Del monasterio de San Vicente al convento de San Agustín: la Salamanca perdida por la desamortización de Mendizábal

El proceso, que afectó a una treintena de monumentos de la ciudad, ha sido documentado por José A. Bonilla Hernández en una obra editada por el Centro de Estudios Salmantinos

Visita ruinas convento San Agustín (2)
Visita ruinas convento San Agustín (2)

Los monumentos que embellecen Salamanca son supervivientes de los cuatro 'Jinetes del Apocalipsis', los acontecimientos históricos que causaron graves daños en el patrimonio de la capital, forzando la desaparición de parte de él. Se trata de la riada de San Policarpo, el terremoto de Lisboa de 1755, la guerra de la Independencia Española (1808-1814) y la desamortización de Mendizábal, proceso que afectó a una treintena de conventos de la ciudad y que ha sido documentado por José A. Bonilla Hernández en una obra editada por el Centro de Estudios Salmantinos. 

La desamortización de Mendizábal "tiene comienzo en junio de 1835, por el que se suprimen los monasterios y conventos de las órdenes regulares y el año siguiente salen a la venta los bienes confiscados". El objetivo no es otro que el de recaudar fondos para la guerra. Los grandes beneficiarios son los "capitalistas tenedores de títulos de la deuda o capaces de comprarlos en el mercado (...)" y la burguesía adinerada de las provincias. En la de Salamanca, se incauta gran parte del patrimonio rústico del clero. "Las ventas se iniciaron con las fincas de los conventos femeninos y de dominicos de San Esteban (...) En 1837 se superó la cantidad de diecinueve millones de reales". 

La Junta de Enajenación de la provincia charra es la encargada de la venta de los edificios, así como de los objetos y útiles expropiados de los mismos. En el proceso de incautación, en cambio, "juega un papel principal la que se conocía como Comisión civil de Monasterios y Conventos suprimidos, que se constituye en Salamanca el 22 de agosto de 1835. La operación se lleva a cabo en 53 conventos de Salamanca, de los que 31 estaban en la capital", señala el licenciado en Historia por la USAL en su obra. Algunos priores ocultaron piezas artísticas de gran valor, mientras que las que no pudieron 'salvar' se guardaron con el fin de exponerse en el Museo Provincial de Bellas Artes. 

Muchos conventos adquiridos por particulares sufrieron profundas transformaciones. Y es que con la adquisición de la propiedad, la Administración central obligaba a los nuevos dueños a hacer desaparecer todo lo que recordara a los frailes, como las campanas, que se expusieron para la venta en el solar del convento de San Agustín. Los religiosos, por su parte, recibieron una pensión con el cierre de los monasterios. "Tenían que solicitarla por escrito y la duración era de veinticuatro meses". Los que superaban los 70 años o estaban enfermos "se instalaron en una pequeña parte del convento de San Esteban, conocida como el Claustro de la Enfermería". 

Patrimonio salmantino perdido con la desamortización de Mendizábal 

 Pase especial para personas con diversidad funcional en la visita al Convento de San Vicente
Pase especial para personas con diversidad funcional en la visita al Convento de San Vicente

El monasterio de San Vicente tuvo un valor estratégico durante la Guerra de la Independencia. El ejército invasor de Napoleón se apoderó de él para vigilar el paso del Tormes y modificó muchas partes del antiguo edificio para convertirlo en fortaleza. Fue destruido en 1812, coincidiendo con el abandono de las tropas francesas. Los benedictinos intentaron reconstruirlo en 1835, pero las políticas de desamortización les forzaron a cesar en su empeño. Once años más tarde, la Comisión Central de Monumentos se interesó en su claustro y la de Salamanca dispuso "un presupuesto de las obras precisas para su conservación. Todos los esfuerzos resultaron inútiles",  

El convento de San Agustín corrió una suerte similar: fue dinamitado por el ejército francés para "quitar posibles defensas a sus enemigos". El edificio quedó derruido en gran parte, pero fue reconstruido en 1827. "Se dio nueva planta al convento, haciéndolo de gusto greco-romano. Afortunadamente la falta de fondos impidió con respecto al templo que se consumara esa profanación artística; más el monasterio se reformó a la moderna", según señalaban desde la Comisión de Monumentos, que se interesó especialmente por la construcción. "Los guiaba la posibilidad de descubrir entre sus ruinas el sepulcro de fray Luis de León", recoge José A. Bonilla Hernández. La exhumación de los restos tuvo lugar en 1856. "Fue todo un acontecimiento y causó una conmoción general en la ciudad".

El edificio del convento de San Agustín apareció publicado en enero de 1844 en el Boletín Oficial de la Provincia. El solar que ocupaba, de "54.000 pies superficiales", salió a subasta por la misma cantidad por la que fue tasado: 4.500 reales. No tardó en convertirse en "el mayor abastecedor de piedra para la construcción de la cárcel vieja, que estuvo situada hasta 1931 en la cuesta de Sancti Spiritus". Además, su nuevo dueño, el conde de Oliva, construyó varias casas que fueron adquiridas por la Universidad de Salamanca para establecer unas pistas deportivas, ya extintas. 

Ruinas de San Francisco el Real, convento de los padres Capuchinos en Salamanca
Ruinas de San Francisco el Real, convento de los padres Capuchinos en Salamanca

El convento de San Franciscoabarcaba un espacio aún mayor: sus límites se extendían desde el campo homónimo a la iglesia de San Blas. Junto al de San Esteban "eran los mayores ocupantes del espacio urbano" de Salamanca. Sufrió graves daños durante la Guerra de la Independencia y más con la voladura de un polvorín provisional en 1812. Aún así, "quedó lo bastante hermoso para que la barbarie moderna lo eligiera por buena presa y, al demolerlo, tomasen sus piedras ricamente labradas (...) para cimentar la nueva plaza de toros que se construía al lado, y que pocos años después tuvieron que demoler para que no cayese por sí sola", mantenía una publicación del obispado de 1912 rescatada por José A. Bonilla. Lo que quedaba de la construcción fue enajenado en 1840 por 27.700 reales. 

Interior de la tienda que ocupa actualmente el que fuera el hospicio-convento de San Antonio El Real
Interior de la tienda que ocupa actualmente el que fuera el hospicio-convento de San Antonio El Real

Otros conventos desaparecidos fueron el de San José, reclamado por el Ayuntamiento de Salamanca para establecer el cementerio de la ciudad; el de Carmelitas Calzados o San Andrés, vendido en agosto de 1841 por 9.750 reales y demolido en parte dos años más tarde; y el de San Antonio el Real, tasado en 30.200 reales para la subasta pública. Fue adquirido "proindiviso" por Cayetano Zúñiga y Juan Aparicio. Al primero le correspondió el templo y al segundo, el claustro, donde se erige actualmente el Teatro Liceo.  

El convento de San Esteban, entre los recuperados

Dominicos Convento de San Esteban (4)
Dominicos Convento de San Esteban (4)

El Convento de San Esteban es uno de los más grandes de España y "el más relevante de los fundados" en Salamanca. Su origen se remonta a 1256, con la llegada de los primeros dominicos, y, en sus ocho siglos de historia, ninguna época ha sido tan convulsa como el siglo XIX. Los religiosos "fueron exclaustrados en virtud de las leyes desamortizadoras". Algunos buscaron amparo en otras casas, como la de Ocaña, mientras que otros fueron acogidos por familias salmantinas. "A los frailes de mayor edad y enfermos se les permitió seguir viviendo en el convento, ocupando el pabellón de la enfermería". 

Fue en junio de 1838 cuando, a través de una Real Orden, las autoridades dispusieron San Esteban para dar acomodo a los pensionistas del Estado, viudas y huérfanos. "Con la expulsión de los frailes, se encontraba en franca decadencia". El vicerrector de la Universidad de Salamanca, Pedro Mandovel, permaneció en la ciudad para "vigilar celosamente su amado convento, evitando que se desmoronara como tantos otros en la ciudad del Tormes".

El Ayuntamiento pidió que se salvara de la demolición y, a partir de 1853, lo empleó como cuartel de milicias y tropas del ejército regular. "El templo, mientras tanto, siguió funcionando como iglesia parroquial de San Pablo". Tuvieron que pasar aún más de veinte años para que los padres dominicos pudieran regresar a la construcción, que a día de hoy se erige como uno de los mayores monumentos de Salamanca.  

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