Respecto a la estructura del libro, Molinero explica que consta de tres partes diferenciadas, “un primer capítulo dedicado a aspectos teóricos y metodológicos, además de una visión desde el aire de las transformaciones paisajísticas del último cuarto de siglo realizadas por un geógrafo-piloto francés”; un segundo apartado “que estudia las clases de paisajes agrarios, una veintena de clases que cubren los tres dominios del territorio español; el atlántico, el mediterráneo y el canario”; y un tercer capítulo “dedicado a las 70 unidades de paisaje agrario caracterizadas por autores que las conocen y que aportan sus vivencias”. Por su parte, el jefe de la División de Estudios y Publicaciones del Magrama, José Abellán, ha destacado que la publicación contribuye a la difusión y ampliación de conocimientos, así como “a poner en valor uno de los patrimonios extraordinarios del medio rural, el paisaje y la identidad de lo local”. “El Atlas cumple dos facetas, por un lado amplía los conocimientos a disposición de los agentes socioeconómicos, políticos y técnicos que trabajan a pie de obra para conservar y gestionar este patrimonio; y por otro, aprender a amar nuestro territorio, impulsando su difusión a todo aquel interesado en el tema, no solo a especialistas”. Para la elaboración del Atlas cerca de 70 investigadores han realizado su contribución. Se trata de 50 investigadores universitarios (procedentes de las universidades de Valladolid, Barcelona, Autónoma de Madrid, Pablo de Olavide, País Vasco, Sevilla, La Laguna y Alicante) y 20 autores externos.
Paisaje agrario de Castilla y León
El coordinador de la obra ha hablado de las características del paisaje agrario de Valladolid y de Castilla y León. “Valladolid es una ciudad dinámica y en crecimiento que está expulsando los cultivos de regadío del área periurbana a otras localidades. Cada vez queda menos regadío y eso significa que el paisaje agrario está cambiando constantemente a medida de las demandas del mercado y de quienes gobiernan el territorio”, apunta. Al mismo tiempo, añade Abellán, “se están produciendo movimientos de retorno de la agricultura a las ciudades, con la apetencia de las sociedades de estar en contacto con el mundo rural, con proyectos para realizar cultivos en terrazas o huertos ecológicos urbanos como los de Valladolid”. En cuanto a las deficiencias en el paisaje agrario de Castilla y León y en general en España, Molinero asegura echar en falta “una especial protección para las cañadas, cordeles y veredas donde trashumaban los rebaños de la mesta, terrenos públicos que se han desdibujado y hoy son difícilmente reconocibles debido a la concentración parcelaria”.
Los paisajes agrarios de una extensa región como Castilla y León son diversos. Se distinguen dos grandes conjuntos: los paisajes de las llanuras agrícolas y los de las montañas ganaderas y forestales. En la comunidad se han producido cambios destacados en el último cuarto de siglo como la introducción del girasol y de la colza, la transformación de los viñedos, la drástica reducción de las explotaciones y ganaderías lecheras (con la consiguiente desaparición de cercas, setos, caminos, veredas, etc.) y con la invasión de matorral en espacios abandonados. El Atlas recoge todos los paisajes de la región entre los que destacan los grandes ambientes forestales, los de matorral o frutescentes, los viñedos, regadíos, los campos cerealistas, las dehesas, los pastaderos y pastizales o los paisajes de arboricultura, entre otros. A escala de unidades de paisaje, se han analizado desde las llanadas cerealistas de los altos páramos cerrateños pasando por los viñedos de la Ribera del Duero o los de los Ancares leoneses.
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