Practicar 27 minutos al día de actividad física moderada-vigorosa puede actuar como un modulador para contrarrestar el efecto dañino del sedentarismo en el desarrollo de fragilidad. Esta es la principal conclusión de un estudio desarrollado por investigadores del CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable y publicado en la revista 'Journal of the American Medical Directors Association'.
Esta investigación se centró en determinar en qué medida la asociación entre el tiempo sedentario y la fragilidad puede ser modulada por una actividad física moderada-vigorosa en las personas mayores. Para ello, los investigadores analizaron datos de 749 participantes, en los que el tiempo sedentario y la actividad física moderada a vigorosa se midieron con acelerómetros, y la fragilidad se midió objetivamente utilizando la Escala de Rasgos de Fragilidad, que incluye en su evaluación 7 dimensiones de fragilidad: balance energético y nutrición, actividad física, sistema nervioso, sistema vascular, fuerza, resistencia al esfuerzo y velocidad de la marcha.
Efecto del sedentarismo en la fragilidad
Los resultados informaron de un efecto significativo del tiempo sedentario sobre el desarrollo de fragilidad. No obstante, también se detectó que la actividad física moderada-vigorosa modula esta relación, contrarrestando los efectos negativos del sedentarismo sobre el desarrollo del rasgo de fragilidad.
Diversos análisis estadísticos determinaron que el punto de actividad física moderada-vigorosa estimada para conseguir este efecto fue de aproximadamente 27 minutos/día, a partir del cual el tiempo sedentario no tendría un efecto significativo sobre la fragilidad. “La actividad física moderada-vigorosa es un modulador en la relación entre el tiempo sedentario y la fragilidad en los adultos mayores, compensando los efectos perjudiciales del comportamiento sedentario con 27 minutos/día de este tipo de actividad”, explica Ignacio Ara.
“Tanto el movimiento, de forma positiva, como el sedentarismo, de forma negativa, influyen de modo importante en la incidencia de sufrir el síndrome de fragilidad en personas mayores”, señalan los investigadores. En este sentido, recomiendan fomentar la participación en actividades físicas de intensidad moderada y/o vigorosa. Y recuerdan que reducir el comportamiento sedentario también puede ser beneficioso, particularmente entre adultos mayores inactivos.