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Estos son los cambios que debes hacer en tu alimentación si padeces resistencia a la insulina

Esta afección produce la alteración del funcionamiento de los mecanismos que regulan la glucosa y podría derivar en el sufrimiento de patologías como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de tipo II, el hígado graso, la hipertensión arterial o la obesidad visceral

Europa Press

La insulina es una hormona que todos tenemos y que se produce en el páncreas con la finalidad de reducir el aumento de glucosa en sangre. Pese a ello, hay muchas personas que resultan ser resistentes a la insulina, padeciendo una afección que puede derivar en el sufrimiento de patologías como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de tipo II, el hígado graso, la hipertensión arterial o la obesidad visceral, que desembocan en un síndrome metabólico poniendo en peligro a nuestra salud.

Cuando se dan estas alteraciones, los glucorreceptores captan esa información y la hormona no ejerce correctamente sus funciones, dando esto lugar a una disminución de la sensibilidad en los tejidos en los que actúa y a un posterior impedimento del paso de la glucosa al interior celular. Esta afección se identifica a través del HOMA-IR (Homeostasis Model Assesment), que es un parámetro que permite identificar si un individuo padece o no esa resistencia y que se obtiene de una fórmula matemática que tiene en cuenta los marcadores analíticos de glucemia en ayunas e insulina, evaluando la función de las células β, la resistencia a la insulina y la sensibilidad a la insulina a partir de concentraciones de glucosa basal e insulina o C-péptido.

Tal y como se publica en el periódico ABC, para evitar el desarrollo de un estado hiperglucémico y desarrollar esta sensibilidad a la insulina, debemos apostar por una alimentación acorde a las necesidades individuales, evitando ingerir una cantidad excesiva de energía que propicie un aumento de peso y, sobre todo, evitando picos elevados de glucosa en sangre. Es por eso por lo que debemos adaptar los hidratos de carbono a los requerimientos energéticos individuales, evitar alimentos con un alto índice glucémico, sustituir las harinas blancas y pastas por cereales integrales y legumbres, adaptando y moderando las raciones, evitar la bollería industrial y el azúcar simple, realizar actividad física diaria y alejarse de una vida sedentaria, reducir al máximo los hábitos tóxicos como el alcohol y el tabaco, priorizar y basar la alimentación en un patrón cardiosaludable con el consumo de verduras, hortalizas, proteínas como carnes magras, pescados azules, legumbres, cereales integrales, frutos secos y frutas y, además, descansar las horas que se recomiendan.

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