Mujeres atraídas por asesinos: "Reivindican que ha de separarse al autor de su obra. Hay un negacionismo de la evidencia criminal"

El traslado de Alfonso Basterra al Centro Penitenciario de Topas para estar más cerca de la salmantina con la que habría iniciado una relación sentimental ha rescatado el fenómeno psicológico de la hibristofilia

Centro Penitenciario de Topas. Foto de archivo
Centro Penitenciario de Topas. Foto de archivo

El noviembre de 2015, Alfonso Basterra fue condenado a dieciocho años de cárcel por el asesinato de su hija, Asunta. Diez años después, la sociedad salmantina se ha visto sorprendida por la decisión del gallego de trasladarse al Centro Penitenciario de Topas para estar más cerca de una mujer charra con la que habría iniciado una relación sentimental tras un intercambio constante de correspondencia. Hay quien no entiende cómo una persona puede vincularse a un criminal. La respuesta podría estar en la hibristofilia, una parafilia o fenómeno psicológico por el que se siente una atracción romántica hacia quienes han cometido actos delictivos.

Alfonso Basterra | Foto: Europa Press
Alfonso Basterra | Foto: Europa Press

Las personas que sufren hibristofilia suelen ser mujeres heterosexuales y de religión católica, según el perfil realizado por criminólogos. "A menudo se las define como personas demasiado confiadas, infantiles emocionalmente, extremadamente sentimentales, muy vulnerables y carentes de relaciones. Necesitan sentirse especiales para alguien y que este no se asemeje al común de los mortales", señala Teresa Sánchez, profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, en unas declaraciones ofrecidas a este medio. 

Esas mujeres, a su vez, pueden clasificarse en cuatro tipos. Están las que creen ciegamente en la inocencia del asesino y consideran que ha sido injustamente condenado. "Se ofrecen a sí mismas como personas dadoras de amor y capaces de rehabilitar y de crear en las personas condenadas a prisión una ilusión a través de la cual sientan deseo de seguir conectados con la vida y de redimirse de alguna manera". 

Hay un segundo grupo formado por féminas de una edad intermedia que profesan una especie de amor maternal a sus amados, que pueden ser más pequeños. "Se proponen cuidar a las personas más desamparadas, desahuciadas o abominables del mundo como si fuera una misión", continúa diciendo Teresa Sánchez. Les mueve, pues, proteger a los que todo el mundo quiere castigar. 

Los dos tipos restantes corresponden a mujeres que tienen un afán de notoriedad, "de conseguir fama por la relación con alguien que es famoso por haber cometidos asesinatos mediáticos", y que ven en los criminales como personas protectoras. "Han demostrado con su acción que tienen un carácter fuerte y dominante y ellas buscan protección y ser dominadas por estas figuras. Estar bajo el paraguas de una persona que tiene una proyección social como de alguien muy poderoso". 

Hibristofilia activa y pasiva

Existen dos modalidades de hibristofilia: la activa y la pasiva. La primera se da cuando la enamorada de un asesino se convierte en cómplice de sus crímenes. "Colaboran con ellos. Esconden sus fechorías o les brindan coartadas. Hacen todo lo posible para que no recaiga una condena mayor". Esto les lleva a ofrecer un falso testimonio en los juicios, a violar el juramento. 

La hibristofilia pasiva, en cambio, se da cuando las mujeres se limitan a sentir fascinación por estas figuras que han colmado titulares y tenido una notoria atención mediática. "Solamente aspiran a ser amadas o elegidas a encontrarse como dos almas solitarias o poco comprendidas por el mundo".

En ambos casos, el asesino se percibe como una persona que puede ser maravillosa independientemente de los actos que haya podido cometer. "Reivindican que ha de separarse al autor de su obra. Hay un negacionismo de la evidencia criminal". 

De Ted Bundy a Daniel Sancho 

Daniel Sancho - INSTAGRAM DANIEL SANCHO
Daniel Sancho - INSTAGRAM DANIEL SANCHO

Desde finales del siglo XX, cientos de mujeres se han obsesionado con condenados a prisión por delitos de sangre. Entre los casos más sonados, el de Ted Bundy, artífice del asesinato de decenas de mujeres jóvenes. Cuando estaba en prisión recibió miles de cartas de admiradoras y se casó incluso con Carole Ann Boone, con quien tuvo un hijo. Otros que no cesaron de recibir correspondencia fueron Jeffrey Dahmer y Charles Manson. 

"Uno de los casos que más me han sorprendido es el de Breivik", reconoce la profesora de psicología de la UPSA. El terrorista noruego de extrema derecha que asesinó a 77 personas en Oslo y la isla de Utoya en julio de 2011. Fue condenado a 21 años de prisión. "Recibía centenares de cartas. Algunas de ellas eran de una chica de 16 años. Tenía la misma edad que muchas de sus víctimas. En lugar de sentir que hubiera podido ser víctima de este sujeto, lo transforma en 'mató a otros como yo, pero a mí no me matará, a mí me amará'. Son paradojas del comportamiento muy extrañas". 

En España tenemos algunos ejemplos de hibristofilia en torno a las figuras de José Rabadán, más conocido como el Asesino de la catana, Miguel Carcaño, y, más recientemente, Daniel Sancho. Pese a haber sido condenado a cadena perpetua por el asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta, hay quien, guiado por su aspecto físico y por ser de buena familia -es hijo del conocido actor Rodolfo Sancho- no acaba de creer que haya cometido tal crimen. De hecho, muchas personas le adulan y le mandan mensajes de ánimo a través de las redes sociales. 

A las mujeres que se enamoran de criminales como los citados "se les ha llegado a contemplar como groupies de asesinos, porque tienen el mismo comportamiento que las fans incondicionales de artistas en la cresta de la ola". No obstante, hay que añadirle un componente más macabro. "Algunas veces llegan incluso a disfrazarse como las propias víctimas de los homicidas para estimular su deseo" en caso de que haya habido un ingrediente sexual en sus crímenes. 

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