Son víctimas de la violencia, los abusos sexuales, la pobreza, el abandono... obligados a pasar su infancia o/y adolescencia lejos de sus familias, a veces, de forma temporal, pero en muchas ocasiones, definitiva.
Menores en desamparo que viven una infancia y adolescencia complicadas, de dolor, de soledad y tristeza, de incertidumbre… infancias y adolescencias perdidas, sin el cuidado de sus padres; pero hay una oportunidad para recuperarlas.
María tiene año y medio, y casi toda su vida la ha pasado con una familia de acogida. Como ella, otros 27 niños en Salamanca viven en este momento temporalmente con una familia de acogida, que les aportan ese cariño y esas carencias que no han tenido hasta que la situación se solucione. Como ellos, otros 87 menores están en acogimiento residencial.
La Junta los protege y custodia. Se intenta que estos menores tengan una oportunidad para normalizar su vida. Unos en familias, pero los que más en centros de protección, en los que se intenta proporcionar un ambiente familiar, una educación, acompañamiento, atención psicológica, etc. El objetivo es cuidarlos e intentar reparar ese daño, esa soledad, o esa falta de cariño que no tenían en su familia, o esas carencias que los padres no pueden proporcionarles y se ven obligados a renunciar a ellos por un tiempo para mejorar y ofrecer a sus hijos vida mejor.
Se busca devolver la felicidad a esas infancias robadas por una situación que no pudieron elegir, cuidarlos y acompañados mientras se trabaja para que regresen a su familia biológica; algo que no siempre se consigue.
La Junta tutela a 157 menores en Salamanca
En Salamanca, la Junta de Castilla y León ha protegido a 169 menores durante el primer semestre de 2021, ejerciendo la tutela sobre 157 de ellos, según los datos facilitados por la Dirección General de Familias, Infancia y Atención a la Diversidad.
Los motivos de desprotección de estos menores son diversos y un menor puede tener más de uno: maltrato físico, maltrato psicológico, negligencia física, negligencia psíquica, abuso sexual, explotación sexual, inducción a la delincuencia, modelo inadecuado, imposible cumplimiento obligaciones parentales, abandono y renuncia.
74 menores han vivido hasta junio en acogimiento familiar: 34 en familia ajena y 33 en extensa; a ellos hay que añadir otros siete jóvenes en prolongación de actuaciones, es decir, son mayores de edad que siguen tutelados por la Junta.
En Salamanca, en este momento, hay 28 familias de acogida, 27 de ellas con un menor a cargo y una más disponible para mayores de siete años.
Los menores desamparados que no viven con una familia, sea extensa o ajena, se encuentran en acogimiento residencial. En total, en el primer semestre del año han estado en esta situación 83, 73 menores y 10 en prolongación de actuaciones.
Viven repartidos en centros de acogida de la propia Junta o concertados con entidades del tercer sector u órdenes religiosa. Los Molinos y Los Charros son los dos centros propios de los que dispone la Junta en Salamanca, a los que hay que añadir otras siete viviendas-hogar, una de ellas para Menas. En ellos conviven entre cinco y 15 menores.
En el conjunto de Castilla y León, 1.423 menores están protegidos por la Junta, y 1.258 de ellos tutelados. 784 han vivido en acogimiento familiar y 572 en residencial durante el primer semestre de este año.
Situación de riesgo o de desamparo
La Junta de Castilla y León es la entidad pública de protección de la infancia, una protección que asume la Gerencia de Servicios Sociales y para la que colabora con corporaciones locales y con entidades del tercer sector.
El primer paso para esa protección es detectar a los menores que están en situación de riesgo o desamparo.
La situación de riesgo se da “cuando no hay todavía incumplimientos de deberes de protección o atención de un menor, pero sí se detectan algunas carencias o conflictos familiares, alguna dejación con los menores, por ejemplo, desde el punto de vista educativo, de alimentación, de higiene”, explica la directora general de Familias, Infancia y Atención a la Diversidad, Esperanza Vázquez.
Son casos, añade, que “suelen coger las corporaciones locales, los equipos que hay de intervención con las familias” con el objetivo de “intentar reconducir la situación”. Se realiza una intervención familiar, con el menor y su entorno familiar, y “si no se puede reconducir la situación, ya pasan al desamparo”.
La situación de desamparo “puede surgir cuando no se corrige la situación de riesgo o cuando directamente se detecta un incumplimiento claro de obligaciones parentales o algún tipo de maltrato”. Aquí es donde actúa la Junta y “lo primero que hacemos normalmente es tutelar a estos niños menores” para “poder intervenir paralelamente también con la familia”. Y es que el objetivo “fundamental e ideal es que los niños estén con las familias de origen”, señala Vázquez.
En la tutela “generalmente si son bebés, de 0 a 3 años, incluso hasta 6 años, lo que hacemos inmediatamente es acogimiento familiar, mientras tanto seguimos trabajando con la familia”.
Ese acogimiento, ya sea con familia extensa o ajena, es “lo primero que intentamos, porque entendemos que, si no puede estar con la familia de origen, hay que buscar otro entorno familiar porque es lo más idóneo para los menores”. En lo que va de año, 74 menores han estado en acogimiento familiar en Salamanca.
Un acogimiento familiar que es más difícil para los mayores de seis años, por eso, “los tenemos en centros de menores, que están muy bien porque son viviendas hogares de pequeñas dimensiones, no son como antiguos orfanatos”, afirma la directora de Familias. “Aquí trabajamos sobre todo con entidades del tercer sector, que tienen mucha experiencia en la materia, o con órdenes religiosas” y “la atención es buena”.
Centros de menores y viviendas-hogar
La Junta dispone de dos centros propios: ‘Los Charros’, que suele ser para los niños más pequeños, de cero a seis años, y ‘Los Molinos’, para los más mayores, “entre los seis y 12 años, incluso hasta los 16”. Y luego están las siete viviendas hogar -conciertos de la Junta con entidades del tercer sector u órdenes religiosas-. La ocupación depende de las plazas de cada centro, aunque rondan, explica, entre las cinco y las 15; “la más grande es la de ‘Los Molinos’, con 15 plazas y una plantilla de 20 personas”.
Una de estas viviendas-hogar está destinada a los menores extranjeros no acompañados (Menas). La Fundación Diagrama y la Casa Escuela Santiago I se dedican sobre todo a estos menores inmigrantes que están solos; “de media normalmente, no son más de 10”, aunque “es una cifra que fluctúa. “Hay que enseñarles el castellano, trabajar con ellos en la integración social, integrarlos en la cultura española, darles una educación y, a los que son más mayores, la inserción social y laboral, intentar encauzarles con una serie de formaciones básicas o para que puedan tener trabajo”, explica. Son “entidades y personas especializadas y expertas que trabajan muy bien con los niños".
Un tope de dos años para intentar el retorno a su familia
Mientras están en la tutela, ya sea en acogimiento familiar o en centro, “se trabaja mucho con la familia de origen”. Pero “tenemos un tope de dos años, sobre todo cuando están en acogimiento familiar, fundamentalmente para ver si trabajando con la familia de origen, pueden retornar” a ella, explica la directora.
“Si vemos que no hay solución con la familia de origen, que es inviable ese retorno, porque hay casos que no son recuperables”, se abre el procedimiento de adopción. Existe una bolsa de familias interesadas en la adopción de menores, “se inicia el tramite de adopción y mediante resolución judicial obtienen la patria potestad y dejan de ser tutelados por la Junta”. Estas familias en adopción van teniendo también un seguimiento y acompañamiento por parte de la Junta.
Las adopciones en Castilla y León, según Esperanza Vázquez, “han bajado muchísimo”. Anualmente no se superan las 20. También la pandemia ha tenido sus efectos y a nivel nacional son unas 60 de media al año.
La llegada a la mayoría de edad
Y qué ocurre con estos menores tutelados por la Junta cuando llegan a la mayoría de edad y no han vuelto con sus familias ni han sido adoptados. “Si vemos que no están suficientemente maduros, que es un porcentaje grande, existe un procedimiento que se llama prolongación de actuaciones, es decir, siguen tutelados y pueden estar hasta los 21 años bajo el mismo régimen de tutela”, explica Vázquez.
Y, por otro lado, se encuentran los que “consideran los técnicos o profesionales que pueden ir ya hacia la vida adulta”. Con ellos se tienen una serie de medidas, como los pisos de transición a la vida adulta. Aquí la Junta trabaja con las entidades del tercer sector; “consiste en que estén acogidos en pisos transición. No como en los centros residenciales, porque se les deja mayor autonomía, y se les enseña a caminar hacia la vida adulta, encauzarles en estudios o buscar trabajo”. En Salamanca existen dos pisos de transición a la vida adulta llevados por Cruz Roja y Santiago I.
Estos extutelados reciben la Renta Garantizada de Ciudadanía y las entidades les ayudan a administrar esa paga mensual para que puedan ir aprendiendo a ser autónomos. “A estos niños no podemos tutelarlos y hay que hacerles un seguimiento hasta que estén bien encauzados en su situación laboral”, afirma la directora de Familias.
Aparte de estos programas, dentro del Sistema de Atención y Protección de la Infancia en Castilla y León, se encuentra el trabajo de reinserción de menores infractores que han cometido delitos. Los menores de 14 años son inimputables y “tenemos centros específicos para ellos”.
Esperanza Vázquez asegura que “estos sí son problemáticos, los tutelados no tienen porqué ser problemáticos”, pero “los menores que delinquen y tienen alguna falta están en centros específicos para menores infractores”. Entre estos centros se encuentra el Zambrana, en Valladolid, que es centralizado para toda la comunidad, donde cumplen determinados programas establecidos emitidos por sentencia judicial.
“Pero también tenemos algún centro más suave que este y otros donde hay programas que son más educativos; no existe falta judicial, por lo que están controlados, pero disfrutan de salidas externas, van al colegio o instituto, y se busca mayor normalización”. En Salamanca hay dos centros de este tipo, ambos los lleva Santiago I, que no exceden de 7 u 8 menores “para tenerlos bien controlados”.
Desprenderte del niño es “muy doloroso”
Dentro de todo este sistema, Esperanza Vázquez agradece la labor de las familias de acogida. “Hay que reconocer su labor; muchas de estas familias además de tener a sus hijos biológicos, acogen”.
Para que una familia sea de acogida, primero se les selecciona; tienen que pasar una serie de trámites para ver su idoneidad, igual que las familias de adopción; y luego se les forma. “Lo difícil de las familias de acogida es que saben que los menores que acojan son temporalmente, y ahí hay un factor emocional que hay que trabajar muchísimo para concienciarles que el acogimiento es temporal y, que en el caso que vuelva a la familia de origen o se inicie el trámite adopción, tienen que desvincularse del menor que han estado acogiendo”.
Desprenderse es “muy doloroso; es muy gratificante acoger a un niño, pero tienes que tener muy presente que llega el momento final; y ese momento duele mucho”. Efrén Moreno y Susana Castro, junto con sus dos hijos de 13 y 15 años, son una de las familias salmantinas de acogida temporal de estos menores desamparados.
Hace ya dos años que se ofrecieron para dar ese cariño y esa falta de atención a los menores para que vivan en un ambiente familiar hasta que se normalice su situación. Desde entonces ya lo han hecho con dos bebés.
El primero, en enero de 2020, pero, explica Susana, “tras un inicio muy bonito para nosotros, solamente duró dos meses; no es algo habitual, lo mínimo es que sean entre seis meses y dos años”, la fecha tope de acogimiento temporal. Sin embargo, su caso se resolvió enseguida.
Desde hace 15 meses tienen acogida a una niña de tan solo un año y medio. Está integrada como una más de la familia, es como su hija, su hermana… El desenlace está cerca, porque regresará pronto a vivir con su madre biológica. Están concienciados de ese momento, pero saben que lo van a pasar mal. “Tu cerebro sabe cuál es la finalidad y lo que va a pasar al final, pero el corazón manda de otra manera”.
Cuando comienzas a ser familia de acogida, lo primero que se hace es un curso de formación; lo imparte Cruz Roja, que colabora con la Junta para desarrollar este proyecto. “Y lo primero que te dejan claro es eso, para qué te ofreces, que esto no se puede confundir con una adopción; nada que ver. Te dejan muy claro que todo es muy bonito hasta el momento final; los peor es ese duelo final, el desprenderte del niño”.
“A nuestros hijos le decimos constantemente que lo tengan en cuenta: los niños no son nuestros, ni los vamos a quedar”, afirma Efrén.
Pero este final para ellos puede no ser tan dramático, porque todo apunta a que van a seguir manteniendo contacto con la pequeña. “Nosotros estamos viviendo ya lo que va a ser el desenlace; la niña ya tiene visitas largas de su madre, notamos muchos cambios”, señala Efrén.
En este caso, la niña volverá con su familia biológica, pero “hay otros casos en los que no se consigue. Se trabaja con la familia biológica o directa que reclame al niño. Si no se pudiera trabajar con familia propia, se pasaría a la adopción”, dice Susana
"Una vez que se los llevan, las familias deciden si quieren desconectar totalmente o mantener contacto", añade Efrén. Con el anterior bebé tuvieron suerte y "seguimos en contacto, con buena relación; estamos muy contentos". Sin embargo, "hay muchísimos casos, la gran mayoría, donde ese contacto se termina, se desconecta totalmente", quizás porque "se quiere olvidar un poco esa vivencia mala, esa situación que no es agradable". Una situación que se extiende incluso si son adoptados y "los padres adoptivos tampoco quieren seguir teniendo contacto con familia acogida temporal".
Todo indica que el bebé que ahora tienen en acogida no va a perder del todo el contacto con ellos, porque "su madre ve lógico que sigamos manteniéndolo", porque ahora María es "como si fuera mi hija; esto es muy duro y estaríamos muy agradecidos".
Animan a una acogida que "hace mucha falta"
Efrén y Susana tiene dos hijos biológicos, niño y niña, de 13 y 15 años. Y son, aseguran, "los que forzaron esta situación".
"Barajábamos la posibilidad de adoptar, antes incluso de tener nuestros hijos, pero tienes hijos, te acomodas y parece que no sabes cuándo dar ese paso", señala Susana. Fue a raíz de una compañero de baloncesto de su hijo cuando conocieron a una familia de acogida; a partir de ahí se plantearon a hacer ellos lo mismo. Lo único que "me echaba más para atrás era el pensar en el momento final, cuando tienes que desprenderte de ellos".
Pero su hijos los animaron e impulsaron, y tomaron la decisión porque "es una buena obra y además es muy bonito". Pensaron más en hacer el bien por alguien que en sus sentimientos.
Pese a su adolescencia, sus hijos se han involucrado y "les va a servir además como experiencia de vida". Ahora toda la familia "estamos contentísimos".
Ellos han acogido a bebés, en los que es más difícil notar "la situación difícil que les ha tocado vivir por diversas circunstancias", cuando son más mayores "indudablemente lo expresan más". Cuando tiene 5 años o más "tienen perfectamente presente el recuerdo de su familia, pero se les ayuda y se les acompaña para que vivan esta situación, que es temporalm de la mejor manera posible, echando lo menos posible en falta o añorando lo que les falta en realidad", subraya Susana.
De momento, esta familia se ha ofrecido para acoger a niños de hasta seis años, pero no descartar hacerlo hasta más edad.
"Todo depende de cada familia. Nosotros nos plateamos, por nuestra capacidad, tiempo, disponibilidad, lo que podemos dar, hasta 6 años. Además hay vivencias muy complicadas y mi hijo tiene 13 años, quizás no conviene tener a otro de 12 años", explica Efrén.
Una familia de acogida, señala Susana, es lo mejor para acoger a estos niños, aunque sean mayores de 12 años. "Se intenta siempre que vayan a familias, porque varía mucho. En el centro no les va a faltar lo básico, pero sí les falta una vida familiar, que allí es imposible dársela. El problema es que hay muy pocas familias de acogida, ojalá hubiera más, porque van a tener una vivencia diferente".
Por eso, instan a otras familias "a que se animen, es algo muy bonito y sientes una satisfacción enorme", además "hace mucha falta. Salamanca es una ciudad muy pequeña, pero los centros de menores están llenos, parece que es algo que está más lejos de ti", pero no es así. Son niños con "falta de atención, de cariño, y les compensamos, que les hagas sobre todo una vida lo más normalizada posible el tiempo que les toca vivir esta situación; lograr que sean felices este tiempo y hacer más llevadera esta situación".
Incentivos para estas familias
Existe una bolsa de familias de acogida para las que la Junta tiene incentivos. Además, “ahora con el Plan Familias estamos intentando reconocerles aún más esa labor solidaria que hacen; además de todos los gastos que pueda llevar el hijo en acogimiento, tener algún tipo de reconocimiento, algún incentivo como familias numerosas o monoparentales", comenta la directora de Familias, Esperanza Vázquez. En este sentido, alude al Plan Concilia, en el que han puesto en marcha beneficios para las familias numerosas y monoparentales, y también de acogida. También en la reducción de la jornada laboral se incluye a los tres tipos de familias. "A medida que vamos sacando programas, vamos incluyendo ya a las familias de acogida para que puedan sentirse un poco reconocidas", afirma.
Además de las familias de acogida, añade, hay un programa de 'Vacaciones en familia'. Son familias que no acogen, pero que en determinados periodos del año, por ejemplo ahora en verano, llevan a niños de los centros de menores para pasar una semana o 15 días de vacaciones con ello". Es un programa que empezó antes pandemia y "tenemos que potenciar", concluye Vázquez.
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