibras minerales.
Según un estudio de la OMS sobre ‘Eliminación de las enfermedades relacionadas con el amianto’ todas las variedades de amianto provocan cáncer en los seres humanos. El documento recoge qué tipo de cáncer provoca el amianto y determina que las variedades de amianto amfíbolo (actinolita, amosita, antofilita, crisotilo, crocidolita y tremolita) están en la categoría de sustancias carcinógenas para los seres humanos. La exposición al crisotilo, la amosita y la antofilita, así como a compuestos que contienen crocidolita, aumenta el riesgo de contraer cáncer de pulmón. También se han observado mesoteliomas tras una exposición profesional a la crocidolita, la amosita, la tremolita y el crisotilo, en poblaciones que viven en las cercanías de plantas de transformación y minas de amianto, y en personas que conviven con trabajadores que manipulan esas fibras minerales.