Una piscina comunitaria del barrio Garrido, ‘hotel de lujo’ para patos

Desde hace años, varios animales de esta especie pasan el invierno y la primavera en las instalaciones de un recinto ubicado en el norte de Salamanca.

 Patos piscina (2)
Patos piscina (2)

“Es pequeño, peludo, suave… Tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”. Cuando Juan Ramón Jiménez escribía las primeras líneas de su célebre obra Platero y yo, quizás no pensara que las mismas, dedicadas a describir a un burro, sirvieran para hacer lo propio con alguno de los varios patos que están pasando el invierno y la primavera en un recinto de Salamanca ubicado en la calle que lleva su nombre.

En ella se sitúa una piscina comunitaria que abre en verano y que durante los meses que está cerrada acumula agua. Allí se bañan un mínimo de cuatro patos que están pasando el invierno y la primavera en esta instalación, aprovechando para dormir o descansar en el césped o el asfalto que la rodea, si bien están varias horas fuera al volar hacia otros lugares.

“Ejemplares de esta especie aparecieron en la piscina hace unos años sin saber cómo”, recuerdan algunos vecinos, que también señalan que “los patos comen algunos restos de comida que encuentran por allí o alimentos que le da gente que vive o trabaja en los alrededores”.

Lejos de entenderlo como una preocupación por la suciedad que puedan generar, varios habitantes de la zona consideran que estos patos son un atractivo hasta que se abran las piscinas y que algunos de ellos han nacido allí, emigran en verano y regresan cuando se vuelve a cerrar el habitáculo.

Si hubiera que publicar un libro con esta historia que acontece en la calle Juan Ramón Jiménez, podría titularse de manera parecida a la famosa creación de este poeta onubense. Bastaría con quitarle una letra: Patero y yo.

Patos piscina (1)

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