La plaza de Anaya ha pasado a ser, durante los últimos días, en el centro cultural de Salamanca. Los principales eventos del Fàcyl se han desarrollado en esta antigua plaza, a la que le da nombre Diego de Anaya Maldonado, el prelado nacido en la ciudad a mediados del siglo XIV y que murió en Sevilla ya entrado el XV.
Esta, que a menudo se convierte en un lugar de encuentro de universitarios, está arropada por la Catedral, la Universidad, la iglesia de San Sebastián, el Palacio de Anaya o el Juan del Enzina y suponen uno de los puntos más queridos por los salmantinos.
Sin embargo, la plaza, pese a la antiguedad de las catedrales, no tuvo la forma actual hasta bien entrado el siglo XX. No en vano, fue en 1811 cuando nació, según refleja Salamancaenelayer, al derribar una manzana de casas entre el Palacio de Anaya y la Catedral. Fue el jefe militar del ejército de ocupación francés en Salamanca, Paul Thiébault, el que lo hizo y nunca se ha indemnizado al Cabildo Catedralicio, de quien era propiedad.
Fue ya en 1932 cuando la plaza comenzó un proceso que le lleva a su situación actual que finaliza en 1975. Aquí finalizó la última gran reforma a cargo del arquitecto Víctor Caballero Ungría con la reforma en la que se establecieron las rasantes vigentes y un atrio paralelo a la fachada de la Catedral.
Eso sí, pese a que la importante arquitectura de la plaza no deja de ser una valía importante, lo es, si cabe, más la propia vida que tiene cada día. Las primaveras, principalmente, se convierten en un lugar de cultura estudiantil en las escalinatas y el césped.
Pese a ello, no evoca tanto a la Universidad como a lo más característico, la Catedral Nueva. Y es que Diego de Anaya Maldonado fue obispo de Tuy hasta 1390, cuando ocupó la sede episcopal de Orense. Sin embargo, regresó a casa dos años después, desde cuando estuvo al frente de la Diócesis salmanticense fundando el colegio de San Bartolomé.
Tras ello, fue a Cuenca y más tarde le ascendieron al Arzobispado de Sevilla, aunque fue desposeído de su cargo por las sospechas existentes de su parcialidad hacia el antipapa español, algo que se demostró contrario posteriormente.
Su larga vida (falleció a los 80 años) y su apego a Salamanca, donde nació y residió durante muchos años, sirvieron para que, aunque murió lejos, sus restos fueran trasladados e inhumados en un sepulcro situado en el claustro de la Catedral Vieja bajo una inscripción que le describe: "Aquí yace el reverendo, ilustre y magnífico señor don Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla, fundador del insigne colegio de San Bartolomé. Falleció anno del Sennor de myll qutrocientos treynta e siete annos".
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