Años 90. Salamanca. El terror de ETA se vive en su máxima expresión en la ciudad tras ser escenario de dos atentados con desigual desenlace. Uno trajo muerte; otro, mutilación. Cerca de treinta años después de ambos sucesos, en un acto de justicia, la capital del Tormes se niega a olvidar a las víctimas que la organización terrorista nacionalista vasca dejó en sus calles. Y es los representantes políticos que forman la corporación municipal han decidido este jueves, 27 de julio, aprobar la colocación de unas placas conmemorativas en los lugares en los que la barbarie etarra dejó su huella, que, por seguro, serán el paseo de la Estación y las inmediaciones de La Glorieta.
Asesinato de Antonio Heredero en el paseo de la Estación
Antonio Heredero Gil, diplomado del Estado Mayor del Ejército de Tierra, se dirigió a su garaje un 2 de septiembre de 1992, en torno a las 16:30, para coger su coche, un Opel Kadett de color gris. Al comenzar a subir la rampa del estacionamiento, situado en un grupo de viviendas militares en el número 38 del paseo de la Estación, explotó la bomba-péndulo que estaba situada debajo el asiento del conductor. El coronel, de 55 años, murió en el acto. Su cuerpo quedó destrozado. Estaba casado y tenía tres hijos.
Fueron muchos los vecinos de la zona que escucharon el estallido sin saber que acababan de ser testigos del primer atentado terrorista de ETA en la provincia. Y fueron aún más los que acudieron a la misa funeral que se ofició en la iglesia de María Auxiliadora (en torno a 3.000 personas, incluido el por entonces ministro de Defensa, Julián García Vargas) y los que se manifestaron el 6 de septiembre en contra del asesinato de Antonio Heredero Gil (alrededor de un millar).
La víctima, natural de la localidad zaragozana de Calatayud, llevaba más de 20 años viviendo en la capital del Tormes y estaba destinado en el Patronato de Huérfanos del Gobierno Militar de Salamanca, en el cuartel de caballería Julián Sánchez El Charro. Su ciudad adoptiva decidió homenajearle tras su asesinato dedicándole una glorieta con su nombre muy cerca de donde se había producido el atentado, en la confluencia de la avenida de Portugal con el paseo de la Estación. También le fue concedida, a título póstumo, la Medalla al Mérito Militar de primera clase con distintivo blanco.
Atentado contra Juan José Aliste
El zamorano Juan José Aliste, a diferencia de Antonio Heredero, logró salvar la vida en el segundo y último atentado terrorista de ETA en Salamanca. Fue un 10 de noviembre de 1995, a las 8:20 horas, después de que el por entonces capitán de Infantería del Ejército hiciera algo tan rutinario como llevar a su hija Leticia y a otros tres menores al colegio San Agustín. Al volver al vehículo en el que se habían desplazado, un Fiat Regata, y sobrepasar conduciendo la Plaza de Toros, se activó la bomba lapa que estaba situada en los bajos del coche.
La vida de Juan José Aliste y de su familia cambió para siempre ese 10 de noviembre de 1995. El militar perdió las dos piernas como consecuencia de la deflagración, mientras que su hija sufrió estrés postraumático durante 230 días. Hubo más allegados que necesitaron asistencia psicológica tras conocer de primera mano el terror infligido por ETA.
Lejos de amilanarse, el zamorano se recompuso y, convertido en presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla y León, comenzó una infatigable labor en defensa de la dignidad, de la justicia y de la memoria de todos aquellos que habían corrido la misma o peor suerte que él. "Fue uno de los mayores fracasos del terrorismo etarra”, defendió el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, en septiembre de 2021, cuando concedieron a Aliste, a título póstumo, una medalla por su labor.
Juan José Aliste murió en junio de 2020, a los 65 años, de manera repentina y convertido en un "maestro del heroísmo". "Poco a poco he ido superándolo, he conseguido salir adelante", mantenía el militar en el 25 aniversario del atentado que casi le cuesta la vida y que fue cometido por el etarra Sergio Polo, condenado por la Audiencia Nacional en 2015 a cien años de prisión por los hechos acontecidos en Salamanca. También fue considerado culpable de otros cuatro intentos frustrados de asesinato.
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