La ciudad de Salamanca ha vivido en la mañana de este miércoles la plantación de sus primeros olmos autóctonos resistentes a la grafiosis, una enfermedad que acabó con la mayoría de ejemplares de esta especie y que han sido donados por el Ministerio de Agricultura.
Concretamente, la plantación ha tenido lugar en el parque de Antonio de Nebrija, junto al río Tormes, en la zona de Salas Bajas. Allí se han sembrado siete de los 93 olmos que se instalarán por toda la ciudad en diferentes zonas verdes como el parque de La Alamedilla, parque del Baldío o el Cerro de San Vicente, hasta 10.
Así lo confirmó el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, quien recordó que esta es otra de las medidas que el Consistorio está aplicando del Plan de Infraestructura Verde, que cuenta con 276 disposiciones que sirven para “poner la semilla de la Salamanca del futuro”, motivo por el que han sido escolares, del Colegio Marista, quien han realizado la plantación.
Junto al más de medio centenar de escolares y del primer edil han estado presentes la concejala de Medio Ambiente, María José Fresnadillo, y el concejal de Parques y Jardines, Francisco Javier García Rubio.
“Salamanca camina hacia ese proyecto único, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, con un proyecto medioambiental de gran entidad que nos convierte en singulares dentro del país”, prosiguió García Carbayo, algo que refleja la inversión de más de 6,5 millones de euros de Salamanca en parques y jardines desde 2011, plantándose alrededor de 4.600 árboles, un número que se aumentará en el futuro.
Una de esas zonas verdes que se espera potenciar con fuerza es el entorno del río Tormes, habiéndose movilizado ya 14,5 millones de euros en el programa EDUSI Tormes+, un paso para caminar hacia el futuro de Salamanca “sin perder las señas de identidad de Ciudad Patrimonio de la Humanidad”.
También los accesos del Norte de la ciudad (por el Helmántico y por Las Bizarricas) incluirán en sus obras “corredores verdes”, según detalló el alcalde, siendo estas las actuaciones más inmediatas.
Árboles ‘vacunados’ para resistir la gran plaga
Felipe Pérez, jefe de recursos genéticos forestales del Ministerio de Agricultura, explicó cómo ha conseguido eliminar la enfermedad de la grafiosis. El programa para evitar esta bacteria comenzó en el año 1986, cuando comenzó a propagarse una plaga que afectó a prácticamente todas las olmedas en Europa y Norteamérica.
Por ello, casi todos los olmos murieron masivamente, y el programa lo que hizo fue buscar ejemplares que fuesen resistentes a la enfermedad (algo que se continúa haciendo hoy en día). A dichas especies se les inocula la enfermedad, como si de una vacuna se tratase, para confirmar que son tolerantes a la grafiosis.
“Una vez que vemos los que son tolerantes, empezamos a multiplicarlos”, concretó. Actualmente, el Ministerio dona los ejemplares a entidades públicas (ayuntamientos, confederaciones hidrográficas, asociaciones sin ánimo de lucro) con el objetivo de recuperar la especie. La única condición es que estos olmos se planten en terrenos públicos.
Un escarabajo que transmite la grafiosis
Estos olmos vivos son resistentes dependiendo del clon. Unos son porque el sistema vascular del árbol es más pequeño de la media e impide que el hongo pueda penetrar bien; otras veces es por cuestiones anatómicas internas. En definitiva, “depende de cada árbol, habría que ir uno por uno, pero son diferentes caracteres, morfológicos y anatómicos”.
La grafiosis la trasmite un pequeño escarabajo, un escolítido, que actúa como vector (transporta las esporas del hongo de un árbol enfermo a otro sano). El escarabajo entra en esa especie, las esporas se adhieren a su cuerpo y, una vez que las esporas empiezan a multiplicarse dentro del sistema vascular, invaden todo y el árbol colapsa, por lo que no puede llevar la savia a la parte alta de las ramas, y comienzan a marchitarse.
Poco a poco, el árbol va muriendo. “A veces es más lento, puede tardar varios años; pero otras es mucho más rápido”, explicó Felipe Pérez. Así, aunque queden las raíces y sea típico verlo rebrotar, estos retoños nunca llegan a ser un nuevo árbol, ya que en cuanto llegan a cierta altura, “vuelven a caer y a morir”.
Los olmos son árboles que crecen bastante rápido “si tienen buen suelo y agua disponible”, detalló el técnico, por eso suelen estar asociados a zonas húmedas. Además, son especies bastante longevas (hasta más de 300 años) si tienen las condiciones adecuadas.
De hecho, sus condiciones (resistente, de buen porte y copas frondosas) hicieron que se utilizase mucho en plazas de pueblos, paseos o jardinerías. En Salamanca sí que quedaba algún olmo que sobreviviese, pero esto no significa que fuesen resistentes, sino que no murieron porque el hongo de la grafiosis no llegó, ya fuese por contaminación o por aislamiento.
Así, sería necesario inocularle la enfermedad para comprobar si son resistentes, terminó el técnico del Ministerio de Agricultura, quien advirtió de que en el pasado ya se hizo con algunas especies que no habían manifestado la grafiosis para confirmar si eran árboles que se pudieran multiplicar y no resistieron.
Durante los próximos días se plantarán el resto de olmos
Durante los próximos días se plantarán los demás árboles en diez parajes de la ciudad, dentro de terrenos del Ayuntamiento de Salamanca con el mantenimiento de los servicios municipales, proporcionando una adecuada protección frente al vandalismo y la presencia de animales sueltos.
En concreto, 25 se ubicarán en el Parque del Baldío, agrupados en bosqueje y protegidos por un vallado, pues en este parque está permitida la presencia de animales sueltos; 20 en el Cerro de San Vicente, en un paraje donde originariamente había olmos junto al yacimiento arqueológico que constituye el origen de la ciudad de Salamanca; 10 en el Parque de Don Juan Tenorio, junto a la calle Antonio Llorente Maldonado, agrupados en bosqueje y con riego automático; 8 en la ribera del Tormes entre la estación depuradora municipal y el Puente de Juan Carlos I, en uno de los meandros de la orilla derecha del río, en segunda línea de ribera.
Además, 7 en la ribera del arroyo Zurguén en Salas Bajas, junto al Parque de Antonio de Nebrija; 6 en la ribera del arroyo Zurguén, colindantes a la Vía de la Plata, protegidos con tubos para evitar ser roídos o dañados por la fauna; 6 en el Parque Botánico de Huerta Otea, en segunda línea de la ribera, donde ya hay sesenta especies de plantas; 5 en el Parque de los Jesuitas, entre las pistas deportivas y la zona de juegos infantiles; 4 en el paseo del Rector Esperabé, en una zona ajardinada con riego automático; y 2 en el parque de La Alamedilla, en los dos parterres con menos densidad para garantizar su crecimiento en este pulmón de la ciudad.
Salamanca cuenta con más superficie de parques y jardines por habitante que la media española, según el último estudio en el que ha participado la Federación Española de Municipios y Provincias.