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Decidiendo éticamente con el coronavirus

El doctor Sergio Rodero, profesor de la Universidad de Salamanca y especialista en educación para la ciudadanía, habla de cómo la pandemia y la toma de decisiones relacionadas con esta deben de ser afrontadas desde la ética y la moral

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Dirigir la especiehumana es tarea ardua, ingobernable. Ésta es la misión de los Gobiernos deturno para con sus ciudadanos y sus vidas. Pero todos viajamos en el mismonavío, no nos olvidemos, todos podemos salvarnos o morir, es el COVID-19: un Titanic que nos ha llegado de improvisoy desprovistos. Un problema mundial en nuestra aldea global, que exige unarespuesta y solución común, si todos queremos superarlo pronto y minimizar susconsecuencias.

Los mandatarios ypoderosos pueden escoger en sus respectivas poltronas resolverlo atendiendo asus intereses partidistas y políticos o decidir éticamente en momentos delcoronavirus, y el tiempo apremia.

Ética (del griego ethos, costumbre, hábito, carácter)significa principalmente acción, y toda acción implica una elección y decisión.Todos sabemos definir lo bueno y lo malo. Ahora bien, no hablamos de una solaética o elección/decisión, hay muchas éticas, puesto que hay muchas formas omaneras de ser, de ser bueno o malo. No podemos quedarnos con la costumbre (mos/moris, para los latinos), porque laÉtica es mucho más. Los filósofos bien sabemos que es una teoría de la vida, con sus diferentes tipos: frónesis, prudencia;areté; y eunoia.

¿Relativismo ouniversalismo moral? Hoy ya estamos en un pluralismo moral, con unos mínimosmorales compartidos. La ética choca con el valor universal en algunascreencias, culturas, sociedades y hace muy difícil su universalización yrespeto a los derechos más básicos del ser humano, los Derechos Humanos y ladignidad de la persona. Claro que hay conceptos morales que son absolutamenteuniversales y no subjetivos.

La Humanidad haevolucionado mucho en multitud de aspectos y mucho también éticamente, desde elrelativismo y subjetivismo moral hasta el universalismo y pluralismo moral dehoy. Hemos superado la moral primitiva, la época de las grandes civilizaciones,la primera Modernidad, hasta llegar a los siglos XVI y XVII y hablar de latolerancia. Las ideas de John Locke, de Voltaire y de otros pensadores de laépoca exigen la tolerancia desde posicionamientos religiosos, mas emplean cadavez más argumentos que son aceptables por creyentes y no creyentes: aquí radicael germen del pluralismo moral. 

El pluralismo morales un equilibrio entre dos extremos, dos posibilidades, que son totalmenteantagónicas entre sí: monismo moral y politeísmo moral. Ante un mismo códigomoral único o un “politeísmo axiológico” que llama el filósofo social MaxWeber, encontramos equilibradamente el pluralismo moral. Éste mantiene que esposible una fórmula intermedia o harmónica: unos cuantos valores básicoscompartidos sirven de encuadramiento para que las personas y los grupos ocomunidades mantengan distintas creencias morales no compartidas.

Esta pandemia víricaes global, como lo son nuestras sociedades y nuestra vida hoy. Habitamossociedades moralmente pluralistas, en donde convivimos personas que poseemosdistintas concepciones morales de lo que es una vida buena, diferentes modos deconcebir el mundo o cosmovisiones, distintas maneras de entender al hombre y lahistoria. La convivencia se da porque compartimos al menos unos valores básicosde justicia.

Venimos escuchandohasta la saciedad crisis económica, ahora crisis sanitaria, muchas crisis nosafectan y poco o nada se habla de la gran crisis de valores del ser que somos.Jamás estuvimos tan comunicados como hoy y nunca fuimos tan fracasados encomunión de seres como actualmente. ¿Tuvo que llegar esta pandemia global paradarnos cuenta? ¿Qué se está haciendo mal? ¿Hacia dónde crecemos? ¿Adónde queremosir? O, mejor aún, ¿adónde nos llevan?

Los mínimos dejusticia son el conjunto de valores básicos que comparten todas, o casi todas,las concepciones morales de una sociedad pluralista. Hablamos, por ende, devalores que se pueden exigir a todos, ya que son la base de una convivenciajusta y pacífica. Igualmente, tenemos unos máximos de felicidad, que son laspropuestas que ofrecen las distintas concepciones morales. Es absolutamentelícito convidar a los demás a compartir esos valores y creencias, pero tratarde imponerlos sería una expresión de intolerancia contraria al pluralismomoral.

Como nos recuerdaJürgen Habermas, las sociedades no sólo aprenden técnicamente, sino tambiénmoralmente. Por eso, para juzgar si una norma es justa, intenta ponerse en ellugar de cualquier otro. Esto ha acontecido con las sociedades occidentales,como la nuestra, que, en efecto, cuando hablan sobre lo que es justo e injusto,consideran justas esas normas que favorecen a todos los afectados por ellasaunque después las infrinjan habitualmente. Con lo cual existen unos mínimos dejusticia con respecto a los que ninguna sociedad desea retroceder, al menos literalmente.Esos valores fundamentales conforman lo que se llama la ética cívica.

No vale todo en elpluralismo moral. Algunos valores pueden servir como marco de convivenciapacífica y justa entre seres humanos, mientras que otros no sólo no sirven,sino que pueden ser un obstáculo para esa convivencia. Hay unos valores éticosmínimos en los que coinciden todos los credos o religiones y aquellas personasque manifiesten no creer en ninguno. Resumidamente pasan por ser éstos: lalibertad, entendida como autonomía moral y política; la igualdad (nodominación, igualdad de bienes, igualdad material, social y cultural, igualdadde oportunidades, de autoestima también); la solidaridad; la tolerancia o elrespeto activo; y una actitud dialógica.

Parecería convenirtodos, baste de prueba, si recordáramos las palabras del propio Confucio, no hagas a los demás lo que no te gustaríaque te hicieran a ti; o el mismo Jesucristo transformó este pensamiento enpositivo al decir: haz a los demás lo quete gustaría que te hicieran a ti. Estamos asistiendo estas semanas a estasreflexiones y decisiones en términos médicos y en momentos tan críticos comovivimos, con miles de muertes y miles y miles de contagios.

Somos sociedadespluralistas y exigimos moralmente unos mínimos y respetamos activamente unosmáximos. Los valores “máximos” son los ideales de vida buena, los proyectos defelicidad que ofrecen las distintas concepciones religiosas y filosóficas, osea, los distintos modos de concebir al ser humano, su historia y su posiblerealización plena. Nos hemos ido haciendohistóricamente en convivencia, forjando una ética cívica en lo que John Rawlsdenomina un “consenso entrecruzado”. Es esencial, pues, potenciar esos mínimosque ya unen a todos y posibilitan construir un mundo juntos y respetaractivamente las premisas que dan vida a cada concepción.

La ética es absolutamentecrucial para nuestras vidas y profesiones, para nuestro hacer y nuestrasdecisiones. Lo vemos muy bien en decisiones históricas y grandesacontecimientos del pasado, y lo tenemos que ver ahora en esta crisis sanitariamundial. Más que nunca, un buen criterio ético es fundamental en estosmomentos. Nos permite resolver muchos dilemas que se producen a diario entiempos de coronavirus. La vida es una constante elección y elegir bien no esfácil.

Estas semanas sehabla mucho de elegir vidas en momentos críticos y con tantas vidas peligrandoante el poder del maldito COVID-19. Un dilema ético, correctamente planteado,debe ser resuelto éticamente, no inteligentemente. La mayoría de los dilemaspresentan conflictos entre normas legales y valores morales o entre valoresmorales de distinta importancia o jerarquía. La muestra de sujetos a los que seles presenta el dilema debe colocarse imaginariamente en el lugar del protagonista,elegir la alternativa que considera más correcta y justificarla mediante unrazonamiento moral. Después de Kohlberg, el método de los dilemas se ha venidoempleando tanto en la investigación clínica o médica como en la educación envalores morales.

Toda vida es dignade ser vivida, toda vida ha de ser respetada, al modo kantiano. Lo más ético,sin duda alguna, es salvar vidas. Cuando no se pueden salvar todas, ¿cómodecides? Los sanitarios y profesionales de la salud en las Unidades de CuidadosIntensivos se están dejando la piel y el alma en recomponer vidas para no tenerque elegir y sopesar, ante un dilema. Y es que, sobre todo, un dilema ético loque tiene que tener en cuenta es que ha de ser resuelto atendiendo a la escalade magnitudes de sus alternativas en juego.

Arribó un virus aEspaña a finales de enero, presuntamente proveniente de China, y de un caso haya día de hoy más de cien mil personas infectadas y más de diez mil fallecidos.Cabe plantearse el dilema grande en términos éticos: ¿Vale más la economía quela vida humana? Esto ha sido muy evidente en el caso británico, en donde adecisión del Primer Ministro Boris Johnson, se han retrasado las medidas deconfinamiento poblacional por valorar más la condición económica del país que lasalud de los ciudadanos en situación de más vulnerabilidad. Esto es unabarbaridad ética, pero también supondría una catástrofe a otros niveles.

No sólo nosreferimos al caso inglés, ya fuera de la Unión Europea por cierto, también sehabla y mucho estos días de si el retraso en la toma de decisiones de nuestrosgobiernos del sur de Europa no haya seguido los mismos criterios y patrones, almenos indirectamente: para no resentir la economía, pues algunos expertosfiscales ya aseguran que esta pandemia mundial traerá consigo una consiguientecrisis financiero-bursátil superior a la vivida en 2008.

El coronavirus hasometido al mundo a una crisis sanitaria que marcará una época y un año, 2020.Tras estallar en el gigante asiático en 2019, el ya famoso COVID-19 ha logradopropagarse desde inicios de este año por todos los continentes, aunque se hacebado especialmente con el Viejo Continente y EE.UU., convertidos ya en elpunto rojo de los contagios. Tras amedrentar a los chinos, Italia fue la nacióneuropea que recibió el testigo y mayor embestida de casos contagiados, aunque éstosse han multiplicado exponencialmente en nuestro país en las últimas semanashasta el punto de haberse prolongado el Estado de Alarma decretado por elGobierno de España y nuestra Constitución.

Esperanzados estamoscon frenar el número de contagios y romper la curva, hacer que descienda y veruna salida del túnel, que la habrá. Intentemos entre todos juntos contener estaguerra, pareciera una guerra biológica, una película de ciencia ficcióndemasiado real. Desde luego, en España asistimos a un desastre humano, una gripe muy letal, como letal será paranuestra inestable economía.

Yo me quedo conLeibniz, el último genio universal, aunando Teoría y Práctica (Theoria cum Praxi era su lema). Nunca sepuede separar la teoría de la práctica, no debiera. La teoría nos ayuda a fijarcriterios ahora y siempre en medio de una casuística, cuando hay que decidir yoptar rápidamente y cuando los intereses implicados pueden ser de ingente alcancey envergadura.

Espero haberreflexionado algo y hacerles pensar en la situación dramática pero vital, comodiría Leibniz, que nos trae nuestro enemigo coronavirus. Que nuestrosdirigentes políticos se guíen por el criterio ético, independientemente de losefectos que de ello se deriven. La ética y la moral nunca fallan, apuestasegura.

Aprendamos lamoraleja para no volver a repetir errores, hagamos de COVID-19 un COVIDA-20.

Comentarios
. Hace 4 años (12/04/2020 01:20)
Bla, bla, bla..., más acción y menos reflexiones filosóficas. Esta pandemia la podemos erradicar con otras ciencias o saberes, pero no con reflexiones filosóficas. <br/>3338
Sanitario Hace 4 años (12/04/2020 00:40)
Puf...está escribiendo para el Salamanca 24horas, no un libro. Pero entre la teoría y la práctica hay un abismo. Y si las consecuencias catastróficas de una economía maltrecha trajeran a su vez muertos?como se va a pagar una Sanidad Pública si no hay dinero? Y el aumento de robos, asesinatos, delincuencia que esto traerá? Negar la importancia de la economía no me parece realista. La realidad es que si tienes 3 pacientes y un respirador has de elegir el que más posibilidades de salvarse tiene. Las teorías, muy rimbombantes en los libros y despachos. Luego estamos los que luchamos en el frente. <br/>2825
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