Salamanca es tierra de cultura y de música. De hecho, son muchas las bandas que se han fundado y que han dado sus primeros acordes y conciertos en la provincia. Si hace trece años el profesor de piano de Victoria Mesonero le animaba a crear un grupo (No cantes Victoria) y llenar los locales charros de soul y funk; en 2017, los llamados 'hijos de la madera' (The Son of Wood) empezaban a combinar instrumentos con influencias folk, rock y country para entonar letras crudas que narran realidades cercanas, frustraciones y miedos con un mensaje inconformista. Más recientemente, en 2021, los integrantes de Carameloraro intentaban hacerse un hueco con su rock and roll "dando pasos sobre seguro y con mucho trabajo". Los vocalistas de las tres formaciones nos ofrecen su visión sobre los retos a los que enfrentan los músicos locales.
Público cíclico y la cuestionable etiqueta de 'local'

"Estoy muy orgulloso de llevar la música de The Son of Wood a todos los lugares de este país con la bandera de que venimos de Salamanca, pero creo que el concepto de banda local puede ser muy perjudicial para los grupos emergentes, porque puede ser algo que te catalogue como en un escalón inferior", mantiene Sergio Dimald, vocalista y guitarrista del citado grupo. Para él, la ciudad charra aglutina dos inconvenientes: "Es muy cíclica, por lo que es muy difícil hacer un poso de tu público que te ayude, por ejemplo, a llenar las 1.200 localidades del CAEM en el día de mañana. A esto se le suma que estamos en la geografía oeste de España y de cara a gestionar giras puede ser un poquito más complejo".
De la misma opinión es David Hernández, voz y guitarra de Carameloraro: "El público es más pequeño en comparación con otros grandes núcleos como Madrid y Barcelona, por lo que a veces es más complicado llegar a la gente. Mucha, además, está de paso, como los estudiantes universitarios". Aún así, considera que en Salamanca se contribuye a la música, ya sea por la visibilización que hacemos los medios de comunicación o a la existencia de certámenes que posibilitan el grabar un disco. Sin ir más lejos, su formación presentará su álbum debut en marzo tras ser finalista en el III Concurso de Bandas, donde compitieron con Sadia y Javi Wallas.
Victoria Mesonero, vocalista y pianista de No cantes Victoria, por su parte, cree que las bandas de Salamanca se enfrentan "a todos los hándicaps que pueda haber": desde las pocas programaciones en salas al hecho de tener que pagar en ciertos sitios para tocar, algo a lo "que no estás dispuesto, porque vas a trabajar". También incide en lo negativo que puede ser la etiqueta de 'local': "Si quieres hacer algo nacional, te cuesta más", y en lo que implica: "Eres tu propio jefe, manager, diseñador gráfico... Te tienes que encargar de todo". A lo anterior se le suma el problema de los estereotipos de género: "Si eres una mujer joven tienes que pelear más en la industria, porque como que te infravaloran a la hora de desarrollar un proyecto. Yo he madurado muchísimo".
El desafío de grabar un disco ante la falta de financiación

Muchas bandas locales sueñan con lanzar su propio disco, pero no todas consiguen que sea una realidad. ¿El principal problema? El económico. "En el estudio, hay profesionales trabajando que tienen que comer y es algo que cuesta dinero. Un músico emergente difícilmente cuenta con esa financiación para poder desarrollarse y sacar su proyecto adelante", cuenta Sergio Dimald, cuyo grupo, The Son of Wood, ya atesora tres álbumes, siendo 'Asfalto y cereal' el más reciente. Este cuenta con diez temas y una temática definida: "Hemos trabajado en ese antagonismo entre el mundo urbano y el rural, sin tomar a ninguno como positivo o negativo, sino como necesarios, por lo que tratamos asuntos como la despoblación, la deshumanización de los barrios dentro de las ciudades o la nostalgia hacia nuestras raíces".
Para la financiación de 'Asfalto y cereal', The Son of Wood ha recurrido a una campaña de crowdfunding de sesenta días de duración, como ya hizo para el lanzamiento de 'Náufragos'. La meta se fijó en 7.000 euros, pero, tras la aportación de 228 personas, la banda ha recaudado más de 8.000 euros. Los patrocinadores podían contribuir de diversas formas y la mayoría de los mismos ha ayudado con cantidades cercanas a los 25 euros. A cambio, han tenido acceso a distintas recompensas, como a una camiseta, a una sudadera o al propio CD en formato digital o físico.
En el caso de Carameloraro y No cantes Victoria, ambos pudieron grabar sus discos gracias a premios recibidos en certámenes. "Si no fuera porque gané el galardón de la Universidad de Salamanca, no sé cómo habría financiado el primer álbum ('A-Love'). Luego, el segundo ('Invicta') fue posible gracias a reinvertir un poco lo del anterior. También he tenido que buscarme la vida para lograr una inversión adicional. Siendo honestos, la gente que dice que la música se paga con ilusión está muy equivocada", reconoce Victoria Mesonero.
Menos salas y programación de conciertos

La pandemia de COVID-19 afectó a múltiples sectores. El de la música no fue una excepción: se cancelaron conciertos, se cerraron salas y, a día de hoy, se siguen notando sus consecuencias. "En 2020, tenía una gira con bastantes fechas que no he podido recolocar porque hay locales que ya no existen. Ha habido un descenso en la programación e incluso, cuando empezamos a asomar la patita después del confinamiento, tuve que replantear el formato, ir sola o en dúo. Tenían miedo llevar a bandas grandes. Ahora se está volviendo a cierta normalidad, pero hay menos oportunidades", mantiene la líder de No cantes Victoria.
Sergio Dimald señala también la poca infraestructura existente para tocar como uno de los retos a batir: "Es uno de los principales hándicaps a los que nos enfrentamos, pero no solo las bandas locales. Si un grupo emergente de Murcia no puede venir a la ciudad porque no encuentra una sala acorde a sus intereses... Es una pena; así perdemos mucha actividad cultural, afluencia y movimiento, y esto va alejando a Salamanca de las giras de grupos nacionales".
Una vez localizadas las salas idóneas, se suceden las visitas, los correos electrónicos o las llamadas telefónicas a las mismas en busca de un bolo. "Todas las giras las hemos gestionado nosotros. Hemos dado más de cien conciertos en seis años y todo ha salido de mucho esfuerzo y trabajo por parte de The Son of Wood, aunque en algún momento hemos contado con la ayuda de algunas personas, de amigos que conocen al técnico de un local y te facilitan el acceso", declara Dimald. "Hay que entender que para los locales también es un negocio y tienen que ver si los conciertos son rentables. Por ello, se debe llegar a un acuerdo e intentar, si se va a tocar a algún sitio, que nadie pierda dinero", añade David Hernández.
Todo esfuerzo tiene su recompensa y tanto Carameloraro como The Son of Wood ya han cerrado varias fechas en 2023. El primero dará un concierto en la ciudad el próximo 4 de marzo y pisará escenarios de Madrid y Extremadura para presentar su primer disco. Mientras, el segundo llevará la gira 'Asfalto y cereal' por todo el territorio español. Comenzará el 25 de marzo en Salamanca y seguirá por la capital de España y ciudades como Valladolid: "Estamos currando mucho para que sea un espectáculo que disfruten el público y los numerosos fans de la banda".
Festivales de música local, ¿un oasis en el desierto?
Al margen de las salas, los festivales se alzan como un gran escaparate para la música emergente y local. Tres Acordes Fest es uno de ellos. Se celebra tradicionalmente en el mes de junio en Salamanca, es gratuito y cuenta con dos escenarios. "Es un referente, pero a mí me gustaría que hubiera más del estilo. La ciudad necesita más movimiento, porque, al final, siempre se ha caracterizado por su cultura y las bandas tienen un trabajo y un recorrido detrás que merecen un espacio", defiende Victoria Mesonero, que añade que Salamanca "tiene que valorar los proyectos que han nacido en su tierra, que se le llene la boca con ellos".
David Hernández, por el contrario, considera que los festivales que, a día de hoy, existen en Salamanca son suficientes (el ya citado Tres Acordes Fest, Ingrávido Festival o Farinato Rock, que atesora diecisiete ediciones desde su creación en 1994). No solo porque "cubren la visibilidad" que necesitan los grupos locales, sino también porque, "a lo mejor, la escena de Salamanca no da para repetir todos los años sin que el público se canse". Aún así, piensa que "no sería una mala idea" la creación de un nuevo espacio musical en la provincia.
Independientemente de la opinión de unos y otros, la Junta de Castilla y León dio a conocer este miércoles, 15 de febrero, su compromiso con los festivales al ser una "herramienta para acercar la cultura a los más jóvenes y al ámbito rural". El presupuesto anual que la institución destina a tal fin es de más de cuatro millones de euros y su recaudación es aún mayor: los celebrados durante el año 2022 contaron con una asistencia de 300.000 espectadores y tuvieron una repercusión económica en la Comunidad estimada en 39 millones de euros.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios