Y la respuesta es simple. Esas dos personas nunca existieron. Sin embargo, en el caso de la primera sigue dando nombre a una de las calles más antiguas de la ciudad. Mientras que en el segundo, el curioso error fue subsanado.
Según recoge la Biblia de las calles de Salamanca, el Callejero Histórico Salmantino del recientemente fallecido Ignacio Carnero, la calle Pedro Cojos ya fue mencionada en 1606 por Gil González Dávila en su Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca. La calle, en cuesta, conecta el paseo de Canalejas con la plaza de Bretón y, por ende, con la Gran Vía. Carnero explica que, debido a lo empinado de su trayecto, “era un auténtico pero o inconveniente para los cojos”. Con los años, de pero pasó a ser Pedro y así se quedó.
La segunda calle es Arroyo de la Lastra, situada a pocos metros de la plaza de la Concordia. Durante décadas, está vía fue nombrada de manera oficial Adela Lastra. Pero Adela, al igual que Pedro Cojos, nunca existió, de hecho, su aparición en el callejero salmantino se debe a un error burocrático. Alguien decidió en su momento que era demasiado largo para las placas poner “Arroyo de la Lastra”, por lo que lo acortaron a “A. de la Lastra”.
Lo explica mejor Ignacio Carnero: “Quedó como A. de la Lastra, nombre que, con el transcurso del tiempo, un si es no es rocambolescamente, suprimiéndose el punto, y uniendo, como parecía lógico, el nombre en apariencia separado de mujer, terminó por convertirse en Adela Lastra, dando lugar a una de las curiosidades más peregrinas y jocosas del callejero de la capital del Tormes”.
Un decreto de la alcaldía de diciembre de 2005 volvió a convertir a Adela en un Arroyo, pero la calle siempre seguirá unida a una figura femenina.