Con 9 años, cuando muchos chicos de su edad se divertían con la bicicleta, él ni la miraba. Siendo tan joven, le comunicaban que tenía quistes en el hígado, por lo que era operado. En esa intervención contraía un virus que dañaba el órgano que buscaba curar y hace 26 años (ahora tiene 53) recibía un hígado nuevo. “Me pasé la infancia metido en el hospital y cuando me dijeron que me tenían que trasplantar el hígado, se me cayó el mundo encima. Me sentó muy mal porque entendí que si no pasaba por ello, me moría. Afortunadamente, los médicos me animaron y me ayudaron a experimentar un cambio radical”, explica Cándido Iglesias a SALAMANCA24HORAS para iniciar el relato de su historia.
La continúa rememorando los primeros días con un hígado ajeno: “Empecé a sentirme mejor e inicié una vida nueva que ahora me permite comer de todo y realizar actividades que antes no podía”. Entre ellas, practicar ciclismo. “Como tenía que hacer ejercicio para cuidarme, un primo me dejó su bici hace 25 años y comencé a compaginar los entrenamientos con mi trabajo en una frutería, ya que los médicos me dejan llevar una vida normal”, explica Iglesias.
Aficionarse al deporte de la bicicleta le daba la oportunidad de conocer a Miguel Indurain: “Nos invitó a varios ciclistas trasplantados a la marcha que organiza y nos trató fenomenal”. Cuando Cándido esperaba un trasplante, no se imaginaba que el futuro le depararía estar al lado de una estrella del deporte español que justo en la época en la que el salmantino se encontraba en el hospital, se proclamaba campeón de España, mismo título que Iglesias conseguiría 25 años después que el navarro.
“Hace poco más de un decenio, me enteré de la existencia de los Juegos Nacionales de Trasplantados, por lo que me apunté a las pruebas de ciclismo”, recuerda Iglesias. Tras participar tanto en la ruta como en la contrarreloj en varias ocasiones, en 2017 lograba ser campeón de la primera especialidad en Granada. “Competí con trasplantados de hígado, de riñón, de pulmón… El recorrido fue de 20 kilómetros. Al ser tan corto, tuve que salir con fuerzas y con cuidado para evitar caídas. Al final, me impuse al esprín. Fue muy emocionante. Pensé en lo que había pasado y en lo que había conseguido”, señala. Pero el momento más emotivo se producía en el preciso instante en que cruzaba la meta: “Señalé al cielo para ser justo con quien me donó su órgano. Únicamente sé que era un chico joven que falleció, pero me hubiera gustado tener más información para haber compartido el éxito con su familia”.