La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) ha señalado en varias ocasiones que una de las vías para aminorar el hambre en el mundo es comiendo insectos. En España, principalmente por motivos culturales, somos bastante reticentes, aunque sin darnos cuenta los hemos comido en más de una ocasión.
La doctora Marina Teresa Blas Esteban es entomóloga y profesora de la Universitat de Barcelona. Recientemente acaba de ofrecer una charla sobre los insectos como importante fuente de proteína, en el marco de las IX Jornadas de Dietistas Nutricionistas de Cataluña, celebras a principios de noviembre.
"En los insectos el porcentaje de proteína es muy elevado. Es muy superior por ejemplo a la cantidad de proteína que contienen los vegetales, fuente de alimentación de muchos pueblos y que no tienen acceso a otra proteína como el cerdo, la carne, o el pollo", agrega.
Aunque afirma que según la especie varía, sí subraya que en torno a un 50% del peso seco del insecto es proteína, "que es mucho". Pero no solo quedan ahí sus propiedades nutricionales, según prosigue. Los insectos dice que también son ricos en aminoácidos y en vitaminas, al tiempo que tienen un alto contenido en grasas insaturadas, entre las que destaca el omega 3.
También, en los insectos estudiados, indica que muchos presentan un alto contenido en calcio, bastante hierro o vitamina D. "En conjunto son alimentos muy completos nutricionalmente", insiste la especialista en insectos de la Universitat de Barcelona.
Qué insectos se comen
Detalla que los saltamontes, las orugas de mariposas, las larvas de coleópteros, las hormigas, las larvas, y las pupas de abejas, entre otros, son los insectos más consumidos en el mundo, siendo la principal fuente de proteína de muchas comunidades.
Según subraya, hoy en día se consumen en torno a unas 3.000 especies a nivel mundial pertenecientes a 18 órdenes de insectos. Dice que se pueden consumir de muchos modos: fritos, asados, hervidos, secos, frescos e incluso vivos.
Por otra parte, llama la atención sobre el hecho de que nosotros hemos consumido insectos indirectamente, sin darnos cuenta, a través de harinas, pan, galletas, pasta, y mermeladas contaminadas, entre otros productos.
"Desde que el grano entra en la fábrica hasta que sale sufre un proceso y puede ocurrir que ya el grano esté infectado cuando se mete en la fábrica, o puede ser que a lo largo del proceso haya una contaminación. Esta también puede producirse en el lugar de almacenamiento, o ya en la misma casa del consumidor. Por ejemplo, cuando se hacen mermeladas, si la fruta está contaminada y no se ve porque los insectos están en el interior del producto, estos se cocinan con ellos y después se trituran, y tú te lo comes y no te enteras", detalla en una entrevista con EP.
"No tienen factores nocivos, simplemente podrían producir alguna alergia similar a la que pueden producir los crustáceos, ya que son grupos muy relacionados filogenéticamente. Conviene que los insectos se hayan criado para el consumo humano, ya que, si son salvajes, es decir capturados en el campo pueden contener pesticidas", recalca.
Además, resalta que la cría de insectos es más sostenible que las granjas ganaderas, ya que la emisión de gases invernadero es mucho menor, así como el consumo de alimento y agua por kilo de producto. También se necesita menos terreno para dicha cría, según argumenta la experta en insectos.