La Plaza Mayor de Salamanca puede presumir de ser una de las más bellas del mundo y de contar con la protección de la Unesco al formar parte de la Ciudad vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad. Millones de personas han paseado por ella a lo largo de la historia, pero son muy pocas las que han contribuido a su magneficiencia. Entre ellas, el escultor Óscar César Alvariño Belinchón, autor de seis medallones tallados en el ágora salmantina, los dedicados a Miguel de Unamuno (1986), Elio Antonio de Nebrija (1992), Fernando VII (2005), Alfonso XIII (2005), La Primera República (2005) y D. Juan de Borbón (2005). A estos se les sumará próximamente el de Alfonso IX tras haber ganado el concurso de propuestas convocado por el Ayuntamiento para conmemorar el octavo centenario de la fundación de la USAL.
El medallón de Alfonso IX: concepción y tallado
El boceto del medallón de Alfonso IX realizado por Óscar César Alvariño se alzó vencedor sobre las otras doce propuestas enviadas al certamen. Todas ellas fueron presentadas anónimamente y, tras un amplio debate, el jurado se decantó el pasado mes de diciembre por la obra titulada 'Séptimo'. "Me apunté con la creencia de lograr ganar el concurso. Siempre que ideo una escultura, me tiene que conmover primero a mí. Si no es así, continúo con la lucha una y otra vez hasta estar satisfecho con esa primera fase", mantiene el profesor titular en el Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid.
En esa lucha por crear la mejor escultura posible, el artista, a la hora de dibujarla y componerla, tuvo en cuenta dos factores: "El respeto y la puesta en valor del magnífico entorno donde se va a ubicar", lo que supone "un reto mayúsculo". El boceto resultante contiene las preocupaciones compositivas de César Alvariño, así como su "intento de atrapar la luz con el modelado". Ya en escayola, "es un medallón de Puerta grande".
La obra titulada 'Séptimo' comenzará a ser una realidad a principios del mes de abril, "dependiendo de la climatología y, sobre todo, buscando la mejor luminosidad de esa época". El proceso de talla en la Plaza se hará: "Utilizando el sistema tradicional de sacado de puntos a partir del medallón original de Alfonso IX que he presentado del mismo tamaño (80 centímetros de diámetro) en escayola. Esto sirve para tomar y trasladar, con la mayor fiabilidad posible, las medidas desde el modelo diseñado a priori por el escultor a la piedra".
La complejidad de la piedra de Villamayor
Óscar César Alvariño, a la hora de tallar la efigie de Alfonso IX, tendrá que enfrentarse a la complejidad de la piedra de Villamayor: "No se presta a la escultura. Es arenisca y si no está muy bien seleccionada, como es el caso de la que está alojada en el intradós de los arcos para los medallones, puede ser muy granigorda o muy irregular en su conformación, tener codón, coqueras, gemas... Además, su porosidad influye enormemente en la reflexión de la luz".
Su peor experiencia fue en los trabajos de 1986 y 2005: "La piedra del medallón de Unamuno fue francamente mala y eso me trajo muchos desvelos. Tenía zonas cristalizadas, codón y era muy irregular de color y dureza en toda la zona de la frente, además de que su grano era basto. Fue un sufrimiento. Otra roca problemática fue la de Fernando VII, porque fue muy granigorda y no permitió en ningún momento definir más los volúmenes y las formas con la precisión que contenía mi modelo de escayola". En el lado contrario, está la materia prima de las esculturas de Don juan de Borbón y de la Primera República: "Era de grano muy fino y permitió el juego de la luz y los matices. Me dejó disfrutar enormemente".
Independientemente de la piedra de uno u otro medallón realizado por Alvariño, todos ellos: "Tienen inevitablemente elementos comunes, porque como escultor desarrollo e investigo sobre unos criterios de composición que son afines a mi manera de ser". Esto no interfiere en que, al mismo tiempo, haya una evolución significativa: "En cada obra hay reflejado un retrato psicológico del autor en ese momento de creación".
Tras los pasos de Alejandro Carnicero
Óscar César Alvariño es el segundo escultor que más medallones ha tallado en el monumento charro (tan solo le supera Alejandro Carnicero, con treinta y seis). Esta proeza le hace sentir "un orgullo tremendo mezclado a la vez con una gran responsabilidad". También le ha permitido vivir diversas experiencias y crecer como artista: "El ágora salmantina fue mi debut en la escultura pública, volvió a ser mi plaza de alternativa, de confirmación, de puertas grandes y de muchos desvelos. He pasado muchas horas subido en un andamio dispuesto en el lugar, pasando momentos muy ilusionantes y otros muy duros".
Al ser preguntado por la obra de sus antecesores, Alvariño destaca la del propio Carnicero: "Admiro sus medallones en general. Algunos son muy fuertes, dan estilo y carácter propio a la Plaza Mayor. Son el estandarte de un momento histórico y un contexto artístico". Esta opinión difirere mucho de la que le despiertan otros tallados: "Creo que las administraciones no han procedido siempre de la manera apropiada para un Monumento Histórico-Artístico de estas características. Hay medallones que avergüenzan a la escultura, al ágora y al sentido común". Por ello, cree necesaria una Ley de Memoria Artística.
Futuros proyectos
El profesor titular en el Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid no piensa en si al séptimo medallón le seguirá un octavo de su autoría: "Cuando termino una escultura siempre pienso que puede ser la última. Creo que hay que vivir el presente, pero desde luego tengo muchísimas ilusiones, mucho trabajo y sueños puestos en nuevos proyectos que estoy desarrollando actualmente". Esos proyectos "apasionantes y repletos de complejidad profesional" se desarrollarán en España, Estados Unidos, América del Sur y Canadá. Tampoco se olvida de Salamanca, donde le gustaría hacer "una figura ecuestre o un gran toro".
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