Hace cinco años, en 2014, un chico de Ciudad Real llamado Alberto Cabanes, al visitar a su abuelo Clemente en la residencia, pudo observar cómo había más personas mayores que necesitaban compañía. Por eso empezó a visitar también a otro residente y le propuso la idea a una amiga suya, quien también se animó a hacer visitas. Así nació Adopta un Abuelo, un programa intergeneracional de compañía para que los mayores se sientan acompañados, escuchados y queridos.
En estos cinco años el programa se ha expandido hasta estar presente en más de 40 ciudades españolas, con más de 600 mayores adoptados y 1.200 voluntarios. Además, ha cruzado frontera con Portugal y espera cruzar el charco en los próximos meses. El funcionamiento de Adopta Un Abuelo es sencillo: dos voluntarios, en pareja, visitan a su abuelo adoptivo en la residencia una vez por semana durante una hora y media a lo largo de los meses del curso escolar. ¿Y qué hacen en esas visitas? Hablan de su vida, cuentan sus experiencias y pasan un rato ameno.
Adopta Un Abuelo cuenta con un equipo en Madrid, que se encarga de la captación de voluntarios y de las redes sociales. Pero además, en cada ciudad hay lo que conocen como un embajador, que se encarga del contacto directo con las residencias, los mayores y los voluntarios para asegurarse de que las visitas se desarrollen correctamente.
El voluntariado de las personas jóvenes
Leticia Falagán es desde hace dos años la embajadora de Adopta Un Abuelo en Salamanca. En conversación con SALAMANCA24HORAS destaca el gran crecimiento que ha experimentado el programa en los últimos años: “La gente se está animando un montón a implementar el programa en las ciudades y estamos muy contentos porque eso quiere decir que cada vez más mayores van a estar acompañados”. De hecho, tal ha sido el crecimiento que deben desestimar un gran volumen de solicitudes y solo el 10% son aceptadas, según especifica la página web.
La embajadora salmantina desmiente la creencia popular de que los jóvenes no tengan ganas de ayudar: “Para nada, la gente joven se anima un montón, parece que no quieren participar en acciones sociales y no es así”. De hecho, la intención de Adopta Un Abuelo es precisamente que los voluntarios sean jóvenes para que pueda haber un salto intergeneracional con los mayores y puedan compartir experiencias.
¿Cómo funciona este voluntariado en Salamanca?
A la hora de buscar residencias uno de los principales criterios del programa es la localización, de manera que los voluntarios tengan facilidades para llegar. En Salamanca, por ejemplo, trabajan con el centro Madre de la Veracruz, a pocos minutos del centro, y que desde el primer momento se mostró dispuesto a acoger la iniciativa.
De esta manera, una vez elegida la residencia, la trabajadora social es la encargada de buscar aquellos mayores que o no tienen visitas o tienen menos. Así, una vez seleccionados, se intenta que los voluntarios tengan similitudes o gustos parecidos con este mayor para congeniar mejor, “Los voluntarios siempre vienen de dos en dos a visitar al mismo mayor para que ninguna semana se quede sin visitas”, explica Leticia.
Concretamente, en Salamanca hay un total de 12 voluntarios que visitan regularmente a sus seis abuelos adoptivos. Algunos de ellos, incluso, han repetido en los dos años en los que el programa funciona en la ciudad. Y es que, la responsabilidad es un criterio muy a tener en cuenta, ya que los voluntarios deben ser conscientes de que si se comprometen a realizar las visitas, es para llevarlas a cabo, tal y como detalla Leticia Falagán.
La experiencia de Patricia y Sara con Teodora
Patricia y Sara son dos jóvenes salmantinas de 21 y 20 años, que durante este curso pasado han visitado cada semana a Teodora en la residencia. Ambas valoran la experiencia “increíble, de 10. Con Teodora congeniamos desde el primer día, súper bien. Es algo que no podríamos describir, tienes que vivirlo para saber lo bien que funciona”.
Todo empezó hace unos meses cuando la embajadora de Adopta Un Abuelo en salamanca, Leticia Falagán fue a dar una charla a los alumnos del ciclo de auxiliar de enfermería, el que estudian Patricia y Sara. Y como se interesaron en el programa, ambas, junto a otras compañeras, se apuntaron para participar.
Destacan la unión que les ha supuesto: “Al principio no estábamos juntas apuntadas, nos llevábamos bien pero esto nos ha unido muchísimo más”. Leticia explica que “los lazos entre la pareja que viene a visitar al mismo mayor también se afianzan. Hay voluntarios que vienen que son amigos, como Patricia y Sara, y se nota mucho porque ellas no han faltado a ni una sola visita”.
Las voluntarias cuentan que desde el primer día congeniaron con Teodora, una octogenaria de Barbadillo que desde hace dos años vive en la residencia Madre de la Veracruz. La misma Teodora lo confirma emocionada al verlas por sorpresa para este reportaje: “¡Vaya sorpresa más grande, me pongo muy contenta cuando venís!”. Cuenta que “se portan muy bien conmigo, me cuentan cosas y me preguntan”. Tanto es el cariño que Teodora asegura que “para mí son mis segundas nietas”.
Patricia y Sara acostumbran a visitar a Teodora al comienzo de cada semana: “Sé que es lunes gracias a vosotras”. Incluso, la hija de Teodora cuenta con humor que ha dejado de ir a ver a su madre los lunes porque sabe que están ellas: “A veces venía los lunes, pero como sé que es feliz con ellas, ese día dejo que lo cubra con ellas y vengo otros días diferentes a verla”.
¿Qué hacen cuando están juntas? “Hablamos de nuestras cosas, hablan de los novios, yo les doy consejos. ¡No os dejéis engañar!”, les espeta Teodora entre risas. También cantan, porque una de las aficiones de Teodora siempre ha sido cantar folclore, e incluso, un día, bailó con las voluntarias al ritmo de We Will Rock You.
La intención de Patricia y Sara es continuar con su voluntariado, ya que la experiencia está siendo muy buena, tal y como explica la embajadora de Salamanca: “La experiencia está siendo súper bonita, porque al final ves cómo intergeneracionalmente se puede compaginar fenomenal. Muchas veces parece que no van a tener los mismos gustos o que no les vamos a poder enseñar cosas y al revés. Aprenden unos de otros: los voluntarios aprenden valores, experiencias, les dan consejos, y los mayores les cogen un montón de cariño y agradecen las visitas, las esperan”.
Por eso, anima a todo el que quiera a participar en Adopta Un Abuelo: “creo que es una experiencia única en la que pueden aprender un montón de cosas y aportar cosas positivas, como aprender cómo funcionaban las cosas antes y enseñarle a nuestros mayores cómo está la vida ahora y qué cosas pueden aprender, que también es muy bonito”.
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