Usted cuenta ya con una larga trayectoria literaria, desde ‘Un burka por amor’, un auténtico fenómeno editorial, hasta su última novela ‘Una pasión rusa’. ¿Qué distingue a ‘La memoria de la lavanda’ de las novelas anteriores?
Es la novela que más tiempo he necesitado para poder escribirla como merecía, con autenticidad, con naturalidad, con la verdad que requería, desde dentro; y, sin embargo, cuando lo he hecho, ha salido con una facilidad que no me esperaba. Haciendo un símil con Lena, la protagonista de la novela, y la manera en la que los recuerdos van apareciendo en mitad de su pérdida, escribir esta historia ha sido como abrir un tarro de cerezas y ver cómo van saliendo, unidas entre ellas, tirando unas de las otras, portando cada una de ellas un pensamiento con una explicación para cada recuerdo, que permite entender el siguiente.
La memoria de la lavanda es, sobre todo, desde un punto de vista personal, una oportunidad para poder rebatirle a la vida algunas de sus decisiones y refutarle muchos de sus argumentos.
La novela arranca con la muerte de Jonas, el marido de Lena, la protagonista de la novela. ¿Cree que es mejor no conocer el amor que perderlo?
Lo mejor es conocer al amor de tu vida y no perderlo nunca, pero eso es complicado, más bien imposible. Creo que esa frase que dice Lena en la novela, “lo mejor que te puede pasar en la vida es amar y ser amado” es la base de todo, tanto en la ficción como en la realidad. No hay nada que lo supere, ni siquiera que lo iguale. Lo que ocurre es que, hasta que no lo vives en piel propia, no te das cuenta de ello. Y no terminas de ser consciente de su importancia, de su grandeza, de su valor, hasta que desgraciadamente lo pierdes. Valorar lo que se tiene solo cuando desaparece o lo pierdes es algo innato a la condición humana; lo es desde el principio de los tiempos y lo seguirá siendo, por mucho que creamos que lo hemos aprendido.
Y a eso tiene que enfrentarse Lena. Debido al dolor que aparece en el momento de la pérdida y en el proceso del duelo, ella se plantea si sería mejor no haber amado de esa manera, hay momentos en los que duda si tanto amor vivido recompensa el dolor de perderlo. Pero luego, la perspectiva del tiempo y de la realidad, de la que carece cuando está intentando reaccionar al zarpazo de la pérdida, le hace entender que al menos tuvo la suerte de vivir el gran amor de su vida, y que hay personas que no lo consiguen nunca. Siempre es mejor echar de menos algo muy grande que sentiste, que no haberlo sentido nunca.
‘La memoria de la lavanda’ es una novela sobre la pérdida, pero también sobre la esperanza. ¿En qué se apoya la protagonista para combatir el duelo?
‘La memoria de la lavanda’ es una novela sobre la vida, sobre el amor encontrado y arrebatado, sobre la amistad verdadera y la ficticia, sobre la familia impuesta por la sangre y la elegida por criterio propio; es una novela sobre cómo se heredan los afectos, pero también los odios, sobre cómo se vive en mitad de una pérdida, cómo se puede seguir respirando cuando sabes que la persona más importante de tu vida se ha ido para siempre. Es una novela sobre cómo se gestiona el dolor, el vacío, la muerte, la pérdida, los afectos, la traición de quienes se supone son los tuyos y resultan ser los contarios, las trampas del destino y sus reveses; de cómo los recuerdos ayudan en ese entramado de emociones y momentos compartidos, de cómo se construye la memoria y para qué nos sirve. Es una novela cuya protagonista se llama Lena, pero podría llevar el nombre de cualquier lector que se acerque a ella.
Lena sabe que el duelo no puede combatirse, porque es una guerra que tiene perdida de antemano: ya sabe cómo acaba y no existen armas que le proporcionen una victoria. Ella sabe que ha perdido y lo único que puede hacer es gestionar esa pérdida, la manera en que lo haga es lo que le hará salir mejor o peor parada de la situación. Lo que le hace diferente al resto es cómo se enfrenta a esa pérdida, con qué armas y en qué compañía.
Las relaciones de amistad y los secretos familiares son el engranaje que mueve y hace avanzar la trama de la historia. ¿Cómo son los amigos y la familia política de Lena y en qué sentido le condicionan tras su pérdida?
El motor de esta novela es Jonas, el amor perdido, el único personaje ausente que, sin embargo, es el que está más presente a lo largo de toda la historia, gracias a la memoria y al recuerdo que de él guarda el resto de personajes: Lena, Daniel, su primo hermano, párroco de Tármino y confidente de Jonas, Lola, Hugo, Roberto y Aimo, el cuarteto de amigos incondicionales de Jonas; Marco, el hermano que nunca asumió su lugar en el mundo y su incomprensión le llevó a odiar a Jonas y al resto del mundo. Ninguno de ellos existiría tal y como son sin él; nada de lo que sucede, de lo que se dice o se piensa, tendría sentido si él no hubiera existido, como tampoco los secretos, el amor, el odio, las traiciones, la familia, los amigos. Por decirlo así, ellos son las distintas piezas del puzzle que, unidas y encajadas cada una en su lugar, harán posible la imagen final que, para algunos, no será la esperada.
‘La memoria de la lavanda’ es una fotografía de lo que nos puede pasar a cualquiera, y de hecho, nos pasa. Además, en esa instantánea, tarde o temprano, salimos todos retratados. Y como en toda fotografía, a uno siempre le da la impresión de que falta alguien, pero también sobra alguno. No es casualidad que Lena sea una fotógrafa retratista, que sepa captar en cada expresión del rostro que tiene enfrente cómo es realmente esa persona y lo que ha sido, que sepa leer en él como si se tratara de un mapa que, siguiendo sus indicaciones, le llevará al lugar que quiere. Es algo que Lena también lo aprendió de su padre, un inspector de policía – otra de sus grandes pérdidas–, que siempre le decía que, mirando a una persona a los ojos, al final de su mirada, podías encontrar sus secretos mejor guardados.
La mayor parte de la historia transcurre en el pueblo de Tármino, un nombre inventado para el pueblo real de Brihuega, en la Alcarria, conocida como la Provenza española. En esta localidad se celebra cada año el Festival de la Lavanda a mediados de julio. ¿Qué importancia tiene el escenario en la novela?
Es un personaje más de la novela. No solo porque se convierte en el principal escenario de la historia sino por lo que encierra su tierra y por todo lo que sus protagonistas han vivido en ella. Tármino no es solo una localización llena de belleza por sus campos de lavanda y el atractivo que ello supone, sobre todo durante la celebración del Festival de la Lavanda, el 15 de julio, que es el momento temporal en el que se desarrolla la mayor parte de la novela; Tármino tiene entidad propia, es el mundo azul, como lo denomina Lena, un mundo que tiene sus propias reglas, su historia, su identidad, que sabe guardar secretos pero también desvelarlos cuando la ocasión lo requiere, donde el pasado vuelve cuando menos te lo esperas para explicar muchas de las cosas que mantienen unidos a los protagonistas, y otras que explican por qué hay lazos que se rompieron en su día y nunca podrán restaurarse. Tármino se convierte en el nexo de unión entre la vida y la muerte, entre lo conocido y lo desconocido, en esa frontera que une dos mundos, una especie de Mediterráneo, no sólo por su extensión y su color, sino por todo el mundo convulso y enigmático que encierra bajo una apariencia tranquila.
¿Cuáles son sus referentes literarios y cómo le influyen a la hora de escribir?
Son muchos los referentes literarios, más como lectora que como escritora. Todo ellos están dentro de la mochila que me acompaña, haga lo que haga y escriba sobre lo que escriba.
Pero en esta novela, más que en ninguna otra que he escrito anteriormente, el principal referente es la vida, la experiencia; es la narración de lo vivido. Es un recurso que tenemos la suerte de poseer los escritores: utilizar la ficción para contar una historia vivida en primera persona o de la que has sido testigo, y al mismo tiempo compartir con los lectores emociones y sentimientos que seguramente son comunes porque en algún momento ellos también lo han vivido. En esta novela, más allá de la trama literaria, se crea una empatía muy especial con el lector porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos perdido a una persona especial, sea un hijo, un padre, una madre, una pareja, un hermano, un amigo, un marido, una esposa, el amor de nuestra vida, y hemos tenido que aprender a gestionar el tsunami de sentimientos y sensaciones que ha sacudido nuestra vida. Todos sabemos cómo se vive en mitad de una pérdida, todos tenemos nuestro particular mundo azul, todos tenemos nuestra particular memoria de la lavanda a la que acudir.
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