En 1347, una enfermedad terrible y hasta aquel momento desconocida se propagó por Europa y en pocos años sembró la muerte por todo el continente. La terrible plaga procedente de Asia se extendió en poco tiempo, ayudada por la mala alimentación, las pésimas condiciones higiénicas y los rudimentarios conocimientos médicos de la época.
Desde entonces, la denominada Peste Negra —nombrada así por el color que tomaban los cuerpos de las víctimas afectadas por una de sus tres variedades, la bubónica— fue una inseparable compañera de viaje de la población europea hasta su última manifestación, ya en el siglo XVIII. La enfermedad tuvo un impacto brutal y se convirtió en uno de los fenómenos históricos que más profundamente ha calado en la memoria colectiva del pueblo europeo, ya que según los estudios mató al menos a un tercio de su población. Unos 50 millones de personas.
Por una parte, se trató de una enfermedad inesperada, desconocida y fatal, de la que todo se ignoraba, especialmente su tratamiento. Por otra, la peste afectaba a cualquier persona, sin distinción entre estratos sociales. Por eso, porque podía aquejar tanto a los pobres como a los más ricos, tuvo eco en las fuentes escritas y en muchas representaciones pictóricas del siglo XIV, en las que se reproducen situaciones apocalípticas.
Lamentablemente, resulta muy complicado valorar los estragos que la enfermedad ocasionó en Salamanca y, en general, en todo el territorio que conformaba, hacia 1350, la Corona de Castilla. Tal y como recoge el historiador y profesor de la Universidad de Salamanca, Ángel Vaca Lorenzo en La Peste Negra en Castilla. Aportación al estudio de algunas de sus consecuencias económicas y sociales, "el conocimiento de la Peste Negra se presenta bastante dispar en la literatura historiográfica española y, especialmente, en Castilla. (...) En este sentido, las noticias sobre la presencia de la mortandad en el reino castellano hasta ahora conocidas son muy pocas".
Tan sólo existe un puñado de documentación que permite conocer la presencia de la peste en Bayona (Galicia) en 1348, mismo año que en Villalobos (Zamora), en Toledo al año siguiente y en 1350 en Gibraltar y Écija, así como en Estepar (Burgos) en 1352, Palencia en 1353, en Sahagún (León) en 1364 y en Oviedo en 1383.
Una de estas escasas fuentes procede de la localidad salmantina de San Felices de los Gallegos y es la única referencia a la Peste Negra de la provincia. Data de 1350 y está recogida en el libro Documentación Medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo, escrito por los historiadores Ángel Barrios, José María Monsalvo y Gregorio del Ser y editado por la Diputación de Salamanca en 1988. Se trata de un documento administrativo denominado Real Provisión, fechado en Sevilla el 11 de julio de 1350 y remitido por el rey Pedro I al concejo de Ciudad Rodrigo en el que, atendiendo una petición de Johan Alfonso de Alburquerque, en la que expresaba "quél que ha un lugar en vuestra alfoz, que dizen de Sant Felizes de los Gallegos, et por razón de la pestilençia de la mortandat, que fue muy pobre e muy yerma de compañas el dicho lugar de Sant Felizes", ordena a dicho concejo que permita introducir libremente en su localidad el vino de San Felices de los Gallegos.
El único rey salmantino
Precisamente en Gibraltar, en 1350 y preso de la Peste Negra murió a los 38 años el rey Alfonso XI, mientras cercaba la plaza con el ejército de Castilla, entonces ocupada por los musulmanes. El monarca, apodado El Justiciero y bisnieto de Alfonso X El Sabio, fue el único monarca de toda Europa que falleció víctima de la enfermedad.
Alfonso XI nació en agosto de 1311 en Salamanca. Hijo de Fernando IV de Castilla y de doña Constanza de Portugal, llegó al trono cuando sólo tenía un año de edad, después de la muerte de su padre el 7 de septiembre de 1312. Debido a la temprana muerte de Fernando IV, que sólo tenía 26 años, se decidió nombrar un consejo de tutoría, pero hasta que estuvo designado, el rey niño fue depositado para su custodia en la iglesia de San Salvador de Ávila.
Tras ser decretada la mayoría de edad del rey en 1325, los tutores renunciaron a su cargo y el monarca salmantino comenzó a gobernar, demostrando, según los historiadores, sus dotes de liderazgo, fortaleciendo el poder real dividiendo a sus enemigos y no dudando en mandar ejecutar a sus posibles opositores. El Medievo en estado puro.
A partir de 1326, Alfonso IX comenzó una ofensiva por mar y tierra contra el Reino de Granada. Durante su mandato consiguió avanzar los límites de los territorios cristianos hasta el Estrecho de Gibraltar tras la importante victoria en la batalla del Salado en 1340, la toma de Alcalá la Real el 15 de agosto de 1341 y la conquista del Reino de Algeciras el Domingo de Ramos de 1344 tras un largo sitio.
Para Alfonso XI, la victoria en Algeciras sin Gibraltar era una victoria a medias, por lo que en 1349 inició la reconquista del istmo. Tras siete meses de bloqueo en Gibraltar los resultados eran negativos pues los musulmanes eran abastecidos en abundancia a través del Estrecho.
Pero a esta contrariedad y según recoge el historiador de la Línea de la Concepción, Luis Javier Traverso, vino a sumarse otra peor, que iba a impedir en esta ocasión la conquista de Gibraltar. "Una epidemia de peste venia asolando Europa desde hacia dos años e hizo su aparición en el campamento, asentado en terrenos de lo que más tarde sería La Línea de la Concepción. Los príncipes don Fernando de Aragón y de la Cerda, los hijos bastardos del rey y los grandes maestres de las órdenes aconsejaron al monarca que levantase el sitio. A estos ruegos se unió su amante, Leonor de Guzmán, pero todo fue inútil, Alfonso XI desechó lágrimas y consejos pues tenía, según él, la fortaleza a punto de rendírsele y seria una vergüenza si debido al temor de la muerte la dejaba como estaba. El soberano se negó a levantar el sitio y ningún español admitió temer a la muerte".
El rey murió de peste el Viernes Santo, 27 de marzo de 1350, cuando estaba muy cerca de conseguir toda la península para la cristiandad. Su cadáver fue llevado a Jerez de la Frontera donde se embalsamó y enterraron sus intestinos en la real capilla del alcázar. Su cuerpo fue posteriormente llevado a Sevilla y en 1371, cumpliendo su última voluntad, trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Córdoba, donde permaneció durante más de trescientos años, en compañía de su padre Fernando IV, también sepultado allí.
Un romance transgresor para la Edad Media
El monarca salmantino Alfonso XI rechazó a su esposa María de Portugal y eligió vivir con su concubina, Leonor de Guzmán; a la cual nunca ocultó sino que la inmortalizó en diversas obras y cantigas que perviven hasta hoy. De esta relación surgió la bastarda dinastía Trastámara, común a las coronas de Castilla y Aragón hasta los Reyes Católicos. La relación de la pareja fue conocida por toda Europa y existe bastante información sobre su romance como para preguntarnos hoy cómo fue permitida tal osadía en una sociedad en la que los valores profesados por la Iglesia Católica sostenín todo el entramado de relaciones sociales.
La peste, en cifras
Según el historiador de la Universidad de Salamanca Ángel Vaca Lorenzo, cifrar la incidencia de esta "primera et grande pestilencia" en la demografía castellana constituye una irrealizable con las referencias documentales localizadas, pero "hoy en día es un hecho plenamente probado que en el siglo XIV la po- blación castellana sufría un pronunciado retroceso que los procuradores asistentes a las Cortes de Valladolid de 1351 creían causado por la mortandad e por los malos tenporales e por las grandes meneste- res que han acaesçido".
Sin embargo, de las fuentes de Bayona y Sahagún se desprende que la muerte alcanzó a la mayor parte de la población, por lo que es de suponer que, en Salamanca, como en todo el territorio de la Corona de Castilla, la Peste, la guerra y el hambre arrasaron con miles de vidas.