Olena lleva casi tres años en Salamanca. Huyó sola de Ucrania al inicio de la guerra. Allí se quedaron sus padres y su hermano con su familia. Ellos no querían abandonar su casa. En Salamanca ha encontrado otra familia, pero su mirada se enturbia cuando le preguntas si tienen familiares en Ucrania y cuando recuerda el inicio de la guerra. Cada uno de los 22 ucranianos que viven acogidos en el centro de Día de Proyecto Hombre arrastran historias de desarraigo, pena y preocupación constante y añoranza. Han encontrado paz, pero su mirada siempre está en su país, pendientes de cada noticia, cada llamada desde allí, cada mensaje. Sus familiares y amigos viven en un país en guerra, con bombardeos constantes en algunas zonas, cortes de gas, luz o agua, precios muy elevados y lo peor, con algunos de ellos en el frente.
“Cuando empezó la guerra me fui a Polonia”, recuerda Olena. Allí vivió tres semanas hasta que encontró un autobús a España. “Yo quería ir a España”, confiesa, aunque no conocía nada de Salamanca. “Cuando los voluntarios nos hablaron sobre la ciudad, lo miré en Google y me gustó mucho y yo pregunté si era posible vivir aquí, me dijeron que sí, y encontré esta casa (el centro de día de Proyecto Hombre)”. Desde entonces Olena ha encontrado en Salamanca otra familia. Comparte su día a día con otras 21 personas y confiesa que aquí está “bien, muy bien” a pesar de estar sola, ya que sus padres y su hermano con su familia viven en Kiev. “Allí cada día es difícil, hay mucho bombardeo. Esta noche también”, asegura. Esto hace que este “siempre preocupada por ellos. ES muy complicado y yo estoy aquí, vivo aquí, me encanta Salamanca”, afirma reconociendo que parte importante de lo bien que está en la ciudad es por Manolo Muiños, responsable de Proyecto Hombre. “Es una persona importante en mi vida, nos ayuda y siempre viene”, asegura. A pesar de haber empezado una vida en Salamanca confiesa que “yo estoy aquí, pero mi cabeza está allí, con mi familia, con mi padre. Estoy dividida”. Cree que volverá a casa, pero ahora no. “Pienso que sí, que volveré algún día. Además, aquí no encuentro trabajo, yo soy diseñadora de interiores y decoradora, estudie eso en la Universidad, pero no encuentro trabajo”, concluye.
Ese sentimiento de estar dividido entre dos mundos lo comparten la mayoría de los ucranianos que están fuera de su país. Una combinación entre la tranquilidad que da una vida sin bombas ni guerra y la preocupación por todo lo que pasa allí y por los suyos.
Lyubov tiene que repetirnos su nombre un par de veces y finalmente nos dice con una sonrisa que significa Amor. Es madre de familia, vive en Salamanca con sus tres hijos y su marido. Desde hace año y medio su casa es el centro de Proyecto Hombre y se defiende bastante bien en español ya que ha estudiado en la Pontificia, una academia y la Escuela de Idiomas. Sus hijos tienen 17, 10 y 3 años y asegura que ellos están muy contentos en Salamanca. “A los niños les gusta vivir en Salamanca, hablan muy bien español, van al colegio, tienen amigos, profesores… es más fácil para ellos”, asegura.
Lyubov ha encontrado estabilidad en Salamanca, aunque aquí también ha pasado momentos terribles, como la muerte de su padre, que estuvo desaparecido varios días. “Entre en shock, tuve que dejar de estudiar, no podía”, confiesa. Su preocupación se centra en su familia que está en Ucrania. “Tengo una hermana militar y otra vive en otra ciudad. Hablamos por teléfono, pero tienen muchos problemas”, asegura. “En mi ciudad no hay mucho bombardeo, pero cada mes atacan por las energéticas, el gas y no hay agua, no hay luz, todo está muy caro”, afirma con tristeza.
Asegura que en este momento no quiere regresar. “Quiero vivir aquí, mis hijos no quieren volver. Aquí es mejor para mis hijos”, asegura y añade que Salamanca “me encanta, Madrid es muy grande, mejor en Salamanca, más tranquila y bonita”. Además, la Plaza Mayor le parece “muy perfecta”.
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