Ya son más de dos meses desde que el toque de queda se instaurase a las 22 horas en toda Castilla y León, Salamanca incluida. Una medida que adoptó la Junta de Castilla y León (y que posteriormente se ratificaría con la aplicación de un nuevo estado de alarma a nivel nacional) con el objetivo de frenar una curva de contagios disparada por aquel entonces y que parecía no tener fin.
Más de dos meses después, se puede afirmar que esa medida, una de las más restrictivas hasta la fecha (jamás antes había habido toque de queda), dio sus frutos. Y es que la curva de contagios no sólo se frenó, sino que comenzó a descender paulatinamente hasta llegar a una meseta que puede considerarse como el fin de la segunda ola, independientemente de que sea el preludio a una tercera.
Si el toque de queda ha sido posible, además de gracias a los ciudadanos, ha sido porque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han velado por esa norma. Pese a no ser responsables directas de la aplicación de la misma, sí que se han vuelto garantes de su cumplimiento y, además, encargadas de explicar a todas aquellas personas que no conocían de su implantación (algo difícil de creer en el siglo XXI y en plena pandemia en una sociedad desarrollada) o hacían caso omiso el porqué de la restricción.
Uno de esos cuerpos es la Guardia Civil. El trabajo del Instituto Armado, ya bien valorado por los españoles, ha sido objeto de alabanza durante toda esta pandemia. Además de encargarse de vigilar y controlar que se cumplían todas las leyes que, paulatinamente, se iban estableciendo (desde el confinamiento hasta el toque de queda pasando por el uso obligatorio de la mascarilla), han ayudado a todos los ciudadanos que lo han necesitado durante los meses más duros.
Ahora, con la pandemia más controlada, que no derrotada, han retomado su labor de vigilancia. SALAMANCA24HORAS, en esta ocasión acompaña a agentes de la Guardia Civil en una jornada laboral. Concretamente, en la vigilancia del cumplimiento del toque de queda así como del cierre perimetral de la Comunidad (si bien este trabajo se desarrolla más en los accesos a Castilla y León) en controles de tráfico que también sirven para detectar posibles infracciones viales. Una labor rutinaria que comienza a primera hora de la tarde y que se prolonga pasada la medianoche.
Las prisas comienzan según se acerca la hora límite del toque de queda
Estos controles de tráfico se han hecho, se hacen y se harán independientemente del coronavirus y su normativa. De hecho, hay cosas que no cambian por mucho COVID-19 que haya, y es que muchos de los conductores se ponen nerviosos al ver a los agentes “aunque no estén cometiendo ninguna infracción”, tal y como relatan los propios implicados.
De hecho, esos nervios al ver a la Guardia Civil son los que más en peligro ponen a los agentes, que corren el riesgo de ser atropellados pese a que se les ve perfectamente al portar un chaleco reflectante y una linterna de color amarillo o rojo y que es visible cuando más de noche es.
Sí que hay aspectos que, dadas las circunstancias sanitarias actuales, son (relativamente) nuevas tanto para los miembros del Instituto Armado como para los conductores. El primero es ponerse la mascarilla cuando se baja la ventanilla para hablar con el agente, que no se la quita en ningún momento. Es habitual que, cuando se va en el vehículo solo o con convivientes, no se utilice la mascarilla. Sin embargo, cuando se va a hablar con la Guardia Civil, sí es obligatorio usarla.
“Muchos, con los nervios, incluso no saben dónde la han guardado. Pero lo normal es que se la pongan siempre antes de bajar la ventanilla”, explica uno de los agentes, quien además señala que casi todos los ciudadanos cumplen y la utilizan cuando no viajan con convivientes, por lo que el número de multas por esa infracción es mínima.
Otra cuestión habitual desde que se instauró el toque de queda son las prisas de los conductores una vez se acerca la hora límite (22 horas) o una vez se sobrepasa la misma. SALAMANCA24HORAS pudo comprobar que, según iba llegando dicha hora, la velocidad de los coches, así como la afluencia, aumentaba sensiblemente.
Una vez más, esto pone en riesgo a los agentes que están controlando el tráfico. Y, de hecho, los agentes preguntan el motivo de la rapidez, recordando que hay que calcular mejor el tiempo para estar a las 22 horas en el domicilio.
Colaboración ciudadana ejemplar en controles rutinarios
La jornada de SALAMANCA24HORAS con la Guardia Civil comienza en torno a las nueve de la noche. Dos patrullas (cuatro agentes) se establecen en una rotonda de Villares de la Reina que sirve para controlar el tráfico que viene y va por varias carreteras. Casi todos los coches son parados en controles rutinarios en los que se pregunta hacia dónde se dirigen y se pide la documentación (DNI) para comprobar que se reside en Castilla y León.
La colaboración ciudadana suele ser ejemplar. Algo que viene siendo así desde ya antes incluso de la pandemia. De hecho, pocos son los conductores que se niegan a ser grabados por este medio o que incluso preguntan a los agentes por nuestra presencia. Porque, tal y como indica uno de los responsables del Instituto Armado, “son ciudadanos que están yendo de un sitio a otro y no están cometiendo ninguna infracción”, aunque bien es cierto que los nervios existen, tal y como se ve a la hora de parar de muchos conductores. De hecho, para alguno es su primera vez.
Asimismo, los agentes hacen comprobaciones aleatorias tanto de vehículos como de documentación (carnet de conducir, seguro del coche…). Comprobaciones que, al igual que los controles rutinarios, se hacían, se hacen y se harán antes, durante y después del COVID-19. Por lo general, y según afirman los agentes, rara vez dan con algún delincuente o en busca y captura. “Ese tipo de actuaciones suele estar programada, no suele darse en un control rutinario de carretera, aunque puede pasar”, concretan.
Salvoconducto preparados a partir de las 22 horas, tanto físico como por el móvil
A partir de las 22 horas, el control rutinario ‘se complica’. Y es que los agentes, además de pedir la documentación pertinente, también reclaman el salvoconducto que habilita a los ciudadanos a incumplir, por motivos recogidos en la legislación, el toque de queda.
Se da la circunstancia, eso sí, que después de dos meses, quienes vienen o van a trabajar lo saben de sobra y lleva el papel preparado. Desde sanitarios hasta trabajadores de la hostelería o la restauración, todos llevan el salvoconducto impreso y a mano para enseñar a los agentes.
No siempre es así. Hay trabajadores que, por no volver habitualmente tan tarde, no poseen salvoconducto. Otros piensan que no es necesario y que con su palabra basta. Como eso no es así, los agentes les interpelan a que hablen a sus jefes y responsables para que les envíen un salvoconducto válido por correo electrónico o por WhatsApp. Avances que permiten las nuevas tecnologías y que hace unos años, al igual que esta pandemia, eran impensables.
Los agentes, por su parte, reconocen rápidamente a quienes tratan de utilizar un salvoconducto falso. Según detallan, ya que en este control no se da la circunstancia, “en seguida ves quién se pone nervioso y está mintiendo o quién trata de engañarte con un papel hecho por ellos mismos”.
Y, cómo no, hay quien trata de volver a casa pasadas las 22 horas. Este medio pudo comprobar como un vehículo con cuatro pasajeros regresaba de Salamanca sin justificación aparente. Tras realizar las comprobaciones pertinentes y después de que los ocupantes del turismo reconocieran que venían de tomar algo, los agentes procedieron a sancionarles. Unas multas que, a diferencia de las de tráfico, no se firman ni se dan en papel, sino que sólo se comunican verbalmente hasta que, unos días después, llega al domicilio.
Desmintiendo mitos: ni ponen multas para recaudar ni se dejan influir por los avisos de WhatsApp
Se da la circunstancia de que este tipo de controles de carretera, así como la posición de radares, suele avisarse por grupos de WhatsApp o Telegram. La Guardia Civil lo sabe, y creen que es una mala acción no para ellos, sino para los propios conductores. Uno de los responsables que acompaña a SALAMANCA24HORAS lo explica de la siguiente manera:
“Nosotros realizamos una labor de vigilancia para evitar infracciones, no para poner multas. Si se avisa de nuestra presencia, muchos de los conductores que están cometiendo infracciones, como conducir en estado de embriaguez o a una alta velocidad, nos evitarán. Y eso, el día de mañana, puede desembocar en un accidente que afecte, mismamente, a quien avisó de un control anterior.”
En esa frase, este agente desmiente uno de los mitos más extendidos por la sociedad española: la Guardia Civil no multa para recaudar. Los agentes no tienen que cumplir ningún cupo y su salario no depende del número de sanciones que detecten. Precisamente, lo ideal para ellos sería que todo el mundo cumpliese las reglas a rajatabla y no tuvieran que levantar ningún acta o denuncia, ya que esto implicaría una gran seguridad ciudadana.
Comprensión de los agentes… siempre y cuando el motivo esté justificado y se pueda demostrar
Si antes se explicaba en la noticia que los agentes piden el DNI para comprobar que nadie se ha saltado el cierre perimetral, es por cosas como las que se vivió la noche en la que los acompañó este medio. Y es que uno de los vehículos parados estaba ocupado por una familia en cuyo documento de identidad venía reflejado que su residencia estaba en Castilla-La Mancha.
Según indicó dicha familia, esto se debía a que se habían mudado recientemente y todavía no habían hecho el cambio de domicilio. Pese a que puede ser algo difícil de creer, la Guardia Civil tiene una solución para estos casos: después de tomarles los datos, invitaron a los pasajeros a ir a su domicilio y volver al control con una factura, recibo o contrato de alquiler que acreditase que realmente vivían en la provincia charra.
Y así fue. Uno de los integrantes se fue a casa andando (pese a que los agentes les dijeron que fueran en coche, que así tardarían menos, y que de no volver serían multados) mientras que el resto de la familia se quedó en el vehículo, bien estacionados junto a los agentes. Al poco tiempo, volvió con un contrato que, efectivamente, señalaba que su residencia actual estaba en Carbajosa de la Sagrada. Con un agradecimiento mutuo entre agentes y pasajeros, estos pudieron continuar su marcha.
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