Corría el año 2014 cuando la calle Pozo Amarillo cambió radicalmente su estética. Se convirtió en una zona completamente peatonalizada desde la plaza de Santa Eulalia hasta la calle Correhuela, dejando el último tramo para que compartan protagonismo vehículos y peatones.
Sin embargo, el verdadero protagonismo de esta calle la tiene el patrón de Salamanca, San Juan de Sahagún, quien obró uno de sus milagros en esta zona mucho antes, para guardar en el propio seno de la céntrica vía todo su misterio a través del nombre.
Y es que hasta 1860 existió en la calle un pozo sin crocal de donde salvó San Juan de Sahagún a un niño que había caído allá por el siglo XV. El religioso, al escuchar los gritos desesperados de la madre, trató de que el pequeño pudiera agarrarse a su cíngulo pero el pozo era demasiado profundo. Sus rezos provocaron una subida del agua hasta que finalmente se produjo la salvación milagrosa.
En aquel momento, además, el agua no potable tenía un cierto color amarillento, de donde recibe el apellido la calle. Una hornacina en la vía, actualmente, recuerda aquel hecho milagroso, que solo fue uno más de los que San Juan de Sahagún realizó en la capital charra.
Su nomenclatura ha permanecido desde entonces, aunque no así sus extremos. Santa Eulalia y la plaza del Mercado eran la calle de Caleros y la plaza de la Verdura pero la historia escrita y la que falta por escribir se mantiene intacta.
De momento, por reciente, todavía retumban las críticas vecinales en el momento de una peatonalización con la que hoy se convive como si hubiera sido así toda la vida. Quién sabe si en un futuro acabará peatonalizándose todo el casco histórico, incluida la parte final de la calle, porque lo del nombre parece que se mantendrá fiel a la historia viva salmantina.