Los españoles pasaron en unos meses de formar parte de una de las grandes potencias económicas mundiales —la octava economía del planeta en 2007 según los analistas, casi nada— a escuchar que la fiesta se había terminado y que el país iba a sufrir años de recesión.
En el caso de los jóvenes que en ese momento se encontraban en la universidad, el discurso pesimista que comenzaron a escuchar en las aulas a finales de 2008 en cuanto a sus posibilidades futuras se materializó de la forma más cruda a la hora de dar el salto al mercado laboral. Mientras, el país derivó en una crisis política, social, institucional y territorial sin precedentes, al menos en democracia.
Con este propicio caldo de cultivo se gestó el Movimiento 15-M. Primero, a través de la manifestación convocada el 15 de mayo de 2011 en más de cincuenta ciudades españolas por movimientos como Democracia Real Ya o Juventud Sin Futuro para protestar contra los políticos, movilizaciones que se inspiraban en la revuelta griega de 2008 o en la denominada Primavera Árabe.
La primera manifestación, celebrada en Madrid y a la que acudieron desempleados, personas asfixiadas por las hipotecas y, en general, ciudadanos muy descontentos con los políticos españoles, concluyó en la madrugada del 16 de mayo cuando los asistentes fueron desalojados de la Puerta del Sol y detenidas 19 personas. Al día siguiente, 10.000 personas volvieron a concentrarse. La iniciativa se extendió por el resto de España, con acampadas en las principales plazas de las ciudades.
En Salamanca, los indignados también tomaron partido y la acampada se gestó en la plaza de la Constitución, a escasos metros de la Subdelegación del Gobierno. Las principales movilizaciones tuvieron lugar entre los días 15 y 29 de mayo, fecha en la que varios miles de personas participaron en una manifestación que exigió a los políticos el acceso de los ciudadanos a la toma de decisiones que afectasen de manera trascendente a su futuro.
Este sábado se cumplen diez años de aquel momento histórico en España, pero, ¿qué queda del 15-M tras una década? Su repercusión es innegable porque, de hecho, España se gestiona con un mapa político que es herencia directa de aquel espíritu que brotó entonces en las calles. Por ejemplo, en Salamanca, el tiempo del bipartidismo quedó atrás, e irrumpieron en el Ayuntamiento otros grupos políticos, como Ciudadanos —que ha sido llave del Gobierno municipal— o Podemos. Aunque, cabe señalar también que, en estos momentos, estos dos partidos se encuentran en su momento más bajo de popularidad a nivel nacional desde su fuerte irrupción.
Pero más allá de siglas políticas, la verdadera revolución que dejó esta gran movilización fue que, tras años de divorcio entre la sociedad española y los políticos, una nueva generación de jóvenes se acercó de nuevo a una actividad que hasta ese momentos nunca habían considerado para ellos.
El sello de esa indignación del 15-M también se nota en las históricas marchas feministas del 8-M o contra la sentencia de La Manada. También en los pensionistas o yayogaitas, que comenzaron a salir primera vez a la calle, como habían hecho miles de jóvenes hace este sábado diez años.
Los recuerdos
¿Qué recuerdan los políticos salmantinos de aquellos días de hace una década? ¿Qué creen que significó para Salamanca el 15-M? "El 15-M se enmarcó en una ola de indignación mundial contra las decisiones de quienes gobernaban y generó una ilusión por transformar lo que estaba sucediendo y marcar la agenda política desde las plazas de las ciudades", explica José Luis Mateos, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Salamanca. "Recuerdo que, el día de la toma de posesión de la Corporación municipal en el año 2011, tras las elecciones municipales y con una campaña marcada por el 15-M, había decenas de personas concentradas en las puertas del Ayuntamiento coreando el “no nos representan” o “lo llaman democracia y no lo es”; se oían desde el salón de recepciones donde tomaba posesión como alcalde Fernández Mañueco, que había ganado las elecciones pocas semanas antes. Tras acabar el acto institucional, debió de producirse alguna situación tensa en las puertas del Ayuntamiento, sobre todo por la salida del exalcalde Lanzarote que tuvo que abandonar el lugar en un coche camuflado", rememora Mateos.
A la pregunta de qué le pareció entonces el movimiento del 15-M, Mateos cuenta que fue "el reflejo de la indignación que se vivía por los recortes y la falta de perspectivas en el futuro". "Mi generación pasó a denominarse “generación perdida” y, cuando te dicen eso, lo normal es que reacciones cívicamente rebelándote ante lo que te anuncian. En buena medida, el movimiento conectaba con las demandas de la inmensa mayoría de la ciudadanía, pedía soluciones y cambios en el sistema político. Bajo mi punto de vista, fue positivo y provocó cambios que no se hubieran producido o no en tan poco tiempo. Para la política y los partidos fue un aviso necesario, del que no sé si se ha aprendido demasiado", explica.
"Recuerdo la Plaza de la Constitución abarrotada, la ilusión de la gente y la desorganización. También cómo luego los más listos de la calle monopolizaron el mensaje y fueron matando su espíritu. Los más listos eran los sindicatos y partidos de izquierda, minoritarios por aquel entonces, pero expertos en movilización y resistencia", rememora el concejal de Ciudadanos Fernando Castaño.
Para Castaño, el 15-M fue "una estrella fugaz que lo llenó todo de luz". "Pero no salió de España, se inició en un bazar de Argelia, cuando un chico desesperado por la injusticia se inmoló provocando la Primavera Árabe. Aquellas ganas de libertad y democracia se extendieron por el mundo, dando lugar a nuestro 15-M. No somos ninguna isla desconectada del resto del planeta", indica el concejal de Ciudadanos.
Por su parte, Fernando Rodríguez, portavoz del PP en el Ayuntamiento de Salamanca, lo valora de otra manera. "El 15-M fue un movimiento en el que se mezcló gente con buenas intenciones y gente que sólo pretendía utilizarlo como plataforma de lanzamiento político, cuyo único ánimo era “cambiar” en exclusivo beneficio propio. La realidad ha demostrado que triunfaron los segundos", asegura el concejal popular.
Las herencias
¿Qué queda del 15-M? "Queda poco, pero creo que se mantiene un recuerdo de lo importante que es que la sociedad civil se reivindique y organice. Aquellos días pusieron el foco mundial sobre España y su solicitud de democracia. Todavía tenemos una ley mordaza que no nos permite usar la calle de manera social, así como reformas laborales que priman los intereses económicos antes que los de las familias", asegura Virginia Carrera, concejala del Grupo Mixto y anteriormente de Ganemos.
Para José Luis Mateos, permanecen "los cambios que se integraron en los discursos y los nuevos partidos políticos surgidos". También, "esa sensación permanente de que la política institucional va por un lado y lo que ocurre en el día a día de los ciudadanos, por el otro. Esto último es lo que no ha sabido resolverse y deberían adoptarse decisiones para evitar esa sensación, lo que pasa por cambiar la forma en que se hace política: con más transparencia, escuchando más y rindiendo cuentas periódicamente".
"El 15-M, en lo que de buenas intenciones tenía, tuvo su fin en el momento en que fue manipulado políticamente por la extrema izquierda. Y como esa manipulación estuvo presente desde el principio, puede decirse que nació “muerto”", exclama por su parte Fernando Rodríguez.
"Se dice que el 15-M provocó la ruptura del bipartidismo, pero es algo que iba a suceder más pronto que tarde, si no por una causa por otra. Aunque sí que funcionó de acelerante. Pero igual que la Primavera Árabe está actualmente en una fase degenerativa, lo mismo le pasa al 15-M. De un pluralismo multicolor pasamos a una política de bloques antagónicos y, al partido que pillaron en el medio, le tienen machado los dedos. Pronto entraremos en una fase ascendente y saldremos reforzados como sociedad democrática. Hay que aguantar", finaliza Fernando Castaño.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios