“La primera palabra que dijo Fatma en español fue ‘piscina’. Quería ir, pero le dije que no, que antes tenía que ducharse. La pobre venía llena de arena”, recuerda Mar Francés, vecina de Pedrosillo que, junto a su marido Javier, acogió a una niña saharaui durante el verano de 2022. Era el primer año tras los peores meses de pandemia y el programa ‘Vacaciones en Paz’ retomaba su actividad, la de promover que las familias salmantinas reciban en sus hogares a pequeños procedentes del Sáhara.
Ese verano de 2022 estuvo marcado por temas políticos que retrasaron la llegada de los niños. “Vinieron a finales de julio. Nosotros estábamos de vacaciones en Andalucía, fuimos a recogerla y aprovechamos para que viera el mar. Si fuera por ellos, estarían todo el día metidos en el agua”, mantiene Mar. La pequeña saharaui de ocho años enseguida congenió con su familia de acogida: “Los problemas con el idioma son mínimos porque sus padres normalmente les hablan un poco en español. Además, yo tengo un hijo de 13 años y una hija de 12 años, y no sé qué tienen los niños, que sin hablar se entienden”.
Pese a la rápida adaptación de la pequeña a su vida en España, las diferencias culturales eran evidentes y dieron lugar a más de una simpática anécdota: "Los niños saharauis son más independientes y tienen algo más de madurez que los nuestros, y es toda una experiencia verles las caras cuando observan el mar o van a la piscina. Además, todo lo perciben de forma distinta. Hay días que Fatma se encontraba carne de ternera en el plato y no quería comer pensando que era de cerdo. Teníamos que imitar a una vaca e intentar explicarle que no le íbamos a dar porcino, que no se preocupara. Luego iban por ahí, les ofrecían chorizo y se ponían morados. Y es que a veces también se saltan sus costumbres".
Fatma no solo tuvo la ocasión de probar la gastronomía local o de cumplir su primer deseo al llegar a nuestro país, el de ir a la piscina, sino también disfrutar de las fiestas de Pedrosillo ("estuvimos en primera fila en la orquesta y no paraba de bailar") o de una jornada de carreras en el circuito del Jarama: "Ese día llovió y se puso a mirar el cielo con los brazos abiertos y a dar vueltas con la boca abierta. Para ella fue lo mejor". Además. la saharaui profundizó en el conocimiento del español, su segunda lengua, y pasó por una revisión médica.
"Es algo que no se puede explicar con palabras"
Tras conocer a Fatma y acogerla en su casa durante el verano pasado, Mar no duda en describir la experiencia como: "Muy bonita, porque les estás dando algo que ellos nunca han tenido y te lo agradecen. Son puro amor, enseguida te quieren y te empiezan a dar besos y abrazos. De hecho, la primera vez que vi a la niña se me tiró a los brazos con una sonrisa, como si me conociera de toda la vida. Es algo que no se puede explicar con palabras, hay que vivirlo".
Por ello, anima a todas las familias salmantinas a seguir sus pasos y a ofrecerle un hogar a los pequeños saharauis durante dos meses, y más ante la necesidad urgente de candidatas: "El único requisito es poder ocuparse de ellos. Son niños que lo necesitan, porque el verano en el Sáhara es horrible. Hace muchísimo calor y hay bastantes tormentas de aire. La calidad de vida allí no es buena y necesitan ir al médico a revisión, tener un control pediátrico. Además, casi todos vienen con problemas de oído de la arena que se les mete".
Vida en el Sáhara
Fatma continúa manteniendo el contacto con su familia de acogida salmantina tras su regreso al campamento de refugiados saharaui de Tindug, en Argelia, donde viven los pequeños que cada verano llegan a la ciudad charra. “Les hemos mandado algunos móviles y hablamos por Whatsapp con frecuencia. Nos mandamos audios, vídeos y fotos, y, a veces, hacemos videollamadas”, sostiene Mar, que, junto a su pareja, también les envía ropa y dinero: “Veinte euros allí es como un sueldo mensual”.
En esas conversaciones, Fatma, sus padres y hermanos le cuentan a la familia de acogida salmantina cómo es su vida en el Sáhara: “La semana pasada estaban preparando la fiesta del fin del ayuno, celebración que sucede al Ramadán. También nos mandan fotos de lo que hacen en el colegio y de las tormentas de arena que hay allí. Son muy fuertes y alguna vez, cuando nos han llamado, se podían escuchar perfectamente”.
¿Falta de compromiso de la Junta?
Este verano, Mar y los suyos tienen la intención de volver a acoger a Fatma en su casa de Pedrosillo. Y es que la idea de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Salamanca es que los pequeños repitan durante cuatro veranos consecutivos con la misma familia, desde los ocho a los doce años, a no ser que surja alguna circunstancia extraordinaria. Son esas familias las que asumen los gastos de estancia y manutención de los menores durante los dos meses que dura el programa, mientras que la Unión de Asociaciones Solidarias con el Pueblo Saharaui de Castilla y León financia su traslado a través de las aportaciones de los socios.
La iniciativa, no obstante, podría peligrar este año, según la Unión de Asociaciones de Castilla y León Solidarias con el Pueblo Saharaui, que hace tan solo unos días emitió un comunicado en el que denunció "la falta de compromiso de la Junta": "La consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco, ha mirado para otro lado y se ha negado a reunirse con las asociaciones solidarias que favorecen la llegada de los niños como forma de respaldar un programa del que dependen 136 menores".
Mar confía en que el programa 'Vacaciones en paz' siga llevándose a cabo "sin problema" y, por su parte, considera que el mayor compromiso recae en las familias: "Me gustaría que la gente se informe e intente acoger a los pequeños, ya que es una experiencia que está muy bien y, si tienes hijos de una edad similar, pues todavía mejor".