Las duras historias de Juan Álvarez Pineda y Pablo Agraz, dos salmantinos deportados a campos de concentración nazis

Ambos sufrieron la crueldad de lugares como Mauthausen y Gusen tras huir de España, donde nunca pudieron regresar

Imagen del campo de concentración de Mauthausen | Europa Press
Imagen del campo de concentración de Mauthausen | Europa Press

Pablo Agraz y Juan Álvarez Pineda son dos de los más de treinta salmantinos que fueron deportados a alguno de los campos de concentración nazis. Mientras que el primero logró ser liberado de Mauthausen-Ebensee (Austria) y pudo rehacer su vida en París hasta su muerte en 1963, el segundo fue asesinado en Gusen (Austria) en 1943. Dos historias de gran dureza con características distintas y en común que siguen perdurando en la memoria de sus familiares a modo de justicia y recuerdo. 

Juan Álvarez Pineda, asesinado en Gusen

Juan Álvarez Pineda
Juan Álvarez Pineda

Juan Álvarez Pineda nació en Aldea del Obispo e ingresó en el Instituto de Carabineros en marzo de 1936, siendo destinado a Algeciras. Nunca regresó a su tierra natal y su familia no supo mucho más de él. Los integrantes que nacieron después desconocieron incluso su existencia durante un tiempo. "En mi casa no se hablaba absolutamente nada de él, siempre nos silenciaban cuando los mencionamos o hacíamos alguna pregunta", recuerda su sobrina, Pilar Álvarez. La causa de ese silencio no era otro que el miedo: "Luchó en el bando republicano y mi padre y otro tío, en el franquista. Temían que en algún momento tomaran represalias". 

Con el paso de los años, Pilar ha ido descifrando el "enigma" y descubriendo retazos de la vida de su tío tras el triunfo del bando nacional en la Guerra Civil Española: "En 1939 se fue a Francia, donde debió de estar en un campo de prisioneros. No sabemos si se enroló en las tropas francesas para luchar contra los nazis, pero en enero de 1941 es deportado a Mauthausen, donde fue despojado de su identidad, pasando a ser un número, el 6209, antes de ser trasladado a Gusen, un campo de exterminio. Logró sobrevivir en aquel infierno durante dos años y dos semanas. Falleció el 20 de abril de 1943, cuando solo faltaban quince días para que cumpliera 31 años". 

La guerra arrebató la vida de Juan y, con ella, la posibilidad de que su familia volviera a reunirse con él y supiera de sus vivencias el tiempo que estuvieron separados. "Mi padre escuchó que se había casado en Algeciras, su primer destino como carabinero, con una maestra. En muchas fichas de mi tío no aparece, figura como soltero, pero en Aldea del Obispo dicen que la mujer con la que debió contraer matrimonio estuvo viviendo allí un par de años, en casa de mi abuelo, y que, como no volvió a saber nada de su esposo después de que este abandonara España, entristeció muchísimo y acabó marchándose del pueblo", afirma Pilar. 

Familia de Juan Álvarez Pineda
Familia de Juan Álvarez Pineda

Para reparar el olvido al que había sido condenado y mostrar el orgullo que sienten por él, sus sobrinos colocaron una placa en recuerdo suyo sobre la lápida de la familia Álvarez, en Aldea del Obispo, durante este verano. Pilar fue la encargada de leer una emotiva misiva dirigida a su "querido tío Juanito", cuyo último párrafo reza lo siguiente: "Ojalá pudiera hacerte llegar la tristeza que me produce el injusto y largo sufrimiento que padeciste. Sé que no podrás leer esta carta, no tengo dónde enviarla. Así que, para seguir con su ficción, quemaremos ahora estas cuartillas, las convertiremos en humo y cenizas en la ilusión de que su final sea el mismo que el que tú tuviste y sepas, por siempre, que estarás en nuestras memorias y en nuestros corazones". 

Pablo Agraz, superviviente del nazismo 

Pablo Agraz
Pablo Agraz

El salmantino Pablo Agraz guardaba varias similitudes con Juan Álvarez Pineda: ambos eran carabineros y sus familias no hablaban de ellos por temor. "Cuando lo mencioban en casa de mi abuela lo hacían de forma casi inaudible. Yo oía la palabra Mauthausen y me sonaba extraña, pero no me atrevía a preguntar, siempre desviaban el tema. Tenían miedo, porque, además, la familia por parte de mi abuelo fue represaliada tras la Guerra Civil con penas de muerte", mantiene Pablo Martínez Botello, su sobrino nieto, que nació unos años después de su muerte. 

La curiosidad de Pablo de saber más de aquel familiar con el que comparte nombre le llevó a iniciar una investigación en 1979 que perdura hasta el día de hoy. De esta forma, supo que vivió en Madrid y que luchó por el bando republicano. "Participó en el asedio del Alcázar de Toledo y sobre el 39 estuvo en Granollers. Con la caída del frente de Cataluña, salió de España por Puigcerdá y acabó en el campo de concentración de Septfonds (Francia). Allí le ofrecieron alistarse a una compañía militarizada de trabajadores que estaba en la zona de Dunkerque para fortificar la frontera francobelga ante el temor de una invasión alemana".

La invasión se produjo finalmente en 1940 y, el 4 de junio de ese mismo año, Pablo Agraz fue hecho prisionero por el ejército alemán y llevado a un Stalag o campo para prisioneros de guerra. "Los alemanes no entendían que hacían españoles como mi tío allí, pues España no estaba luchando a favor de los aliados, y se pusieron en contacto con la embajada en Berlín para saber qué hacer con ellos. Ante la falta de respuesta, los deportaron a campos de concentración como restos de adversarios al Tercer Reich y les dieron el triángulo azul de los apátridas".

En agosto, Pablo Agraz llegó a Mauthausen en el segundo convoy de españoles. Fue destinado al grupo de adoquineros y realizó trabajos forzados en la cantera del campo. Poco más tarde, en febrero de 1941, fue trasladado al subcampo de Gusen, donde muchos prisioneros fueron asesinados en cámaras de gas. "Mi tío salió de allí y volvió a Mauthausen en 1942. Parece que el boxeo le salvó la vida. De joven lo había practicado y las SS eran muy aficionadas a ese deporte. Organizaban combates y apostaban dinero. Como les servían de entretenimiento, los alimentaban un poco más", señala su sobrino. 

Su último destino fue Ebensee (1943), donde se fabricaban las bombas V1 y V2 que Alemania lanzaba sobre varios objetivos, como Londres. De allí fue liberado el 6 de mayo de 1945 por las tropas norteamericanas. Como no podía volver a su tierra natal, se dirigió a París, ciudad en la que vivió los últimos años de su vida junto a una mujer que conoció allí. "Falleció con 54 años por las secuelas que le había dejado la dureza de la situación. Una vez le clavaron un pico en la espalda y también le tuvieron que estirpar un testículo por una patada que le pegaron. Cualquier nimiedad servía para que te dieran una paliza, como mirar mal a un oficial de las SS".

Tras los pasos de Pablo 

Ficha de Pablo Agraz

Pablo Martínez obtuvo una gran cantidad de información sobre su tío tras contactar con el escritor Mariano Constante, ya que ambos coincidieron en Mauthausen. También le facilitó la dirección de otros deportados que vivían en Francia. Con los datos recopilados, publicó en 2002 'Un viaje a la muerte', libro que hace unos cinco años cayó en las manos de una mujer que le reveló un bonito hallazgo: "Me dijo que una tía suya había fallecido y, al limpiar su casa para vaciarla, encontraron un montón de cartas atadas con un lazo en una caja. Se las había enviado mi tío a una novia que tenía en Granollers antes de exiliarse".

Algunas de esas misivas fueron escritas desde los campos de concentración. Los prisioneros podían ponerse en contacto con sus seres queridos cada dos semanas, siempre y cuando no sobrepasaran las veinticinco palabras estipuladas ni hicieran alusión a temas políticos o contra el Tercer Reich. "Me permitió obtener aún más información y saber, por ejemplo, que mi tío estuvo en el campo de Septfonds y en la zona de Dunkerque. Es curioso que una mujer guardara durante setenta años las cartas de alguien que probablemente fuera un amor de juventud". 

Cinco años antes del descubrimiento de esas cartas, Pablo Martínez viajó a París, donde estaba enterrado Agraz. "Identifiqué su tumba por una foto y estuve allí un rato. Cuando salía del cementerio, me giré para dedicarle una última mirada de despedida y me fijé en que el número del portal del edificio que estaba enfrente era el mismo que tenía mi tío de deportado, el 178. No creo que fuera una simple coincidencia. Entendí como que se había cerrado el círculo", sostiene el autor de 'Un viaje a la muerte'. 

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